Hace más de 25 años del encarcelamiento en el Estado español del primer objetor de conciencia, al que siguieron otros jóvenes que forzaron la regulación del derecho de objeción de conciencia. Más tarde, muchos objetores en torno al Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC, hoy Alternativa Antimilitarista) apostaron por la Insumisión ante la falta de alternativa al militarismo que suponía la Prestación Social Sustitutoria. El alto precio pagado por estos antimilitaristas (hasta 2,5 años de prisión) tuvo su resultado: el Servicio Militar Obligatorio fue abolido.

La lucha anti-OTAN, si bien no ganó el referéndum, sí que evidenció la capacidad movilizadora y la fuerza del movimiento ecopacifista español, alcanzándose unas cuotas de movilización que muchos aún recuerdan. Otras luchas significativas fueron contra la primera guerra de Iraq, que volvió a sacar a miles de personas a la calle, y la guerra de la ex-Yugoslavia. A su vez, la lucha que numerosos colectivos venimos planteando contra las bases norteamericanas en suelo español han venido respaldando año a año estas movilizaciones antimilitaristas y ecopacifistas.

Veinticinco años después del inicio del movimiento ecopacifista, en parte favorecido por las movilizaciones antiglobalización iniciadas en Seattle, Praga o Génova y por la articulación en torno al Foro Social Mundial y el Foro Social Europeo, el ecopacifismo vivió una segunda juventud algo menos articulada pero con una movilización desconocida: las enormes manifestaciones que provocó la invasión de Iraq en 2003 son sin duda un reflejo de esta situación.

Hoy, sin embargo, la guerra parece haberse impuesto como uno de los pilares que sustentan a la globalización que ha colonizado nuestras vidas, las violaciones a los derechos humanos son más flagrantes que nunca y el artículo 140 de la nueva Constitución Europea obliga a los estados a seguir invirtiendo y desarrollando el militarismo con vistas a la construcción de un potente euroejército.

Es por ello que el ecopacifismo conserva todas sus razones de ser y se hace necesario seguir luchando por la abolición de la barbarie. De nuestro esfuerzo depende la convivencia humana en nuestro planeta y el fin de esta tan insostenible y demencial actividad de matarnos entre nosotros.

José Mª Trillo-Figueroa Calvo. El Ecologista nº 41