En 1993, una docena de personas dimos vida en Marchena a una nueva Asociación de carácter conservacionista: nuestro Taller Verde. Nos unía la preocupación por la situación en que se encontraba el medio natural de nuestro pueblo y, lo que era peor, las pocas perspectivas de que la situación fuera a mejorar a corto plazo. Aquí ocurre lo habitual en estos pueblos de la campiña sevillana: el deterioro del río (en este caso, el Corbones); la usurpación por la agricultura y las urbanizaciones ilegales de las vías pecuarias; la tala de las últimas encinas y alcornoques; los atentados contra la fauna protegida; la inexistencia de lugares para el esparcimiento; la falta de árboles…; y lo que complica todo un poco más: el alejamiento de los ciudadanos en su relación con el medio natural y la inexistencia de políticas de conservación en las instituciones más próximas. Así, dejamos claro en nuestros estatutos cuáles iban a ser las cuatro áreas en las que íbamos a trabajar: estudio y conservación del medio natural; educación ambiental; medio ambiente y desarrollo; y actividades en la naturaleza.

De esa docena de personas fundadoras de nuestra asociación, nueve son maestras y maestros. Estaba presente el carácter de servicio a la sensibilización: concienciación en definitiva para el cambio de mentalidad. Mejorar algunas cosas en el pueblo o en su entorno, pasaba por cambiar la forma de pensar de la mayoría, desde arriba hasta abajo.

Empezamos por lo normal en estos casos: plantaciones participativas de árboles (los primeros años los comprábamos a 60 pesetas en Villanueva del Río y Minas; y más adelante creamos nuestro propio vivero, del que cada año salen más de 1000 plantones que completamos con los del programa Un andaluz, un árbol); campañas en contra de los árboles vivos en la Navidad (con las que continuamos); y organizando actividades en la Naturaleza, de las que se beneficiaban colectivos como grupos de mujeres, asociaciones de vecinos, ex toxicómanos, jóvenes, adultos, escolares…

Con el tiempo se fue confirmando nuestro carácter divulgativo al realizar campañas de concienciación muy diversas: desde la implantación del reciclaje como «nueva forma de vida», hasta el impulso al Comercio Justo; del censo de aves protegidas (cigüeñas, cernícalos, aguilucho cenizo…), hasta el censo de todos los árboles autóctonos que quedaban vivos en el término municipal; desde la reivindicación por el deslinde y protección de las vías pecuarias, hasta declarar a Marchena «Ciudad libre de PVC».

En todas estas actividades han estado presentes desde el principio los jóvenes, los niños y las niñas. Comenzaron su acercamiento a esta problemática en la escuela, bien de la mano de sus tutores más sensibilizados, o por su pertenencia a los Talleres de Educación Ambiental que funcionaban en dos colegios desde tres años antes. Sin su concurso, prácticamente no hubieran tenido sentido muchas de nuestras acciones. Han sido a veces protagonistas de nuestras desilusiones y de nuestras mayores satisfacciones. Hoy en día su presencia, su persistencia, es para nosotros motivo de orgullo. Ahora el Grupo Joven se encarga de coordinar sus propias actividades y dinamizar el Taller Verde Infantil, compuesto por niños y niñas hasta los doce años de edad, que se reúnen los sábados.

Junto a esta labor de educación ambiental, también hemos tenido que afrontar momentos tristes, insultos, amenazas, que vienen de la mano de la intolerancia, del miedo a perder algunos metros de tierra arrebatada… Hemos tenido también que actuar con denuncias, enfrentamientos, exigencias; en definitiva, hemos tenido que defender el patrimonio de todos con la ley: con unas leyes ambientales que muy poca gente cumple y casi nadie se encarga de hacer cumplir. A la falta de medios estructurales se ha sumado en muchas ocasiones el desinterés de la administración más cercana o más lejana.

