Salamanca ha sido tradicionalmente una ciudad hostil y reacia al uso de la bicicleta como alternativa de movilidad sostenible y saludable. Existen muchos prejuicios y tópicos entre los salmantinos sobre la inviabilidad de la bicicleta en nuestra ciudad: que si hace frío -cuando se utiliza en Europa del Norte- que si hace calor -cuando se usa masivamente en Sevilla- que si hay cuestas -cuando se utiliza en ciudades alpinas-, etc.. A esta mentalidad ha contribuido notablemente la actitud de las autoridades municipales que conciben la bici como un obstáculo al paso de los contaminantes automóviles.

Así Salamanca es una de las ciudades más reacias a construir una verdadera red de vías urbanas para bicicletas, ideadas en principio como algo arrinconado en un parque junto al río y alejado de las calles más transitadas. Si es habitual ver al conservador alcalde de Londres ir diariamente a su trabajo en bicicleta, imaginen a Lanzarote subido en una Mountainbike para ir a inaugurar un parque en la periferia. En la ciudad inglesa es un acto de orgullo y en Salamanca a su alcalde le daría vergüenza.

A pesar de ello, y gracias al dinero regalado por el plan E de ZP -que si no de qué-, el consistorio se ha decidido a “pintar” un carril bici por determinadas avenidas de la ciudad que fueron urbanizadas no hace tanto sin lugar alguno para la bicicleta. Ahora, de forma improvisada y al margen de las más elementales normas de seguridad vial, se está pintando literalmente un carril bici a expensas de los sufridos peatones, invadiendo las aceras y lugares de descanso y reduciendo éstas de tal forma que no sirven ni para circular a pié ni para ir en bicicleta. Trazados imposibles, cruza de derecha a izquierda de la avenida, de izquierda a derecha, zig-zag, trazados oblicuos en las aceras desplazando a peatones y dejando que los automóviles sigan acaparando el 80% del espacio de nuestros viales como si fuera el señor absoluto de la ciudad.

Si de algo no se han enterado los gestores salmantinos es que la implantación de la bici en las ciudades europeas implica considerar a ésta como un medio de transporte saludable, sostenible y no contaminante ni ruidoso, siempre a expensas y desplazando al automóvil, nunca a los peatones. Los verdaderos carriles bici deben instalarse preferentemente en las calzadas de los automóviles, protegidos con estructuras fijas, estrechando aquellas, y en muchos casos suprimiendo carriles de coches, con el fin de ir sustituyendo, como se hace en el resto de Europa, coches ruidosos, contaminantes y que matan personas, por bicicletas saludables, silenciosas y no contaminantes. Eso son carriles bici, lo demás son pintarrajeos en las aceras.