Miles de personas se han manifestado el Día Internacional de la Lucha Campesina en Madrid bajo el lema “Por una Alimentación y una Agricultura Libre de Transgénicos”. Agricultores, ecologistas, ONG, sindicatos, colectivos sociales y políticos y consumidores de todo el Estado han recorrido la ciudad hasta las puertas del Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino (MARM) exigiendo al Gobierno que prohíba el cultivo de maíz transgénico.

El Estado español es el único país de la UE que cultiva transgénicos a gran escala. El año pasado, fueron 76.000 las hectáreas cultivadas con maíz modificado genéticamente (MON 810). Este cultivo se desarrolla bajo una absoluta falta de transparencia y control, con numerosos casos de contaminación de cosechas y alimentos convencionales y ecológicos. Aún así, el Gobierno ignora sus impactos sociales, económicos y ambientales, y las consecuencias sobre la salud y la biodiversidad que han llevado a otros países a prohibirlo.

Nos encontramos en el semestre de Presidencia Española de la UE, y el Gobierno tiene, si cabe, aún más responsabilidad para impulsar otro modelo de agricultura y alimentación. Sin embargo, cuando la Comisión Europea aprobó hace pocas semanas el cultivo de una patata transgénica, España fue uno de los pocos países que apoyó esta decisión.

La multitudinaria manifestación supone el acto central de una semana de acciones contra los transgénicos, con decenas de protestas, charlas y acciones informativas por todo el Estado y también ante las embajadas de otros países europeos. Las organizaciones convocantes consideran que esta movilización supone una demanda clara y contundente al Gobierno para que actúe en defensa del medio ambiente, la agricultura y los derechos de los consumidores, y prohíba el cultivo, la importación y el uso de productos agro-alimentarios transgénicos en el Estado Español.

En la manifestación, que ha transcurrido en un ambiente festivo, sus asistentes corearon gritos como «Elena Espinosa, es una mentirosa» o «No, no, transgénicos No».

El acto ha concluido con la lectura ante el ministerio de Agricultura de un manifiesto por parte de José Luis Iranzo, miembro del Consejo de COAG, y Carmen Freire, secretaria general del Sindicato Labrego Galego.

Según Iranzo, «se han demostrado daños para la salud de transgénicos autorizados para alimentación humana, multiplican el uso de productos químicos en el campo, no han demostrado ser más productivos y sus negativos impactos sobre el medio ambiente están más que documentados».

A su vez, ha asegurado que «provocan un deterioro y pérdida de la biodiversidad agrícola, favoreciendo la privatización y control de las semillas por unas pocas compañías y amenazando la diversidad de los cultivos, la agricultura campesina y el futuro de la agricultura mundial».

Por su parte, Freire ha indicado que seguirán luchando hasta que consigan que el Gobierno «haga una apuesta real por un modelo de agricultura sostenible que genere empleo en el medio rural, produzca alimentos sanos y de calidad y garantice nuestra soberanía alimentaria y la de todas las personas del planeta».

Por último, ha pedido, en nombre de los asistentes, la «prohibición inmediata del cultivo de maíz transgénico» en España.

La manifestación ha sido convocada por PLATAFORMA RURAL (ACSUD Las Segovias País Valencià, Amigos de la Tierra, Cáritas Española, Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI), Centro de Iniciativas para la Cooperación bata (CIC BATA), Centro de Investigación y Formación en Actividades Económicas Sostenibles (CIFAES), Colectivo Tierra de Campos, Colectivos de Acción Solidaria (CAS), Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU), Coordinadora de Agricultores y Ganaderos (COAG), Ecologistas en Acción, Entrepueblos, Fundación Emaus, Movimiento de Jóvenes Rurales Cristianos (MJRC), Movimiento Rural Cristiano (MRC), MUNDUBAT, Red África Europa, Red de Semillas “Resembrando e Intercambiando”, Sindicato Obrero del Campo de Andalucía (SOC), Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), SODEPAZ, Universidad Rural “Paulo Freire” (U.R.P.F.), Veterinarios sin Fronteras (VsF), Xarxa de Consum Solidari) y Greenpeace, con el apoyo de CC.OO., la Confederación Española de Madres y Padres del Alumnado (CEAPA) o el Consejo de la Juventud de España, entre otras muchas organizaciones.

Manifiesto
Por una alimentación y una agricultura libres de transgénicos

Desde hace más de diez años, el Estado español es el único estado miembro de la Unión Europea que cultiva transgénicos a gran escala. Y lo hace con una absoluta falta de transparencia y control. Nadie sabe dónde están estos cultivos, nadie evalúa sus daños, nadie asume responsabilidades.

Muchos países europeos han prohibido el cultivo de maíz transgénico: Francia, Alemania Polonia, Austria, Luxemburgo, Grecia o Hungría. Y lo han hecho basándose en evidencias científicas sobre sus daños al medio ambiente, en las incertidumbres sobre sus efectos en la salud humana y animal, y en la imposibilidad de proteger la agricultura convencional y ecológica de la contaminación genética.

