La Tierra existe hace unos 4.500.000.000 años. Los seres humanos, con su característico pulgar oponible, su caminar bípedo y su capacidad de razonamiento, aparecieron hace aproximadamente 4.000.000 años.

ConsumeHastaMorir. El Ecologista nº 62

La Tierra existe hace unos 4.500.000.000 años. Los seres humanos, con su característico pulgar oponible, su caminar bípedo y su capacidad de razonamiento, aparecieron hace aproximadamente 4.000.000 años.

Demasiados ceros: a nuestra mente le cuesta comprender el alcance de los números muy grandes o muy pequeños. Sabemos, por ejemplo, que una bacteria puede medir 0,0000005 metros y que la distancia media que separa el Sol de la Tierra es de 149.600.000 kilómetros, pero eso no nos permite hacernos una idea precisa de las dimensiones reales. Y tampoco llegamos a entender cuánto son 94.000.000 de euros, que es la cantidad por la que el Madrid ha fichado a Cristiano Ronaldo, más allá de intuir que se trata de una barbaridad de dinero.

Quizá por todo esto será que recordamos bien lo que nos ocurrió hace poco tiempo, mientras que, por el contrario, perdemos la memoria histórica con peligrosa facilidad. Pero, en realidad, sólo hacen falta un par de ceros para poder contar desde cuándo la especie humana empezó a expandirse por la Tierra como un tumor.

La revolución productiva que supuso el modelo Ford T, del cual se vendieron 15.000.000 de unidades, dando inicio a lo que hoy denominamos consumo de masas, tuvo lugar hace apenas 100 años. Y solamente hace 50 una gama de muchos ceros de lavadoras, aspiradoras, secadoras y tostadoras comenzó a poblar el imaginario mediático y el confort social. Así fue cómo, a medida que la clase consumidora fue sumando más y más ceros persiguiendo la senda del progreso al ritmo marcado por el modelo económico y la obsolescencia programada, la crisis socioambiental derivada de la dificultad humana para comprender las escalas numéricas y las perspectivas temporales se fue haciendo más patente.

A pesar de su capacidad de razonamiento, gran parte de los bípedos con pulgar oponible ha venido consumiendo y desechando durante el último siglo una profusión de objetos como si fueran infinitos, ignorando que fueron fabricados a partir de la sobreexplotación de unos recursos finitos cuya creación costó a la naturaleza tiempos que se dimensionan con muchos ceros.

Tal vez podríamos entender mejor este escenario si en lugar de hablar de cifras absolutas hiciéramos algunas comparaciones. Si decimos que, por poner un ejemplo, se estima que la fortuna de la familia Walton, dueña de la cadena de supermercados Wal-Mart, asciende a 95.000.000.000 dólares, es probable que sigamos sin hacernos una idea de la dimensión de este hecho. Pero si comprobamos que esta cifra es superior a la suma del producto nacional bruto de Rumania, Marruecos y Uruguay, puede que alcancemos a comprender mejor el significado real del desigual reparto que promueve el sistema actual. Y, claro, el problema no es únicamente esta familia: el 1% de la población mundial, menos de 50.000.000 personas, concentra los mismos ingresos que las 2.700.000.000 personas más empobrecidas (según el Atlas de Le Monde Diplomatique).

Como vemos, se hace necesario redimensionar las grandes cifras, las escalas y las perspectivas para poder comprender el alcance que nuestro estilo de vida tiene sobre el planeta. Y es que sólo hace 100 años que comenzamos a ser dependientes de los coches, 50 de los electrodomésticos y 10 de los teléfonos móviles. Un tiempo ínfimo en la vida de la Tierra, aunque si se mide por sus impactos pareciera que el capitalismo y el Homo consumens hubieran estado ahí desde el mismo momento en que se produjo el Big Bang.