El muro israelí en Palestina. Colectivo Palestina Lliure, Valencia. Artículo publicado en la revista El Ecologista nº 43, primavera 2005

La ocupación de Palestina por el ejército israelí ha supuesto un constante ataque contra los derechos humanos. Uno de los últimos y más graves ha sido el diseño y construcción, desde el verano de 2002, de un muro que pretende separar no sólo los territorios palestinos ocupados del territorio israelí, sino a los propios palestinos entre sí. La primera fase de su levantamiento ha causado importantes impactos en la vida cotidiana de los palestinos y en su medio ambiente. En este último ámbito, vital para la economía de las poblaciones palestinas cisjordanas –muy ligadas a la agricultura– la información que nos llega a través de los medios de comunicación rara vez pasa más allá de un simple comentario anecdótico. Este artículo pretende paliar ese vacío informativo.

En 1947, la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas propone la división de Palestina en un estado judío y otro árabe. Para el estado judío se destinaría un 56% del territorio con una población de 499.000 judíos y 510.000 árabes palestinos, mientras que el estado árabe, con un 43% del territorio, acogería a 747.000 palestinos y 10.000 judíos. Los árabes rechazaron este reparto y los conflictos crecieron hasta que, en mayo de 1948, la comunidad judía declaró unilateralmente la creación del Estado de Israel, acto que desencadenó la intervención militar de los estados árabes vecinos: la guerra de 1948, en la que el Estado de Israel se apropia del 78% de la Palestina histórica provocando la expulsión de sus tierras y hogares de unos 800.000 palestinos. Tras el armisticio, se dibuja entre Cisjordania e Israel una frontera denominada Línea Verde y la ONU adopta entonces la resolución 242 por la que el Consejo de Seguridad pedía a Israel la retirada de los territorios palestinos ocupados (TT OO).

En 1967, Israel se hace militarmente con el 22% restante de la Palestina histórica: Gaza y Cisjordania. Desde entonces hasta nuestros días el Estado israelí ha promovido una efectiva campaña de construcción de asentamientos judíos dentro de los TT OO. Estos asentamientos –totalmente contrarios al derecho internacional– han tenido como resultado la fragmentación del territorio palestino, hecho que dificulta enormemente la constitución de un estado palestino viable.

Espacios naturales en Palestina

Pese a ser una zona muy antropizada desde tiempos inmemoriales, Palestina dispone aún de interesantes espacios naturales de gran valor ecológico y de zonas donde la actividad humana se ha desarrollado en armonía con el medio. Estas zonas, protegidas en muchos casos por los propios palestinos, sufren no pocos ataques por parte de las autoridades de Israel. Tal es el caso, por ejemplo, de Wadi Al-Majrur, en el distrito de Belén, una bella zona de campos de cultivo y bosques en los que afloran numerosos manantiales. Las autoridades israelíes han confiscado tierras en esta región para construir asentamientos ilegales; estos asentamientos y sus correspondientes vías de comunicación han causado un impacto muy negativo en estos valiosos parajes y en la capacidad palestina de gestión de sus propios recursos naturales. Otro tanto ocurre en Qenya, cerca de Ramallah, un lugar muy rico en fuentes donde perviven olivos plantados en época romana y abundan las gacelas. Aquí, los asentamientos ilegales han provocado un alarmante descenso del nivel freático. Las escasas zonas boscosas palestinas tampoco se libran de agresiones: en la región de Umm as-Safa (donde anida el águila pomerana) el ejército israelí realiza entrenamientos militares y el bosque de Umm ar-Rihan, cerca de Yenín, ve disminuir su extensión debido a los asentamientos ilegales.

En este estado de cosas, en el que ni los más valiosos enclaves palestinos son respetados por los planes de expansión israelíes, la construcción del muro está propiciando una vuelta de tuerca más en la expropiación de los bienes palestinos, de sus recursos naturales y paisaje.

¿Qué es el muro?

En junio de 2002 Israel comienza a levantar lo que enfáticamente se ha denominado “barrera de separación” o “muro de seguridad”. La muy difundida excusa que acompaña a la construcción de esta infraestructura es la de la protección de los israelíes frente al ataque de los terroristas palestinos.

Sin embargo, los planos del proyecto y lo construido hasta ahora muestran bien a las claras los verdaderos objetivos israelíes: llevar a cabo la política expansionista del gobierno sionista, mediante la apropiación de más del 50% de la tierra; la anexión de Jerusalén, la apropiación de los recursos hidrológicos de Cisjordania (aproximadamente el 85%), la anexión de los asentamientos israelíes en territorio palestino, la consecución de más tierras para los asentamientos y el aislamiento de determinados enclaves palestinos para facilitar su control.