Mientras, aquí, más 76.000 hectáreas de maíz modificado genéticamente contaminan nuestros campos y nuestros alimentos, poniendo en peligro los modelos de agricultura más sostenibles.

La agricultura convencional y la ecológica están en peligro por los múltiples casos de contaminación. Agricultores y agricultoras que habían optado por practicar una agricultura responsable con el medio ambiente, por producir alimentos sanos y de calidad, ven como todos sus esfuerzos e ilusiones se pierden por culpa de la avaricia de unas multinacionales con la complicidad del Gobierno estatal.

Los consumidores y consumidoras estamos además indefensos ante la introducción, en contra de nuestra voluntad, y sin que en la mayoría de los casos podamos evitarlo, de transgénicos en nuestra alimentación. Según reconoce el Gobierno, el 15% de los alimentos con soja o maíz, ya están contaminados. Y hace pocas semanas, de una forma antidemocrática, y pese sus riesgos, se aprobó el cultivo de una patata transgénica. Una patata destinada a la industria, que si no hacemos algo terminará en nuestros platos.

Los cultivos transgénicos se introdujeron hace ya más de 12 años con la promesa de acabar con el hambre y la pobreza, de producir alimentos más sanos, nutritivos y baratos, de solucionar los problemas de los y las agricultores y muchas otras promesas. No se ha cumplido ninguna de estas promesas, todas han resultado ser falsas.

Así vemos como sucesivos gobiernos han autorizado y siguen autorizando la liberación de seres vivos extraños en nuestros campos y en nuestros platos a pesar de que:

- Se han demostrado daños para la salud de transgénicos autorizados para alimentación humana.
- Multiplican el uso de productos químicos en el campo.
- No han demostrado ser más productivos.
- Sus negativos impactos sobre el medio ambiente están más que documentados.
- No aportan ninguna mejora en la calidad de los alimentos, solo grandes incertidumbres.
- Provocan un deterioro y pérdida de la biodiversidad agrícola, favoreciendo la privatización y control de las semillas por unas pocas compañías y amenazando la diversidad de los cultivos, la agricultura campesina y el futuro de la agricultura mundial.
- Su introducción no soluciona el hambre ni la pobreza, sino que agrava los problemas existentes, minando la soberanía alimentaria de los países del Sur.
- Ponen la alimentación mundial en manos de unas pocas multinacionales, las únicas beneficiadas por estos cultivos.

En definitiva, los transgénicos no son más que el último exponente de un modelo de agricultura, industrial e intensiva que produce alimentos de mala calidad y dudosa seguridad a costa de destrozar la sostenibilidad de la agricultura local, el medio ambiente y poner en riesgo nuestra salud y el futuro de la alimentación en todo el mundo.

En nuestra lucha contra los transgénicos estamos hablando de agricultura, de alimentación, pero también de un mundo rural vivo, de una vida digna de las gentes del campo, de respeto al medio ambiente, de quién controla la alimentación mundial, de quién provoca y quién se beneficia de las crisis alimentarias. Hoy miramos a la situación del Estado español, pero nos solidarizamos también con los otros pueblos del mundo cuya agricultura y alimentación están siendo destrozadas por los transgénicos.

Nos hemos reunido en Madrid gentes venidas de todos los puntos del Estado para volver a expresar nuestra decepción, nuestro cansancio, y nuestra rabia tras años de ver cómo los distintos gobiernos y administraciones del Estado español dejan que las multinacionales experimenten con las personas y con el medio ambiente.

Y en estos meses, en los que España ocupa la presidencia de turno de la Unión Europea, el Gobierno tiene si cabe aún más responsabilidad para poner freno a este sinsentido. ¡Estamos hartos de vivir en el único país europeo que cultiva transgénicos a gran escala ¡

Por todo ello queremos decir basta. Queremos una alimentación y una agricultura 100% libres de transgénicos. Durante años nos hemos movilizado, y durante este mes de abril hemos hecho y haremos cientos de actos y actividades para pedir de forma contundente a los Gobiernos estatal y autonómicos que cambien su actitud.

No vamos a parar. Seguiremos luchando hasta que consigamos que el Gobierno haga una apuesta real por un modelo de agricultura sostenible, que genere empleo en el medio rural, produzca alimentos sanos y de calidad, y garantice nuestra soberanía alimentaria y la de todas las personas del planeta.

Y el primer paso, fundamental, nuestra exigencia irrenunciable al Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, a la Ministra Espinosa, y al Gobierno del PSOE es la prohibición inmediata del cultivo de maíz transgénico en el Estado español, así como de cualquier otro experimento a campo abierto con organismos modificados genéticamente.

¡Por una alimentación y una agricultura 100% libres de transgénicos!