A punto de finalizar su construcción, por fin podemos evaluar en su justa y real medida la incontestable presencia del frontón del Revellin ubicado en pleno parque del Ebro. Y lo que en un principio se proyectó para recuperar la histórica fachada norte de Logroño, liberándola del frontón existente, ha acabado convirtiéndose en un despropósito paisajístico en una de las principales zonas verdes de la ciudad de Logroño.

Este edificio deportivo, a pesar de estar semienterrado, supone un evidente atentado contra el entorno histórico del Revellín en donde se concentran un conjunto de vestigios arqueológicos que constituyen una parte importante de la historia de esta ciudad. En primer lugar, rompe la continuidad física del parque del Ebro y de su masa arbolada como espacio lineal a lo largo del río, imponiendo, en medio de un corredor verde de reducida anchura, un elemento extraño y voluminoso. Por el contrario, crea un espacio marginal entre las traseras de la pared lateral del frontón y el actual aparcamiento de coches ubicado sobre una parcela elevada, marginalidad que, a buen seguro, acabará convirtiéndolo en el consabido urinario al aire libre.

Por otra parte, este edificio impacta negativamente en la imagen de la fachada histórica de Logroño al situarse entre el puente de hierro y la pasarela peatonal, fachada que se pretende recuperar con el hilo conductor de los restos de la muralla norte que la bordean. Resulta difícil entender qué hace este mamotreto justo delante de esta fachada que, desde hace tiempo, se intenta despejar de elementos añadidos de más reciente construcción como las casas de la calle Norte, y una vez eliminadas las de la antigua calle Intendencia. Frontón, cuya cubierta también es visible en invierno desde el interior de la ciudad si dirigimos la vista desde el Revellín hacia el parque del Ebro, rompiendo la continuidad de su dosel arbóreo.

Asistimos, una vez más, y al margen de su supuesta legalidad no prevista en el Plan General, a la típica actuación improvisada y a corto plazo con que algunos políticos populistas nos obsequian de vez en cuando y, en donde para resolver el problema del antiguo frontón, se crea otro de igual o de mayores dimensiones y de carácter más irreversible. Sería interesante saber si antes de decidir su actual ubicación, que parece ser corresponde a un segundo intento tras la aparición de un colector en el primer emplazamiento, se ha tenido en cuenta la ordenación prevista o esbozada en el Plan Director de Valbuena, elaborado por los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla. Plan, que en su momento fue objeto de un concurso de ideas y cuyo objetivo principal consistía en la puesta en valor de esta zona histórica de Logroño.

Proteger el patrimonio histórico, cuestión ésta que tanto preocupa a nuestros representantes políticos y que suele ser utilizado como arma arrojadiza entre ellos –véase ruinas del torreón del Puente de piedra, pinturas murales de la Estación de ferrocarril, etc.- no consiste exclusivamente en conservar edificios aislados sino en preservar, en la medida de lo posible, el entorno en el que se erigieron. Es evidente que este pequeño espacio físico en donde se concentra un trozo de la historia logroñesa que queremos recuperar (murallas, convento de Valbuena, casa de la Inquisición) es incompatible con la construcción a escasos metros de un moderno frontón cubierto. Si, como parece previsible, en un futuro próximo se iniciaran los trabajos de recuperación de los restos arqueológicos del actual aparcamiento de coches, su posición de atalaya respecto del parque del Ebro se encontraría visualmente cercenada por una pared vertical situada en medio del parque.

Antes de iniciar semejante actuación hubiera sido más lógico rediseñar el citado Plan Director y estudiar el posible encaje del frontón en esta zona o en otras cercanas, en lugar de llevar a cabo una actuación puntual e inconexa movida por las urgencias políticas. A modo de ejemplo, ese mismo edificio deportivo podría haber encajado con bastante menor impacto paisajístico en otros espacios libres próximos al río Ebro como, por ejemplo, en la zona de El Cubo, en cuyo entorno, sin ningún valor histórico y con edificios de reciente construcción, apenas hubiera desentonado.

Como ya parece ser costumbre en el reciente proceso de construcción de esta ciudad, caso de la remodelación de la Gran Vía, volvemos a asistir a una nueva actuación desacertada y guiada por el tener que hacer algo, lo que sea y como sea y sin apenas participación ciudadana, en el breve periodo de 4 años que conceden las elecciones municipales. En este caso además con una actuación más impactante por situarse en el entorno del Casco Histórico de Logroño y en una de las principales zonas verdes de esta ciudad como es el parque fluvial del Ebro. Y aunque la imaginación de algunos representantes políticos no tiene límites, nos queda el consuelo de que ya no hay muchos espacios urbanos de interés por desvencijar y que la actual crisis económica tampoco les permite abordar proyectos de mucha envergadura, para lo bueno y para lo malo.

Rafael Fernández Aldana, Ecologistas en Acción