Los países desarrollados envían una gran cantidad de sus residuos tóxicos a aquellos países empobrecidos en los que la legislación ambiental y de protección de la salud es más laxa, si es que se aplica. Buena parte de los cargamentos enviados por países de la UE incumplen también la normativa europea.

Leticia Baselga, Área de Residuos de Ecologistas en Acción. El Ecologista nº 60

Gran parte del tránsito marítimo mundial es transporte de productos tóxicos y el 15% de todo lo transportado en Europa son basuras. A medida que se ha ido endureciendo la legislación que limita este tráfico en los países industrializados, sobre todo de la Unión Europea (UE), se ha incrementado el transporte de sustancias peligrosas desde los países ricos hacia países con escasa o nula protección ambiental.

En agosto de 2006, el vertido de agentes radiactivos y productos químicos realizado en Costa de Marfil por el buque Probo Koala mató a dieciséis personas y afectó la salud de otras cien mil. Otras veces, para evadir las leyes europeas, los envíos de basura se disfrazan como “material de segunda mano”, que los países desarrollados envían a los países más empobrecidos.

“Las potencias ricas utilizan a las naciones en desarrollo como vertederos de sus desechos tóxicos, aprovechándose de la falta de recursos técnicos”, afirmó la secretaria ejecutiva de la ONU, Katharina Peiry, ante la Conferencia de las Partes del Convenio de Basilea, en Bali, Indonesia, en julio de 2008.

Acuerdos bilaterales

Otras veces, los países industrializados se aprovechan de la debilidad de países menos avanzados para firmar acuerdos por los que éstos se comprometen a recibir los residuos de aquéllos. Por ejemplo, Ecologistas en Acción participó en mayo de 2007 en una acción internacional contra los tratados bilaterales firmados por el gobierno japonés con varios países asiáticos. Estos acuerdos liberalizan el comercio de residuos tóxicos y permiten que Japón envíe sus residuos más peligrosos a vertederos situados lejos de sus fronteras, asociando este siniestro comercio a la ayuda a la inversión y al desarrollo.

Un caso en particular indignó a los ecologistas y movimientos sociales de todo el mundo: el Acuerdo de Cooperación Económica entre Japón y Filipinas, negociado sin consulta ni participación pública, que establece una reducción de aranceles para una amplia gama de residuos, como residuos hospitalarios, farmacéuticos, urbanos, nucleares, cenizas y residuos de incineración de desechos urbanos, aceites usados, aceites con PCB, PCT o PBB, chatarra con plomo, cadmio, antimonio o berilio, pilas usadas, residuos de industrias químicas y similares, fluidos hidráulicos, líquidos de frenos, anticongelantes y lodos de depuradora [1]. El transporte de la mayoría de estos residuos está prohibido o restringido a escala mundial.

Cargas venenosas

Los países exportadores [2] envían a los países receptores [3] todo tipo de residuos, ya sean minerales derivados del petróleo, bases con sosa cáustica, disolventes orgánicos, residuos hospitalarios, neumáticos usados o chatarra. Pero últimamente predominan los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE), debido a las nuevas normativas comunitarias y a la disminución del promedio de vida útil de este tipo de aparatos, y también los barcos, dado que no hay instalaciones de desguace de barcos en la UE. Tanto unos como otros son desmontados prácticamente a mano.

Los barcos viejos contienen aceites, amianto, pinturas y revestimientos con metales pesados y gases peligrosos, entre otros residuos peligrosos. Por su parte, los RAEE contienen una compleja mezcla de materiales y componentes tóxicos: así como tienen cantidades recuperables de cobre, oro, plata y plásticos, también incluyen componentes con sustancias tóxicas como plomo, berilio, indio, galio, arseniuros, estaño, compuestos brominados, antimonio, compuestos organohalogenados, cadmio, mercurio y selenio.

El cromo hexavalente se utiliza como inhibidor de corrosión, algunos plásticos contienen retardantes de llama, los naftalenos policlorados se utilizan para impregnar los cables de los condensadores y se encuentran cloroparafinas en el PVC de los cables. En los cristales líquidos de las pantallas hay más de 200 sustancias, muchas de ellas ambientalmente problemáticas. Los monitores de los ordenadores antiguos llevan tubos de rayos catódicos que contienen plomo.

