Detener la crisis ecológica requiere financiación suficiente. Está en juego el futuro de la vida en el planeta.

A menos de 24 horas de la finalización de las negociaciones de la Conferencia de las Partes de la Convención de la Biodiversidad de Nagoya, Japón, las partes se encuentran embarrancadas en varias discusiones simultáneas sobre los aspectos clave de la cumbre.

Por un lado, en el debate sobre el Protocolo de Acceso y Participación en los Beneficios (ABS), aún no hay un acuerdo concreto sobre el mecanismo para garantizar el cumplimiento del Protocolo. Tampoco se ha cerrado el debate sobre el acceso a los recursos genéticos en caso de riesgo de epidemia, ni sobre la compensación económica a los países del sur por la biopiratería que han sufrido durante décadas.

Por otro lado, en la negociación sobre el nuevo Plan Estratégico 2020, Brasil ha sorprendido lanzando una propuesta en el grupo de trabajo que fija la cifra de financiación para los 10 años de vigencia del Plan, en 200.000 millones de €. La propuesta ha recibido el apoyo de China, India, Filipinas, Ecuador, Kenia, en nombre de África. A este respecto, la delegación India ha sido contundente: “Sin cifras concretas, el Plan es un papel vacío”.

Ante esto, los países desarrollados (la UE, Canadá, Australia, Suiza, Japón) han pedido que no se debata sobre una cifra concreta en el Plan, sino que se deje para una evaluación posterior de la cantidad realmente necesaria. Consideran inviable fijar una cantidad concreta porque afirman que no hay estudios concretos que determinen el importe necesario.

Ecologistas en Acción considera que si bien se trata de cifras de gran envergadura, no son cantidades desproporcionadas, teniendo en cuenta que se trata de salvar la viabilidad de la vida en la Tierra, y que las cifras invertidas por los Estados occidentales para salvar a los bancos de la crisis financiera han sido considerablemente superiores.

Los propios documentos de Naciones Unidas, del estudio sobre la Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad y otros reconocen que en materia de biodiversidad, igual como en cambio climático, no actuar a tiempo es más caro a la larga que hacer las inversiones necesarias en el momento oportuno. Es por eso que reclamamos coherencia entre la ambición que algunos países, como la UE, han reclamado para el Plan Estratégico y los recursos y mecanismos necesarios para alcanzar los objetivos y metas planteadas.

La crisis económica que azota los países desarrollados está teniendo graves consecuencias sociales, pero ha sido causada por las mismas fuerzas económicas que hace décadas que mantienen las desigualdades y las permanentes crisis económicas en los países de Sur y que en última instancia son responsables de la crisis ecológica global. Es por eso que la crisis presupuestaria no puede ser una excusa de los países desarrollados para afrontar su responsabilidad histórica en la crisis de la diversidad biológica.

Para Ecologistas en Acción, se trata de acordar un Plan Estratégico ambicioso, acompañado de la financiación suficiente y los mecanismos (como el Protocolo ABS) que supongan un cambio sustancial en la relación entre la humanidad y el planeta Tierra. Implementar planes para la “producción y consumo sostenibles y mantener los impactos del uso de recursos naturales dentro de límites ecológicos seguros” (Meta 4, ya consensuada) significa, para Ecologistas en Acción, situar límites absolutos al consumo de recursos y reorientar la economía global hacia una economía centrada en el respeto por la naturaleza y el impulso al bienestar humano.

El representante de Ecologistas en Acción en Nagoya, Jaume Grau, ha comentado, en este sentido que : “no es hora para ambigüedades ni papeles llenos de palabras y vacíos de contenido real; hay que poner las cartas sobre la mesa y apostar fuerte por un nuevo sistema de relaciones entre la humanidad y la Tierra, para garantizar nuestra supervivencia y la de todas las otras especies que nos acompañan en el apasionante viaje de la vida”.

Esta premisa es, en opinión de la organización ecologista, suficientemente importante como para comprometer todos los recursos económicos necesarios por parte de los países que se han beneficiado del expolio de la naturaleza y de las relaciones sociolaborales injustas durante tanto tiempo.

Además, Ecologistas en Acción quiere recordar que los presupuestos que cualquier país desarrollado invierte en ejército son enormemente superiores a las cifras de las que se está hablando. Los gobiernos gastan sin límite en armas que destruyen la vida, pero escatiman en las acciones para conservar la vida en un futuro.

Por ello, reclamamos enérgicamente a los países desarrollados, en concreto a la Unión Europea y el resto de países europeos, Canadá, Japón y Australia, así como a los Estados Unidos de América, para que concreten una cifra mínima de aportaciones económicas, en la línea de lo propuesto por Brasil, al cumplimiento del ambicioso Plan Estratégico 2011-2020 del Convenio de la Diversidad Biológica.

Según Jaume Grau, “hay indicios preocupantes que si no sucede algo, en Nagoya habrá un fracaso total o un mal acuerdo. Algunos, como la UE, se niegan a concretar cifras para proteger la biodiversidad y se limitan a insistir en que la biodiversidad tiene un valor esencialmente económico. Para nosotros, el primer valor es el intrínseco: es la medida de la riqueza de la vida, y eso no se mide en euros ni en dólares”.