El 10 de noviembre de 1995 el dictador nigeriano Sani Abacha ejecutaba a nueve opositores del Movimiento para la Supervivencia del Pueblo Ogoni (MOSOP), entre ellos el escritor y ecologista Ken Saro-Wiwa.

Saro-Wiwa, que recibió el Premio medioambiental Goldman y habia sido nominado para el Premio Nobel de la Paz, desde hacia años lideraba la lucha del pueblo Ogoni de Nigeria contra la compañía petrolífera Shell, cuyas operaciones han contaminado su tierra y sus recursos durante más de tres décadas. En 1994, Saro-Wiwa fue encarcelado y Amnistia Internacional lo declaró prisionero de conciencia.

El 10 de noviembre de 1995 el dictador nigeriano Sani Abacha ejecutaba a nueve opositores del Movimiento para la Supervivencia del Pueblo Ogoni, entre ellos Ken Saro-Wiwa. La ejecución se llevó a cabo a pesar de la oleada de protestas internacionales y tras un juicio que fue tachado de «farsa» por observadores independientes.

Desde 1958, la Royal Dutch Shell ha extraído petróleo por valor de 30.000 millones de dólares de las tierras de los Ogoni, aunque este pueblo se ha beneficiado muy poco de la extracción de petróleo, y en cambio ha sufrido enormemente a causa de los vertidos de las tuberías averiadas que han contaminado sus ecosistemas y las tierras de cultivo, y de la lluvia ácida que ha contaminado el aire y destruido las cosechas.

Para reivindicar la limpieza de la contaminación producida en toda la región, los Ogoni iniciaron una campaña pacífica que fue duramente reprimida por el ejercito nigeriano, al servicio de las multinacionales petroliferas, lo que ocasionó la muerte de más de mil miembros de la etnia.

La explotación de combustibles fósiles, y en particular la del petróleo, tiene, además de sus ingentes perjuicios medioambientales, un extraordinario coste al atropellar las vidas, bienes y recursos de numerosas minorías étnicas y comunidades indígenas. También ocasiona innumerables violaciones de derechos humanos, sirviendo para sostener regímenes odiosos que con frecuencia promulgan condenas a muerte y llegan, por desgracia, a ejecutar las sentencias.