Todos estos materiales son potencialmente cancerígenos, algunos atacan al sistema reproductivo, otros el sistema inmunológico o el sistema nervioso.

Para extraer los metales, las piezas se calientan o son bañadas en ácido, los cables de PVC se queman para obtener el cobre, y todas estas actividades se realizan al aire libre, liberando sustancias y humos altamente tóxicos cerca de zonas residenciales, contaminando la tierra y el agua y poniendo en peligro a los trabajadores y a los residentes de estas localidades.

La Cámara de Comercio e Industria de la India calcula que, sólo en Delhi, unas 30.000 personas trabajan en los vertederos de basura electrónica y en los talleres de reciclaje ilegal. De ellos, 6.000 son niños de entre 10 y 15 años, cuyo desarrollo y salud se verán inevitablemente afectados por el contacto con sustancias contaminantes. Los muchachos recogen los desechos electrónicos con sus manos desnudas o utilizan palos y piedras para romperlos.

¿Negocio para todos?

Las causas son fáciles de entender: reciclar un ordenador en EE UU o la UE cuesta 14 euros, mientras que en la India o en China cuesta diez veces menos. Para los pobres, el reciclaje supone una forma rápida de ganar dinero o de acceder a materias primas de las que carecen.

En cuanto a la eliminación de los residuos clasificados como peligrosos, su gestión legal en la UE es sumamente costosa y está estrictamente legislada. A esto se añaden unas políticas que no reducen ni reutilizan los residuos industriales en España [4], el desmesurado afán de lucro de la industria, la falta de controles adecuados, la deficiente aplicación de los convenios internacionales… Todo ello por no mencionar las frecuentes corruptelas de los políticos de los países en vías de desarrollo.

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estima que cada año se generan en el mundo unos 50 millones de toneladas de unos residuos electrónicos que están creciendo a una tasa anual del 3% al 5%. Es el tipo de basura que aumenta más rápido en la actualidad.

Los Convenios Internacionales de Basilea (1992, todavía no ratificado por EE UU) y de Rotterdam (1998) regulan la exportación de residuos peligrosos. A pesar de todo, en Europa el 15% del transporte de residuos no cumple todas las normas comunitarias, e incluso en un 6% de los casos los cargamentos son del todo ilegales [5].

Perspectivas de futuro

La solución a los peligros del reciclaje ilegal pasa por varios factores: mejor legislación en los países receptores, mayor colaboración y responsabilidad por parte de los productores y más concienciación en lo que respecta a los consumidores.

En la UE, la producción de residuos peligrosos aumenta a pesar de los diferentes planes de reducción. Es imprescindible implantar en los países industrializados políticas eficaces de reducción, reutilización y reciclaje. Hace falta un mayor control de este tráfico injusto, sancionando con contundencia a los infractores.

Sin ninguna duda, un elemento clave es la colaboración de la industria en la fase de diseño. Las compañías han de esforzarse en fabricar productos verdes y diseñados para durar, utilizando menos sustancias difíciles de extraer y recuperar, y deben involucrarse en el reciclaje de sus propios artículos. Los países ricos seguirán envenenando a los países empobrecidos del mundo hasta que las empresas no eliminen las sustancias tóxicas de sus artículos y no asuman la responsabilidad de gestionar el ciclo completo de vida de los productos de consumo.

Notas

[2] Entre los principales exportadores están: Rusia, Ucrania, Finlandia, Suecia, Alemania, Benelux, Francia, Portugal, España, Reino Unido, Irlanda, Italia, Grecia, Austria, Polonia, Dinamarca, Hungría, Oriente Medio, EE UU, Canadá, Corea, Suiza.

[3] Algunos de los más importantes receptores son: China, Ghana, Senegal, Guinea, Sierra Leona, Liberia, Malí, Benin, Togo, Costa de Marfil, Congo, Somalia, India, Pakistán, Bangla Desh, China, Vietnam, Hong Kong, Singapur, Uzbekistán, Tayikistán, Kazajstán, Kirguizistán, etc. Fuente: XLSemanal ABC, 13-1-2007

[4] El 30% de los residuos industriales peligrosos en España no están controlados y se desconoce su origen y su destino, según la Directora General de Calidad y Evaluación Ambiental, María Jesús Rodríguez, 3-10-2008.

[5] Informe del Ministerio de Medio Ambiente al Parlamento holandés después de una exhaustiva campaña en 25 países europeos.