Los países industrializados, con la UE a la cabeza, pervierten el espíritu de las negociaciones en Bangkok al poner los intereses empresariales por delante de la lucha contra el cambio climático y la justicia social.

En estos momentos el foco de atención de las negociaciones se encuentra en la transferencia de financiación que deben realizar los países industrializados al resto de países para que puedan enfrentarse al cambio climático y ofrecer a sus habitantes una vida digna con métodos alternativos a la emisión de grandes cantidades de CO2. Se sigue esperando el supuesto liderazgo de la UE ya que su planteamiento en Bangkok, a menos de un mes de la última cumbre en Barcelona antes de la definitiva de Copenhague, ha despertado el rechazo y la incomprensión de una amplia mayoría.

Mientras que los países del Sur global aspiran a una estructura de financiación que esté en la línea de la Convención de Naciones Unidas para el Cambio climático (multilateral y pública) y directamente gobernada por la Conferencia de las Partes (COP), la UE y los Estados Unidos de América, en una muestra más de su desconfianza a los valores democráticos que promueven, pretenden que sea un organismo de fuera de la Convención, y con una trayectoria nefasta para los países del Sur, como el Banco Mundial quien la gobierne y dirija. Asimismo, consideran que dicha financiación debe provenir de fuentes privadas, con lo que su cuantía será menor de lo que dictan las necesidades, ya que las empresas privadas buscan su propio beneficio económico y no compensar las desigualdades que han provocado.

Por otra parte, la UE ha bloqueado en Bangkok la negociación sobre el mecanismo del REDD (Reducciones por Deforestación y Degradación Evitada), demostrando nuevamente su dudoso espíritu constructivo. En esta ocasión se ha opuesto a que no se permita la transformación de los bosques naturales en plantaciones u otros usos del suelo, a pesar de que esa prohibición evitaría la emisión de enormes cantidades de CO2 y la conservación de la biodiversidad en dichos lugares.

La lucha contra el cambio climático requiere un acuerdo para el futuro en el que se reduzcan drásticamente las emisiones de CO2 y en el que se aseguren las condiciones de vida de todos y todas las habitantes del planeta. Son los países responsables del problema, y del modelo socioeconómico que lo provoca, quienes deben comprometerse a lograr ambos objetivos. Nunca serán las víctimas quienes deban hacerlo.