Los humanos llevamos más de 2.000 años utilizando mercurio, dispersándolo y vertiéndolo sin ser conscientes de su impacto ambiental. Pero en los últimos 50 años, varios incidentes de gran envergadura en todo el mundo han puesto en evidencia las dramáticas consecuencias que esta sustancia tiene para la salud humana y animal: es una poderosa neurotoxina, afecta gravemente al sistema nervioso, los riñones y el hígado, provoca trastornos mentales y daños en el sistema motor, el sistema reproductor, en el habla, la visión y el oído, y puede acabar causando la muerte [1]. Desde Minimata, Japón, hasta Cato-Ridge, Sudáfrica y Choropampa, Perú, y por todo el mundo, el envenenamiento por mercurio ha afectado o matado a decenas de miles de personas y destruido a comunidades enteras durante décadas.

En los 100.000 lagos de Suecia, la mitad de los peces contienen niveles de mercurio que superan y hasta duplican en el 10% de los casos los recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) [2]. Las emisiones al medio acuático y marino resultan en la bioacumulación de mercurio en la cadena alimentaria. Los procesos bacterianos en lagos, ríos y océanos convierten el mercurio en metilmercurio, una de las sustancias más tóxicas que se conocen. Éste es asimilado y acumulado en los tejidos por los peces a través de la cadena trófica, llegando a tener una concentración un millón de veces mayor que el de las aguas circundantes [3]. Estudios recientes indican que el metilmercurio también afecta a la fauna no acuática [4].

Una vez ingerido por los humanos, el metilmercurio es absorbido rápidamente por el tracto intestinal y penetra con facilidad en la sangre, el cerebro y la placenta, por lo que es transmitido al feto en gestación. Las poblaciones que basan su dieta en el pescado son las más vulnerables y también las menos conscientes del riesgo que corren. El riesgo para niños y fetos es alto y se ha demostrado el vínculo entre la exposición al mercurio durante el embarazo y la tensión alta o los retrasos en el desarrollo del sistema nervioso [5]. La Agencia de Protección del Medio Ambiente de los Estados Unidos estima que una de cada seis mujeres en edad fértil tiene un nivel de mercurio excesivo en EE UU [6]. Otro estudio ha cifrado las repercusiones económicas de la exposición al mercurio (pérdida de productividad debida a la reducción del QI) en 8.700 millones de dólares anuales en los EE UU [7]. Además, recientes estudios en Finlandia apuntan a una relación entre el consumo de pescado y los problemas cardiovasculares en la gente de mediana edad [8].

La actividad humana emite 2.500 toneladas de mercurio al año, provocando que en muchos lugares el pescado no sea apto para el consumo. Actualmente existen alternativas para casi todos los usos del mercurio y tecnologías y estrategias capaces de reducir las emisiones de la mayor fuente de emisiones mercuriales, las centrales térmicas alimentadas con carbón [9].

Las poblaciones de los países en desarrollo soportan un nivel de contaminación desproporcionado porque reciben de los países desarrollados mercurio elemental, procesos industriales y productos que contienen mercurio pero carecen de normativa ambiental y de controles, además de no ser conscientes del peligro que supone. Así como la tasa de mercurio en la atmósfera de los países desarrollados se ha mantenido estable en la pasada década, en los países en desarrollo estas emisiones se han incrementado entre un 2,5 y un 4,5% cada año.

Ningún país por sí solo puede atajar el problema y las iniciativas voluntarias no son suficientes. La cooperación internacional es imprescindible para llegar a una solución. Deben tomarse medidas concretas, inmediatas y legalmente vinculantes para armonizar y coordinar los esfuerzos que permitan eliminar todos los usos, el comercio y las emisiones de mercurio, a escala local, nacional e internacional.

En la reunión del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en 2002, los 150 expertos concluyeron: “Hay suficiente evidencia de un impacto global negativo como para que sea necesaria una actuación internacional tendente a reducir los riesgos para la salud y el medio ambiente que supone la emisión de mercurio.”

Notas

[1] Environmental Protection Agency (US). Mercury study report to Congress. Washington;EPA. Pub.No.: EPA/600/P-97/002Ab.

[2] Lindqvist, O., Johansson, K., Aastrup, M., Andersson, A., Bringmark, L., Hovsenius, G., Håkansson, L., Iverfeldt, Å., Meili, M. & Timm, B. 1991. Mercury in the Swedish environment – recent research on causes, consequences and corrective methods. Water, Air Soil Pollut. 55:1-251.

[3] Zillious, E.J., Porcella, D.B., Benoit, J.M., «Mercury Cycling and Effects in Freshwater Wetland Ecosystems,» Environmental Toxicology and Chemistry 12 (1993), pp.2245-2264.

[4] Evers, D, Bio-Diversity and Mercury Connections, 2005, ver: http://www.pfsc.org/Mercury%20Connections.pdf

[5] Sørenson N, Murata K, Budtz-Jørgenson E, Weihe P, Grandjean P. Prenatal methylmercury exposure as a cardiovascular risk factor at seven years of age. Epidemiol 1999;10:370-5.

[6] Mahaffey, K, EPA, 2004

[7] Trasande, L, Landrigan, P., Schechter, C, Public Health and Economic Consequences of Methlymercury Toxicity to the Developing Brain, Env. Health Perspective, 28 Feb. 05

[8] Salonen J, Seppanen,K, Lakka,T, Salonen R,Kaplan G,,Mercury accumulation and accelerated progression of carotid atherosclerosis: a population-based prospective 4-year follow-up study in men in eastern Finland, 1995; ver támbien: http://www.mercurypolicy.org/new/documents/Mercuryeffectsinmen_Virtanen.pdf

[9] Bureau of Waste Prevention, Division of Planning and Evaluation, Massachusetts Executive Office of Environmental Affairs and Department of Environmental Protection, “Evaluation of the Technological and Economic Feasibility of Controlling and Eliminating Mercury Emissions from the Combustion of Solid Fossil Fuel, Pursuant to 310 CMR 7.29-Emissions Standards for Power Plants, Dec 2002.