Es obvio que el clima ejerce una enorme influencia en la población y en su medio, determinando la fauna y la flora de cada lugar, la cantidad de agua dulce disponible y las especies cultivadas. Por ello, no es sorprendente lo que todos los indicios confirman: el sector agrario será uno de los sectores mas afectados por el cambio climático.

Marta Piqueras, COAG. El Ecologista nº 54

El clima y su variabilidad inciden en muchos ámbitos, pero el sector agrario presenta una mayor vulnerabilidad ante el cambio climático. Se prevén aumentos de la frecuencia y gravedad de acontecimientos extremos como inundaciones, tormentas de granizo o sequías, todos ellos riesgos permanentes que ya sufre la agricultura y ganadería.

Además, y por la parte que nos corresponde, las regiones del sudeste de Europa, del centro y las regiones mediterráneas se consideran las zonas más vulnerables al cambio climático. En estas zonas se prevén considerables efectos negativos, como cambios en el uso del suelo. Por el contrario, las regiones del norte de Europa y algunas occidentales podrán beneficiarse durante un tiempo del cambio del clima.

Las principales variables climáticas que afectan a los cultivos son la temperatura, la radiación solar, la disponibilidad del agua y la concentración de CO2. Los impactos del cambio climático en la agricultura y ganadería europea y sobre los recursos naturales, como el hídrico, han sido recientemente analizados por la Comisión Europea [1]. La evaluación de los futuros escenarios en sistemas y modelos de crecimiento de cultivos es una de las formas más utilizadas para el estudio del impacto del cambio climático. De esta manera, se puede analizar el comportamiento productivo durante el ciclo de cultivo bajo variables diferentes (precipitaciones, temperatura…)

En los escenarios planteados para 2020 y 2080, nueve zonas agroclimáticas tendrán una disminución de la producción de grano en el sureste de Europa –entre 1,9 y 22,4% para 2080– debido al acortamiento del periodo de cultivo. La disminución de productividad en estas latitudes se contrapone con un aumento de cereales en los países del norte de Europa –mejora en el rendimiento entre 2,8 y 70%– motivado principalmente, por el aumento temporal de la estación de crecimiento y la disminución de los periodos de heladas.

Al preverse un aumento de la temperatura y cambios de las pautas de precipitación, los problemas de escasez de agua se verán agravados en las regiones del sur y del sudeste. Las previsiones apuntan también a cambios en la frecuencia e intensidad de las sequías, lo que podría causar importantes pérdidas humanas y financieras en toda Europa.

Para nuestro país, los escenarios proyectados no son muy diferentes. El Estado español será uno de los más perjudicados por el cambio climático; se estima que en el año 2050 habrá un aumento generalizado de las temperaturas. Las precipitaciones descenderán un 10% y la humedad del suelo un 30%, y por tanto la disponibilidad de agua se verá alterada. Habrá más incendios forestales y aumentará la desertificación.

Efectos sobre la agricultura

La producción agrícola podría disminuir aunque los efectos no serán por igual en todos los territorios [2]. Como las concentraciones globales de CO2 en la atmósfera aumentarán, esto influenciará de forma positiva a las plantas cultivadas (los estomas se estrechan y se reducen las pérdidas de agua, mejorando el rendimiento en el uso de agua), estimulando la fotosíntesis. Además, las temperaturas más suaves en invierno permitirán mayores productividades en esta época, compensado las pérdidas de otras estaciones.

Pero todo pro tiene su contra, y en este caso el incremento de las temperaturas puede aumentar la evapotranspiración. Las tasas fotosintéticas se verán afectadas negativamente, incrementándose las necesidades de riego en algunos casos. Al mismo tiempo, el aumento de la temperatura conlleva el aumento de las fitopatologías por los insectos dañinos y se incrementará la capacidad de resistencia de las plagas durante el invierno –al eliminarse su control natural por heladas– que serán más virulentas para los cultivos de primavera.

Existe variabilidad en cuanto al alcance de plagas y enfermedades de los cultivos según la geografía española. La modificación de las temperaturas puede producir el desplazamiento a latitudes mayores de algunas enfermedades. Todos estos factores provocarán fluctuaciones en los rendimientos de los cultivos y en la oferta local de alimentos.