Como botón de muestra recordemos algunos malos momentos que han resultado inevitables cuando abordamos algunos temas «espinosos». Nos hicieron mucho daño en su momento, nos desilusionaron, nos desesperanzaron, pero ahora, con el paso del tiempo, nos han fortalecido. Así, cuando desarrollamos la campaña de señalización de vías pecuarias ­en la que colocamos un cartel en cada una de las 19 cañadas, cordeles o veredas­ nos arrancaron y destrozaron al día siguiente de ponerlo el cartel de la Cañada Real de Paradas. Cuando pusimos más de 150 plantones en el Cordel del Bajonar, nos arrancaron y quemaron todos los árboles; pero, sin rendirnos, reforestamos allí durante tres campañas más; sin embargo hoy no queda ni un solo árbol. Cuando iniciamos hace más de cuatro años la campaña de recuperación del Arroyo del Lavadero ­en la que recogimos 2700 firmas- nos prometió el alcalde que se iniciarían las obras al día siguiente de disponer de los permisos necesarios; ahora que ya hace meses que se tienen, se nos pide años de espera, de paciencia. Cuando el Ayuntamiento decidió construir por fin una zona de esparcimiento, eligió un lugar en el que lo primero y único que se hizo fue arrasar con la excavadora 350 árboles ­plantados unos años antes por nosotros­ para limpiar y uniformar la zona; de esto hace tres años; hoy el lugar se encuentra ocupado por jaramagos y cardos: ni mesas, ni barbacoas, ni árboles.

Pero volvamos a lo esencial. Comentábamos antes que nuestra fuerza reside en los jóvenes: los que conducen el Taller Verde Infantil de los sábados; los mismos que proyectan las campañas, que reparten periódicos (previamente participan en su elaboración), carteles y panfletos, que organizan talleres para el verano, que colaboran en las actividades que se organizan; los que llevan el mensaje a sus casas, a sus amigos y amigas, a la escuela y el instituto; los que empezaron en los Talleres de Educación Ambiental en los colegios, y ahora siguen años más tarde con sus propias iniciativas. Unos están en la Universidad; algunos ya han terminado. Otros están en la oficina, la herrería, el instituto, el taller, el paro… Ellos nos acompañaron de niños en el Cabril, luego en Nerva, y ahora son monitores. En la actualidad trabajan en los proyectos, ocupan cargos y bregan con los que vienen detrás. Ellos y ellas ya saben cuál es el camino para colaborar. Ya se han implicado. Ellos y ellas ya han cambiado de mentalidad.

El último ejemplo lo hemos vivido con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente el pasado 5 de junio. El Taller Verde-Ecologistas en Acción de Marchena puso en la calle una campaña bajo el título Mejorar para conservar: Marchena entre todos. En ella intentamos, entre otros objetivos, sensibilizar a la sociedad marchenera sobre la necesidad de participar todos y todas en la conservación de la naturaleza y el medio ambiente del planeta mediante la acción concreta en nuestro pueblo. Hacer ver que en nuestro trabajo, con nuestro consumo, desde nuestra casa, en nuestro acercamiento al medio natural, en definitiva en nuestra vida diaria, tenemos la oportunidad de conservar o agredir, de construir o destruir. Una actividad que cuenta con una campaña de sensibilización que incluye materiales de divulgación, medios de comunicación, mesas redondas…, y una exposición de 41 fotografías que en gran tamaño reflejan los problemas ambientales de Marchena, tanto en el medio natural como en el urbano. Esta exposición está recorriendo el pueblo y los centros educativos; está a disposición de quien la solicite.

La idea de implicarnos individualmente debe presidir cualquier acción que, en materia de educación ambiental, se acometa en la escuela; o, como en este caso, fuera de ella. Pese a resultar obvio, este principio es el caballo de batalla de todos los que de alguna forma trabajamos en la educación ambiental; que las personas establezcan una relación entre los pequeños gestos individuales y sus efectos sobre el medio ambiente global. Hacer ver que la acción individual es el inicio del camino, el primer paso para, más adelante, con otros y otras, acometer proyectos de recuperación y concienciación; y, por último, exigir y presionar a las instituciones y poderes públicos para que culminen este cambio de mentalidad social con medidas concretas, que garanticen la conservación de la naturaleza y el medio ambiente, en la que incluimos la mejora de las relaciones de los seres humanos entre sí.