Don Manuel Cabello Cabello ha sido galardonado con el Regatón de Hupalupa 2011 (Actos Conmemorativos de la Rebelión de los Gomeros).

Don Manuel Cabello Cabello forma parte de una antigua familia de pescadores de Valle Gran Rey. Nacido el 18 de enero de 1933 su vida, como la de su padre, ha estado vinculada a la mar. Empezó desde pequeño a conocer las artes y los aparejos, y su vida ha ido paralela a los cambios de la pesca en la Isla. Caballas, bonitos, sargos, albacoras, bocinegros, brecas, pargos…; pescado fresco, salado, jareado o enlatado; todo ello conforma su experiencia.

Empezó en los barcos de remos, “bogando” se aventuraba en la mar, en noches de lluvia guareciéndose bajo esteras de palma para protegerse de las inclemencias climáticas, mar castigosa, dura. Comida frugal, pescado sancochado con papas y cebollas, y repentinamente, otra vez al trabajo, con la llegada de un banco de peces. En barcos, a veces construidos con madera del monte, pescaba en los “bajones”, fondos rocosos cuya marca en tierra había que recordar; pendiente de las estrellas para guiarse en la oscuridad o del camino de las nubes para conocer que vientos iban a ser predominantes; siempre temerosos del viento del suroeste.

Como dice Don Manuel, la mar es para todo el que quiera pescar, y los valorados pescadores gomeros la surcaban en falúas hasta la costa de África. Don Manuel también trabajó para las factorías de pescado. La utilización de las redes permitía la captura de enormes cantidades de caballas, toneladas señala, que eran compradas por la fábrica de La Rajita o de La Cantera. Don Manuel se pregunta hoy, extrañado, a donde se fue todo ese pescado, pensativo señala que no lo puede entender.

Su mujer, Carmen Ramos, hija también de pescadores, vendía desde niña el pescado de su padre. Recuerda como caminando, descalza, llegaba a Alojera, a Tamargada, a Vallehermoso y como lo intercambiaba por productos de la tierra, por papas, cebollas, peras… Con catorce años iba a trabajar a la zafra del tomate en el sur de Tenerife, para ganar unas pocas pesetas. Entre familias de pescadores, no fue extraño que se casase con D. Manuel, ella conocía el duro papel que le tocaba a la mujer de un pescador y esperaba la llegada de su marido, muchas veces al amanecer, para salir ligera a vender lo capturado.

La Historia de vida de D. Manuel y Doña Carmen se vincula con un Valle Gran Rey que sufrió profundas transformaciones en sus actividades económicas, entre ellas la pesca. Antes eran el conocimiento de la mar, el esfuerzo y trabajo, el interés y el aprendizaje gracias a los pescadores mayores el que posibilitaba que una actividad tan dura permitiese subsistir a las familias; hoy todo ha cambiado, cada vez quedan menos pescadores, los conocimientos heredados han dado paso a las nuevas tecnologías; a la marca memorizada le sustituye el GPS, a los remos el motor, a la madera del monte la fibra, a las mujeres vendedoras las empresas comerciales. Aun así, D. Manuel sigue queriendo enseñarles a sus nietos todos sus conocimientos; se emociona cuando uno de ellos explica detalladamente como es un día de pesca tradicional. Y sigue pensando que la mar es su hogar por los muchos momentos, buenos y malos, que tuvo que vivir.

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