Nació en Ciudad Real en 1953. Vive en Tenerife desde 1966 y a partir de 1995 es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna. Recibió en 2004 el Premio Nacional Lucas Mellada de Economía y Medio Ambiente, distinción otorgada anualmente por el Ministerio de Medio Ambiente. Desde los quince años pertenece al Grupo de Montañeros de Tenerife y ha caminado por doquier en las Islas Canarias y escalado por los Alpes y los Andes. La economía y el medio natural, puntos de partida de una conversación en la que también se habló de democracia y participación.

¿A qué responde el concepto de Economía Aplicada y cómo se ha especializado en él Federico Aguilera?

La Economía Aplicada es una denominación muy genérica y amplia, abarca asignaturas de matemáticas, estadística, economía fiscal, hacienda pública, economía de la salud. Puedes encontrar, en las distintas universidades, distintos contenidos. Aquí, por ejemplo, en la de La Laguna, se estudia economía del turismo, economía del desarrollo, economía del territorio, economía canaria. Es una denominación administrativa, departamental, donde los investigadores aplicamos esquemas teóricos para comprender la realidad.

Yo me especialicé inicialmente en Economía de los Recursos Naturales y del Medio Ambiente, hace ya más de veinte años, cuando aquí ni siquiera existía esa etiqueta de Economía Aplicada. Conseguimos incorporarla al currículo de la facultad y me he dedicado a ella, si bien me he ido especializando en Economía Ecológica, sobre todo en Economía del Agua, la gestión de acuíferos y los trasvases en la Península, y en Canarias en torno a los mercados del agua y aspectos teóricos sobre Economía Ambiental y Ecológica.

¿Qué vínculos podrías establecer entre un concepto como el de Economía Ecológica y el modelo económico que prevalece globalmente?

La Economía Ecológica sugiere que la economía es un subsistema del medio ambiente. Lo decía ya Aristóteles, cuando distinguía entre economía y crematística: economía equivale a la gestión de la casa, del planeta, y la crematística tiene más que ver con los negocios. Sin embargo, hay un divorcio entre negocios y economía, la economía mundial es insostenible porque está absolutamente divorciada de la Naturaleza. Como decía Goethe, “hemos perdido la consciencia de nuestra dependencia de la Naturaleza”. Y no sólo como seres humanos que ignoramos que somos también Naturaleza, sino como consumidores que ignoramos que dependemos de las funciones ambientales de la Naturaleza y creemos que con la tecnología podemos sustituir esas funciones.

Pero el cambio climático nos está mostrando que no podemos sustituirlas, que podemos desalar agua, por ejemplo, en un contexto de escasez física, pero entonces transformaremos la escasez de agua en escasez de energía, porque, a no ser que desalemos con energías renovables, estaremos consumiendo energía fósil y emitiendo CO2. Y somos tan poco conscientes de dónde vivimos, que no se nos ocurre pensar que el recurso más escaso no es la energía fósil, sino la capacidad de asimilación del CO2. Tenemos muchísima energía renovable, sólo hay que captarla adecuadamente. Y en Canarias la cuestión no es introducir más energía, sino ahorrar; el potencial de ahorro y deficiencia energética que tenemos es impresionante, pero no se le presta atención por intereses concretos.

¿Y qué políticas correctoras podrías apuntar en esa línea, la del ahorro?

Recientemente leí en un periódico local que una consultora había hecho un estudio sobre la eficiencia en los hoteles en Canarias, y apuntaba que se puede ahorrar el 40% de la energía que se usa. No sé si somos conscientes de eso. Ahorrar el 40% significa que tenemos un suministro adicional un 40% más elevado. Esto en Estados Unidos se lleva tiempo trabajando con la política energética al menor coste, la Least Cost Planning, que consiste en no permitir aumentar la capacidad de energía instalada hasta que se haya utilizado el potencial de ahorro. Hay, además, un principio muy claro: es más barato ahorrar un kilovatio que generar uno nuevo. Y ahí las tarifas son muy importantes, pudiendo cambiarse por un sistema tarifario que incentive el ahorro, como ocurre con el agua. En Estados Unidos se llama vender negavatios, vender incentivos para el ahorro. Insisto, creo que hay un gran potencial para ahorrar. Primero el ahorro y luego energías limpias, y en Canarias el potencial para las energías alternativas es impresionante.

¿Cuál es tu valoración respecto de la participación ciudadana? ¿Cómo entonces, a tu juicio, deben ser tomadas en cuenta la voz del científico y del estudioso y la del ciudadano común?

Mi evaluación es que los políticos no están interesados en la participación ciudadana real, le tienen miedo. Porque ellos, a menudo, dan la solución antes de plantear el problema y porque hay intereses empresariales o de quienes financian los partidos y se insiste entonces en determinadas opciones. Por ejemplo, el tema del puerto en Granadilla. En un artículo publicado por el expresidente de Unelco, Antonio Castellano, leía algo que también hemos dicho desde la Asamblea por Tenerife: el gas no hace falta en Canarias, es simplemente una cuestión de negocios privados, no va a resolver ningún problema. Él se lo dice a los políticos en su artículo.

¿Cómo influimos desde la Universidad? Pues muy poco, porque, y es mi percepción, los políticos quieren una Universidad obediente, que les dé la razón en sus cuestiones, pero no que piense por cuenta propia y abra los problemas. Yo creo que la participación real no les interesa, porque ésta empieza por compartir el diagnóstico, no el proyecto final. Cualquier político mínimamente democrático estaría orgulloso de la riqueza y la creatividad que demostró Canarias con las cien mil personas que salieron a la calle el pasado 27 de noviembre de 2004 [en una manifestación contra la especulación y contra el puerto de Granadilla].

