Un repaso a las fuentes de combustibles líquidos y a sus riesgos y limitaciones.

Emilio Menéndez Pérez, profesor honorario del Departamento de Ecología, Universidad Autónoma de Madrid. Revista El Ecologista nº 66

Unos meses después de producirse el vertido en el Golfo de México, este artículo quiere hacer ver cómo el afán de seguir aumentando la producción de petróleo o combustibles alternativos generará serios y graves problemas en muchos lugares. Por ello, debiéramos seguir avanzando en el cambio de modelo económico y tecnológico que nos permita sustituir al petróleo.

El consumo final de energía en el mundo es aproximadamente 8.000 millones de tep (toneladas equivalentes de petróleo). De esta cifra, la cuarta parte se dirige hacia la movilidad y el transporte: cerca del 15% se destina al transporte aéreo; algo más del 40% al transporte de mercancías por camión y furgonetas; otro 40% al movimiento de personas, básicamente en automóvil privado, donde lo correspondiente a autobuses es sólo la décima parte de este parcial; y un 5% en otros transportes, ferrocarril no electrificado, vehículos de uso agrícola, etc.

Podemos pensar que en números redondos el consumo en movilidad personal y transporte supone 2.000 millones de tep. En la actualidad esa demanda energética es cubierta por los derivados del petróleo –aunque ya una pequeña parte es atendida por el gas natural, y los biocombustibles líquidos, que representan el 2% aproximadamente de ese total–.

En el supuesto poco probable que la actual crisis de carácter económico se resolviera en pocos años, el modelo de desarrollo actual nos llevaría a demandas energéticas en la automoción y el transporte que doblarían el actual consumo en poco más de veinte años; muchos creemos que eso es a todas luces insostenible. Otras previsiones plantean que la persistencia de la crisis y los cambios tecnológicos, junto a otros de comportamiento, pueden hacer que la demanda se modere y se sitúe en torno a los 3.000 millones de tep en la década del 2030.

Teniendo en cuenta estas estimaciones e incluyendo cálculos optimistas de crecimiento del parque de vehículos eléctricos, la demanda de combustibles líquidos, convencionales o asimilables, puede estar a 20 años vista en torno a 1.500 millones de tep en transporte de mercancías, cerca de 500 millones en aviación y al menos otros 500 millones en automoción. Es decir unos 2.500 millones de tep, o lo que es lo mismo, un aumento de un 25% sobre la actual demanda y oferta de derivados del petróleo.

¿De dónde saldrá este combustible?, ¿qué consecuencias acarreará tratar de cubrir ese supuesto crecimiento de la demanda?

Previsiones de más desastres petroleros

Los costes de extracción de crudo son distintos en cada gran cuenca petrolífera, donde se originan incidencias sociales y ambientales diferentes:

• Oriente Medio. Aquí se encuentran con diferencia las mayores reservas de petróleo del mundo. Los costes de extracción son inferiores a 5 dólares por barril, lo cual supone grandes beneficios al precio actual del petróleo, entre 70 y 80 dólares por barril. Previsiblemente se seguirá presionando a Iraq e Irán para controlar su petróleo. Pero conviene tener en cuenta que en muchos casos las reservas de crudo de Oriente Medio están en declive, o bien se encuentran próximas a sus techos de producción.

• África. Hoy sus reservas son la décima parte de las mundiales y la investigación geológica nos llevará previsiblemente a que se acerquen a la sexta parte del total. No hay información clara sobre los costes de extracción, pero todo apunta a que son inferiores a 20 dólares por barril. Si miramos un mapa de África veremos que donde hay extracción de crudo, también hay confrontación social, lo que no permite ser muy optimista sobre el futuro. Por ejemplo, en Sudán todos sabemos de Darfur y se apunta a que el Sur del país buscará la secesión posiblemente con acciones militares.

Se busca petróleo en el sur del Sahara, Malí por ejemplo, donde se prevé que habrá conflictos y una previsible extensión de la presencia de Al Qaeda. Ya tenemos otro conflicto al Sur de Europa. En Nigeria hay fuertes conflictos sociales, incluyendo asesinatos y constantes vertidos de crudo, pero se habla muy poco de ello.

• Golfo de México. Los costes actuales de extracción son inferiores a 15 dólares por barril. Están apareciendo yacimientos en aguas profundas que incrementarán ese valor pero quizás no mucho. Es posible que se frenen las operaciones después del accidente de la plataforma de BP, sobre todo pensando que anualmente hay una temporada de huracanes, desde julio a noviembre, que puede complicar las consecuencias de cualquier mala operación.

• Atlántico Sur. La gran cuenca es el Mar de las Malvinas. Allí la gran profundidad de la lámina de agua hace que los costes de extracción se estimen en no menos de 60 dólares por barril, por lo que resulta previsible que se espere unos años antes de operar en esa zona. Otros yacimientos no son muy extensos pero atraen a las compañías petroleras por su menor profundidad, en especial los de Brasil, zona de Santos. Ahora bien, estamos en mar abierto y en zona de temporales, por lo cual los accidentes pueden tener graves consecuencias.

