El 19 de octubre de 1989, a las 21:39 h., en el reactor nuclear de Vandellós I (Tarragona) se inició un incendio que ocasionó importantes disfunciones en diversos sistemas necesarios para garantizar la refrigeración del reactor. Alertados por los propios bomberos, algunos vecinos de las poblaciones del entorno abandonaron sus hogares.

Según el propio informe del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) el incendio se declaró “en el grupo turboalternador principal número dos a consecuencia de un fallo mecánico generado por un proceso de figuración en las ranuras de anclaje de los alabes correspondientes a la rueda número ocho de la turbina principal, y como consecuencia la pérdida repentina de 36 alabes consecutivos de los 98 que posee la rueda, que al girar a 3.000 revoluciones por minuto, produjo la rotura por cizalla de las tuberías de aceite y vapor, originando puntos calientes suficientes para producir la ignición de la mezcla aire-aceite y una explosión en los cojinetes, así como la rotura de la Bomba número 3 con salida de hidrógeno, que al inflamarse produjo una segunda explosión, la cual causó la inflamación del aceite de lubrificación que salía en ese momento como consecuencia de las roturas de las tuberías de alimentación de los cojinetes, provocando todo ello un incendio de grandes proporciones que afectó en cadena a gran número de sistemas relacionados con la seguridad de la central”.

El accidente fue clasificado como de nivel 3 en la escala INES, solo uno por debajo del accidente de Three Mile Island (EE UU) en 1979. Si la temperatura hubiera subido tan solo tres grados más, las consecuencias hubieran sido de dimensiones indescriptibles, ya que se hubiera fundido el combustible del reactor, como en TMI.