A este respecto, ¿sabes de las palabras de apoyo a la construcción del puerto en Granadilla y a modo de impulso definitivo a dicho proyecto que el presidente del Gobierno de Canarias, Adán Martín, remitió en forma de comunicado a los distintos medios de comunicación, al término mismo de la manifestación?

Sí. Los políticos no escuchan a la gente, pero cuando además reaccionan de esa manera, con un manifiesto que ya debían tener elaborado, lo que hacen es profundizar en su descrédito, simplemente. Cómo podemos creer toda esa pantomima que han hecho para contar las personas que íbamos en la manifestación. No se dan cuenta de la poca credibilidad que tienen y siguen pensando que la gente no ve. Pero lo bueno de esto es que la gente se ha quitado la venda de los ojos, ya no nos creemos las mentiras. Y cuando un pueblo deja de creerse las mentiras los políticos se echan a temblar.

Se han vertido también juicios a fin de desacreditar a quienes apuestan por otro modelo de desarrollo y progreso…

Cuando insultan, lo que pretenden es intimidar, y a veces uno se descoloca un poco. Pero yo lo he dicho muchas veces: mi trabajo es público, tengo que argumentar en clase y estoy sujeto a críticas por los alumnos, cuando publico un trabajo en una revista científica es evaluado previamente y criticado. Yo no rehuyo la argumentación y el debate público, al contrario, creo que forma parte de mi trabajo. No hay participación sin debate público, pero, eso sí, en igualdad de condiciones y con la misma información. No estamos pidiendo nada, no es hacer la revolución, es una democracia razonable. Mi parecer es que en Tenerife la democracia está secuestrada, porque no se quiere debatir, discutir. Pero cuando somos tantos ciudadanos de a pie, sin dinero y con menos capacidad técnica, y capaces de presentar alternativas, es como para emocionarse con la calidad humana e intelectual de la gente que está aquí. Pero los periódicos deben estar preocupados, porque la gente respondió, su censura no ha servido para nada.

Si existe una negativa al debate público y se puede estar ocultando información, ¿por dónde crees que pasa esa ocultación, a qué intereses o estrategias puede responder?

El Gobierno ha insistido desde que se empezó con el tema de Granadilla en que el puerto de Santa Cruz estaba saturado. Desde la Universidad ha habido personas que han demostrado que el puerto de Santa Cruz se puede ampliar. Según Pedro Anatael Meneses, antiguo presidente de la Autoridad Portuaria y de la Marina Mercante, alguien que sabe de lo que habla, Santa Cruz no sólo no está saturado, sino que está infrautilizado y mal gestionado. ¿Por qué se han negado a debatir sobre ese punto de partida? Pues no, vuelven con que está saturado y, cuando se ve que no es así, salen con que es muy costoso ampliarlo y vuelve Pedro Anatael a demostrar que no es tan costoso y que se puede incluso duplicar su superficie. Si lo que quieren es transformar esto en una plataforma logística, Santa Cruz se puede ampliar y jugar ese papel, incluso abriéndola al mar.

Además, el turista se sorprende con el paisaje tan impresionante que tiene esta isla, no con parques temáticos. Y con lo del impacto ambiental ha ocurrido lo mismo. El departamento de Biología Marina ha demostrado el impacto irreversible que generan las obras del puerto de Granadilla y el Gobierno sigue negándolo. Pero es el tema en el que insisto tanto, el de los megaproyectos. Al financiarse con fondos públicos estatales y europeos, nadie le presta atención, y se sabe que gran parte de esos fondos públicos son transferencias de renta a los empresarios de la construcción.

¿Contrasta este proyecto con infraestructuras de otra índole, sociales, culturales, sanitarias, que pudiera precisar la isla?

En un contexto en el que hay una alternativa viable mucho más barata y hay unas prioridades sociales más importantes, en educación, en sanidad, creo que ésta es una inversión ineficiente y que no resuelve los problemas que pretende resolver.

¿Por dónde pasa tu planteamiento de modelo de desarrollo o progreso ideal?

Ideal sería lo del desarrollo sostenible, pero el desarrollo sostenible es imposible aquí, porque es incompatible con la actividad económica. Sí que hay un potencial muy elevado para gestionar el territorio de otra manera, para disminuir la generación de residuos, para cambiar el modelo de transporte y para cambiar el uso de la energía y del agua. Se puede minimizar el impacto de la economía sobre la Naturaleza y el medio ambiente. Creo que hay otras maneras de hacer las cosas, y hay mucha literatura al respecto, que sugiere ideas en estos cinco o seis campos. Estamos recibiendo mucho dinero de la Unión Europea para cosas peregrinas. Vamos a apostar con ese dinero por otro tipo de transporte, por una gestión de residuos más clara, por una eficiencia en la energía y por una mayor gestión del agua y del territorio.

¿Y a escala global?

No hay otra opción: o somos capaces de integrarnos o desaparecemos. Pero esto no es una entelequia, es saber dónde vivimos. Hemos de procurar que el sistema económico coevolucione con el sistema natural, para integrase en él. O vamos reorientando, cambiando nuestro estilo de vida hacia uno que sea más compatible con el medio ambiente, o esto colapsará en algún momento, sin saber siquiera cómo, porque estamos viendo que el cambio climático no va a ser lineal, que un incremento pequeño de temperatura puede desarticular los ecosistemas globales. Y habrá otras especies que sí tengan más capacidad de resistencia, pero nosotros somos tremendamente vulnerables. Así que vamos a ver qué pasa…

Texto Ben Magec-Ecologistas en Acción. El Ecologista nº 44