• Canadá. Hay quienes valoran que este país ha pasado a disponer de la segunda reserva de petróleo del mundo, después de las de Oriente Medio. Esto es así si se consideran las arenas bituminosas como fuente de petróleo: en la actualidad ya suministran el 2% del crudo mundial y se supone que llegarán en breve a aportar un 5% de ese total. Su extracción es viable con precios internacionales del crudo por encima de 60 dólares por barril.

Pero en la extracción de las arenas bituminosas se están dando problemas ambientales muy graves: desecación de amplias zonas pantanosas ricas en biodiversidad, pérdida de bosque boreal, creación de grandes balsas de residuos que contienen metales pesados y compuestos orgánicos peligrosos, riesgo de vertido de esas aguas en cuencas que van hacia el Ártico…

• Venezuela y Ecuador. Las reservas de crudos pesados (un líquido denso, un chapapote cargado de metales pesados) son elevadas. Su extracción se ve reforzada por los altos precios del petróleo en el mercado internacional. Los problemas ambientales pueden aparecer como vertidos en las zonas de selva, tanto en la extracción como en los oleoductos, su utilización emite gran cantidad de contaminantes, sea ese uso en plantas de generación de electricidad o en sistemas de transporte. Sólo la aplicación de tecnologías de uso limpio, que exigen una alta inversión, puede paliar el problema.

En el gas no todo es limpio

Se sugiere que el gas natural es una solución limpia –utilizada prudentemente lo es más que el petróleo–. En el mercado internacional se verán crecer las propuestas de transporte marítimo que piensen en los usos de automoción como parte importante del mercado del gas: tecnologías gas to liquid, GtL, o gas altamente comprimido transportado en barco para conectar a redes de distribución. Todo esto puede hacer que una parte del mercado de los derivados del petróleo lo ocupe el gas natural, suponiendo quizás para el entorno del año 2030 entre 500 y 1.000 millones de tep.

Para atender esa nueva demanda de gas, además de las actuales –entre las que se encuentra la generación de electricidad en centrales de ciclo combinado– es previsible que se busque extraer gas en lugares o tipologías de depósitos nada tranquilizadores:

• Zonas con previsible riesgo social y ambiental. Se va a intentar suministrar gas desde cualquier lugar donde los beneficios económicos lo justifiquen, quizás incrementando los conflictos sociales y políticos en diversas áreas del mundo. Pero también desde otras zonas que muestran riesgos ambientales importantes, por ejemplo los yacimientos marinos. En particular debiéramos mirar hacia el Golfo de Guinea, donde se encuentra Guinea Ecuatorial, cuya exportación de gas ayuda a mantener una dictadura.

• Pizarras que contienen gas natural. Se han encontrado importantes cantidades de gas en pizarras del este de EE UU y, así mismo se dispone de un alto potencial de obtención de metano de los yacimientos carboníferos, tanto en EE UU como en Rusia y China. Todo apunta a que se va a intensificar la prospección en búsqueda de nuevos yacimientos.

La extracción del gas de las pizarras supone procesos físico-químicos que provocan impactos ambientales equiparables a lo que ya ocurre con las arenas bituminosas de Canadá. Los riesgos de pérdidas de metano hacia la atmósfera son importantes en el caso de la recuperación de este gas de las capas de carbón.

• Depósitos submarinos de hidratos de metano. Son abundantes en las costas americanas del Pacífico, a grandes profundidades. A su explotación se asocian riesgos importantes de salidas incontroladas de metano, primero al agua del mar y luego a la atmósfera, lo que supondría un incremento notable de las emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, una deriva peligrosa en la evolución del cambio climático.

Ojo a los biocombustibles líquidos

Ese hilo conductor nos lleva a preocuparnos con el supuesto de que los biocombustibles deban aportar entre 500 y 1.000 millones de tep en el año 2030. En la actualidad el desarrollo de esta opción avanza más lentamente de lo que se había previsto. Pudiera interpretarse que las críticas o prevenciones ambientales dieron resultados; otros pensamos que es la actual crisis la que frena ese crecimiento.

Las cifras que hemos apuntado más arriba encajan en los objetivos que en algún momento se han propuesto desde EE UU o la UE, supondrían que el 20% de la energía de automoción y transporte se obtuviera de la bioenergía. ¿Qué nos puede ocurrir con los biocombustibles a nivel mundial? 500 millones de tep pueden demandar tierra agrícola en el entorno de 300 millones de hectáreas, es decir un 20% de la actual superficie agrícola. Esa superficie previsiblemente será de tierra de alta productividad, no “tierras abandonadas o marginales”. También pueden contribuir a extender el uso de semillas genéticamente modificadas, así como aumentar el consumo de agroquímicos y distorsionar la gestión del agua. La erosión avanzará. En un proceso ya conocido, los pequeños propietarios agrícolas venderán sus tierras y engrosarán los suburbios de las ciudades.

Posiblemente estos efectos señalados y otros muchos se distribuirán por diferentes países y localizaciones, ocurrirán a lo largo del tiempo, sin llamadas de atención puntuales tan fuertes como el accidente del Golfo de México, pero con una incidencia ambiental y social también muy importante.