Efectos sobre la ganadería

Sobre la ganadería, el cambio climático puede influir en la reproducción, el metabolismo y la sanidad animal, debido a respuestas diferenciales al clima. El aumento de temperatura influye en muchos aspectos, que van desde alteraciones en las horas activas de pastoreo o una mayor incidencia de procesos infecciosos en los que el clima influye en los ciclos vitales de los vectores. Por tanto, se puede esperar que se produzcan desequilibrios en dichos ciclos, desajustándose estas afecciones patógenas en su localización espacial y temporal. Un aspecto positivo reseñable es la reducción de costes destinados a la protección del ganado durante los inviernos, ya que las temperaturas se suavizaran, aunque los aumentos de temperatura media son significativamente mayores en los meses de verano que en los de invierno.

Efectos sobre el agua y los suelos

Las aportaciones hídricas también se van a ver afectadas directamente por el cambio climático. Se espera un aumento de la demanda en los sistemas de regadío, proporcional a los aumentos de temperatura.

Se prevé una disminución de las precipitaciones del 8% en el horizonte de 2060. Esto provocará una reducción media de los recursos hídricos del 17%, afectando de forma directa al Guadiana, Segura, Júcar, Guadalquivir y cuenca Sur, así como a las Islas Canarias y Baleares. En el sur y sureste de España la demanda de agua se incrementará, siendo el estrés térmico más frecuente.

El suelo es otro recurso que ha sido estudiado en las proyecciones del cambio climático. Se van a ver agravados problemas ya presentes en los suelos españoles como la desertificación, la pérdida de fertilidad o los incendios forestales, teniendo en cuenta las características geomorfológicas y climáticas de partida. Esto provocará que muchas zonas cultivadas se vuelvan inadecuadas para continuar con las actividades agrícolas, aumentando la aridez del suelo.

Adaptación

Una vez identificados los efectos y las consecuencias del cambio climático en el sector agrario, hay que pasar al siguiente nivel, donde la adaptación y medidas correctoras se convierten en instrumentos necesarios. El sector agrario debe comenzar ya a adaptarse de forma eficiente y rápida a las transformaciones y alteraciones que tendrán lugar en el clima. Del éxito o fracaso de estas acciones, depende la continuidad de buena parte de la actividad agraria.

Desde COAG somos conscientes de que el cambio climático en la agricultura y ganadería va a suponer un gran reto y no sólo para generaciones futuras, sino también para las actuales. La producción sostenible de alimentos, seguros y de calidad, sigue siendo nuestro objetivo, y la adaptación al cambio climático es un nuevo componente esencial para seguir manteniendo la producción.

La adaptación debe de ser un complemento a la mitigación del cambio climático y no servir de alternativa a la reducción de gases de efecto invernadero. Debe de ser una cuestión de determinación política, de planificaciones futuras y constantes y acciones coordinadas entre todas las políticas. El cambio climático implicará necesariamente la remodelación y redefinición de nuevas políticas como la científico-tecnológica, hidráulica, energética, agrícola, medioambiental y de planificación del territorio.

Por tanto, el diseño de medidas para incrementar la resistencia y reducir los costes frente al cambio climático tiene una gran importancia para el sector agrario. En este sentido, las medidas de adaptación tienen que ir encaminadas a conseguir una mayor y mejor información y planificación de cultivos con mayor resistencia a las nuevas condiciones climáticas. Existe una clara necesidad de investigación sobre el desarrollo de modelos dinámicos de simulación de los distintos cultivos ante las diferentes variables climáticas y ambientales.

En los sistemas agrícolas y ganaderos, a corto plazo las estrategias de adaptación pueden ser prácticas agrícolas relacionadas con cambios en las fechas de siembra o en las variedades utilizadas. Pero a largo plazo es necesario adaptar los sistemas a las nuevas condiciones climáticas, de forma concreta para cada cultivo. Para la ganadería serían necesarios cambios en el manejo del pastoreo, y la reforma y adaptación de las instalaciones.

Contribución del sector agrario al cambio climático

El sector agrario, al igual que otras actividades económicas, contribuye al cambio climático. Pero hay que tener en cuenta la dualidad que presenta este sector: los bosques, tierras agrícolas y otros ecosistemas agrícolas también ofrecen gran un potencial para reducir de los gases de efecto invernadero, sirviendo como sumideros. Además, la realización de determinadas prácticas agrarias reduce de manera significativa la emisión de estos gases. Por ejemplo, las técnicas de mínimo laboreo, el aprovechamiento de tierras y los métodos de producción ecológicos ayudan a retener CO2 y reducen la emisión de gases de efecto invernadero.