El muro adopta diferentes formas a lo largo de su recorrido. En Qalqiliya es una pared de hormigón de ocho metros de altura provista de torreones de vigilancia. En otras zonas se torna una sucesión de vallas metálicas –algunas electrificadas– coronadas de alambre de espino y complementadas con cámaras de vigilancia, senderos de arena para permitir la impresión de huellas, fosos, zonas de amortiguación y vías de servicio para los vehículos de la policía fronteriza israelí. Toda esta panoplia (1) posee una anchura de entre 70 y 100 metros.

La primera fase

Los primeros 145 kilómetros de muro construidos en la primera fase (actualmente ya se va por los 500 km y el objetivo final son 700) se extienden desde la aldea de Zububa, en el distrito de Yenin, hasta ´Azzun ´Atma, en Qalqiliya, zonas en las que habita el 22% de la población cisjordana.

El muro no ha respetado en ninguno de los dos distritos la Línea Verde y su construcción se ha introducido hasta 6 km dentro de territorio palestino, lo que ha dejado del lado israelí cerca de 122.000 m2. El sinuoso trazado del muro ha dejado decenas de enclaves palestinos aislados, separando a la población de sus tierras de cultivo, fuentes y servicios públicos, lo que implica, entre otras cosas, la imposibilidad de acceder a los centros educativos o de atención médica y la obligación de superar puertas y cancelas para ir a labrar los campos.

Sólo en su primera fase la construcción del muro ha supuesto la destrucción de 30 km de conductos de agua, la friolera de 102.320 árboles arrancados (en su mayoría olivos), la demolición de 85 edificios comerciales (2) y de decenas de cobertizos agrícolas, junto con la confiscación y construcción de los 14.680 m2 que ocupa el propio muro.

Sesenta y cinco comunidades se han visto afectadas directamente por el levantamiento del muro, es decir, unas 206.000 personas. De estas comunidades, 51 han visto interrumpido su acceso a la mayor parte de sus tierras de labor y pastoreo, hecho que, teniendo en cuenta la precaria situación de la economía palestina en los últimos años, está poniendo en peligro la propia supervivencia de los habitantes de estas zonas, obligados a practicar una agricultura y ganadería de subsistencia.

Cabe señalar que las tierras que han quedado entre la Línea Verde y el muro son de las más fértiles y ricas en recursos hídricos de Palestina. La construcción de la primera fase del muro, ha supuesto la anexión de facto del lado israelí de más de 80.000 m2 entre los que se encuentran plantaciones de frutales, cultivos con sistemas de irrigación, huertos de olivos, bosques y zonas de vegetación esclerófila y pastizales.

Campaña contra el muro del apartheid

Armadas con cebollas partidas –remedio casero contra los efectos de los gases lacrimógenos– las mujeres de las aldeas afectadas por la construcción del muro se enfrentan a los policías israelíes que protegen a operarios y obreros. Frente a los cantos y lemas de protesta, la policía responde con bombas de humo, balas de goma y explosivos de shock. En los huertos donde los olivos son arrancados a centenares para facilitar el avance del muro, la policía de fronteras israelí encierra en cobertizos de labranza a los viejos labradores que acuden a defender sus cultivos y golpean con saña a los jóvenes que se atreven a protestar.

El levantamiento del muro se está realizando con la habitual violencia empleada por el estado israelí, pero una eficaz campaña de oposición (3) ha conseguido hacer llegar a numerosos puntos del planeta las consecuencias de esta agresión.

En el Estado español, numerosos grupos de solidaridad con Palestina llevan meses realizando campañas de concienciación, promoviendo el boicot a los productos israelíes y demandando la suspensión del Acuerdo de Asociación entre la UE e Israel (4). La sentencia del Tribunal de La Haya de 9 de julio de 2004 insta a Israel a detener la construcción del muro y destruir lo levantado, restituyendo las propiedades confiscadas y compensando adecuadamente a las poblaciones afectadas. Esta sentencia no ha sido reconocida ni acatada por Israel, ante la mirada impasible de la comunidad internacional que continúa manteniendo relaciones políticas y comerciales normales con el Estado judío. Una vez más, las reivindicaciones legítimas del pueblo palestino, amparadas por el Derecho Internacional, se quedan en papel mojado.

Notas

1 Cada kilómetro del muro tiene un coste de unos dos millones de dólares.

2 También han sido demolidas varias casas, destruidos 14 km de carreteras, etc.

3 Campaña que reúne a un gran número de entidades y organizaciones palestinas entre las que se cuentan grupos ecologistas, asociaciones de agricultores, comités de salud… y a las que se han sumado asociaciones israelíes como Green Action, Anarquistas contra el muro o Ta´Ayush.

4 Cabe recordar que España ha vendido en la última década armamento a Israel por valor de 15,8 millones de euros.