El mínimo laboreo participa en la lucha contra el cambio climático al capturar CO2, fijándolo en el suelo y evitando su salida a la atmósfera. Con esta técnica de siembra directa y de mínimo volteo, se reduce el uso de maquinaria (con el ahorro consiguiente de combustible) y ello repercute en el suelo. Además de evitar la erosión y retener más agua, se aumenta la materia orgánica del suelo y, por tanto, se aumenta la captura de CO2 (al incrementarse la cantidad de material vegetal).

En el caso de que se abandonen algunas de estas prácticas, el carbono fijado se liberará a lo largo de un período de pocos años. Esta situación tiene que ser tenida en cuenta ante la realidad del sector: despoblamiento de las zonas rurales, envejecimiento de la población rural y falta de relevo generacional.

Desde COAG hemos venido reclamando actuaciones dirigidas a promocionar la capacidad de las superficies agrícolas y forestales como órganos sumideros de CO2, siempre y cuando no se realicen en clave de monocultivo. Además, hay otras prácticas que deberían promocionarse y que son importantes para la reducción de la emisión de gases invernadero. Así, la aplicación de materia orgánica en el suelo a través del aporte de estiércol, restos de cultivos o del empleo de abonos verdes, además de proporcionar una mayor capacidad productiva, incrementan la captación de carbono.

Está claro que los sumideros de carbono agrícolas son una baza para ganar un tiempo que permita afrontar las emisiones de CO2 en su origen, mientras se buscan otras medidas para la reducción a largo plazo. El secuestro de carbono por parte de los suelos agrícolas es un factor esencial a tener en cuenta en el diseño de futuras estrategias.

Además, la agricultura participa en la producción de la biomasa (o agromasa), destinada a bioenergía. El Plan de Energía Renovable 2005/2010 del Ministerio de Industria, marca objetivos ambiciosos que implican al sector agrario de forma decisiva, como por ejemplo la sustitución del 5,75% del consumo de carburantes procedentes del petróleo (gasolina y gasóleo) por agrocarburantes, en particular etanol y agrodiésel.
Para la producción de estos agrocarburantes se precisarían, tan sólo contemplando el horizonte de 2010, aproximadamente 1.300.000 hectáreas de cultivos energéticos, cereales y oleaginosas principalmente, además de la importación de aceite de palma y semillas de soja en un porcentaje próximo al 75%.

En este sentido, para COAG, las actividades destinadas a producciones energéticas serán una alternativa viable para el sector agrario –tan necesitado de alternativas de cultivo tras las duras reformas de la PAC– sólo si existe una cierta ordenación de cultivos, una regulación de precios y de las relaciones contractuales y de carácter interprofesional y en particular una coherencia, que hoy no existe, entre las políticas agrarias, las energéticas y las medioambientales.

En definitiva, las futuras consecuencias del cambio climático deben de convertirse en una prioridad política y consideramos que tienen que ser tenidas en cuenta tanto en la futura PAC como en el resto de políticas europeas.

Al sector agrario debe reconocérsele un papel estratégico fundamental para satisfacer necesidades básicas de la sociedad: alimentación, energía y medio ambiente. Pero en este contexto, para que la actividad agraria juegue ese papel básico no vale cualquier modelo de desarrollo agrario. Si nos referimos a la calidad y seguridad alimentaria, a la producción de energías renovables y a la preservación del medio ambiente, nos tenemos que ceñir a la sostenibilidad, en toda su amplitud social, económica y medioambiental.

Otra documentación consultada:
- Cuarta Comunicación Nacional de España. Convención de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
- Instituto Nacional de Meteorología, Ministerio de Medio Ambiente. Febrero 2007. Generación de escenarios regionalizados de cambio climático para España (primera fase).
- N. Stern, octubre 2006: Informe Stern sobre la economía del cambio climático.

Notas

[1] Commission staff working document accompanying document to the communication from the Commission to the Council, the European Parliament, the European Economic and Social Committee and the Committee of the regions limiting global climate change to 2 degrees Celsius the way ahead for 2020 and beyond impact assessment com(2007) 2 final SEC(2007) 7

[2] Evaluación Preliminar de los impactos en España por Efecto del cambio climático. MMA y Universidad de Castilla La Mancha. 2005