En estos excepcionales momentos en que las autoridades gubernamentales insisten tanto aquí en Cádiz –una provincia totalmente devastada por el paro– en que la ciudadanía aplauda la inspiración democrática de la Constitución de 1812 quisiera plantear -desde una óptica pacifista- un interrogante que considero esencialmente vinculado a esta apergaminada y forzada conmemoración del Bicentenario que se nos ha impuesto desde arriba. Mi pregunta es: ¿son compatibles los valores democráticos que supuestamente proceden del texto de 1812 con el militarismo?, o, dicho de otro modo, ¿están sirviendo hoy los textos constitucionales liberales para evitar las guerras o para fomentarlas?, o también si se quiere: ¿pueden llamarse democráticos los estados, como Francia o Reino Unido, que poseen centenares de armas atómicas de destrucción masiva?, ¿un estado que posee armas atómicas no es una dictadura?. En España, ya los militares, como hicieron durante décadas atrás, no asaltan el Parlamento y tumban constituciones con la excusa de la restauración del orden social… pero ¿en qué perversa forma está hoy el sistema económico globalizado usando y manoseando los valores democráticos como herramientas para promover el militarismo más descarnado en todo el planeta?, ¿o el capitalismo voraz y belicista que se despliega ante nuestros ojos no ha convertido ya en papel mohoso la Constitución Española de 1978?. ¿Esta Democracia y el Militarismo son compatibles?, ¿quizás son dos caras de la misma moneda?.

A quien considere mis preguntas algo alambicadas le recomiendo vivamente que vea este video en el que el general holandés Peter van Hum viene a decir que democracia (es decir, sistema democrático occidental) y guerras son dos aspectos de una misma realidad (http://www.ateneadigital.es/RevistaAtenea/REVISTA/articulos/GestionNoticias_7710_ESP.asp); o bien que lea estas declaraciones del general español Fco. Jose Gan sobre “la defensa de las libertades” en Afganistán (http://www.heraldo.es/noticias/el_director_agm_hay_ningun_conflicto_que_valga_una_vida_humana_176890_300.html). Y si alguien aún, con todo esto, no ha entendido todavía de qué va esta reflexión sobre democracia y militarismo, entonces, finalmente, le sugiero que eche un vistazo a la crónica de la reunión que mantuvieron este miércoles 07/03/2012, en el contexto de la celebración del bicentenario de la Constitución de 1812, la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, con el embajador de EE.UU. en España., Sr. Solomont, y los empresarios de la zona interesados en los posibles beneficios económicos en la Bahía de Cádiz de la instalación del escudo antimisiles en Rota (véase: http://www.cadiz2012.es/noticias_detalle.asp?id=2592). La celebración de la Pepa –los fastos del Bicentenario de la Constitución de 1812– justifica, sin tapujos, el escudo antimisiles.

Sin embargo, los auténticos valores democráticos son, en mi opinión, aquellos que orientan las conductas culturales, éticas y políticas no hacia la guerra y las diferencias sociales, sino hacia la consecución de la justicia social y la promoción del Bien Público. Por ejemplo, la capacidad de diálogo, la participación ciudadana y el ejercicio de la soberanía popular, el respeto a las minorías, la libertad de expresión de todos, el posicionamiento claro frente al racismo y la xenofobia, el sentido natural de la cooperación frente a la competitividad y la insolidaridad, etc., son todos ellos, sin duda, valores democráticos orientados hacia la equidad social y el bien común. Creo, ya que democracia no significa más que gobierno del pueblo, que todos los valores democráticos pueden resumirse en dos palabras clave: Paz y Solidaridad. Aunque muchos prefieren, y tampoco les falta razón, equiparar lo más esencial de la democracia con la defensa de los Derechos Humanos… si bien luego, desgraciadamente, hay quienes (Blair, Bush, Aznar…) usan estos algo descascarillados términos para justificar intervenciones militares de tipo humanitario y democrático…

Llamo “militarismo” a un conjunto de comportamientos político-económicos que, bajo el paraguas directo de la fuerza militar, imponen un orden de cosas destructivo y, desde luego, aborrecido por la ciudadanía. Para España, por ejemplo, la apropiación indebida de recursos ajenos a base del uso o la amenaza de la fuerza militar (Irak, Somalia, Libia..); el envío de fuerzas militares para resolver conflictos laborales; la inversión de grandes sumas de dinero en fabricación y comercio de armas mientras se detraen de la cooperación internacional; el sostenimiento de mecanismos económicos que conducen al hambre y a la degradación ambiental en todo el planeta; las alianzas militares con países que nos pagan con protección nuclear a cambio del libre uso de las bases; el mantenimiento de gastos militares desorbitados; la apuesta por valores jerarquistas, populistas, autoritarios y de obediencia… el conjunto de estas cosas (especialmente el uso, a través de EE.UU., de la amenaza nuclear) constituyen, sin duda, una clara y grave situación de militarismo o, como otros han dicho, de estado permanente de guerra, o, también, de totalitarismo global.

Me pregunto, entonces, si al esconder bajo la alfombra la de 14 de abril de 1931 y aplaudir el adelanto democrático que, no lo discuto, supuso la Constitución de 1812 frente a la teocracia, la nobleza y el absolutismo, me pregunto, digo, si no sería mejor no perder el tiempo volviendo la vista 200 años atrás y denunciar ahora, directamente, con la indignación justa que el problema exige, no solo el caos social que ha organizado la última reforma laboral, sino también que, es obvio, no son compatibles los verdaderos valores democráticos con el estado de guerra permanente en que nos mantiene este sistema. Un sistema que, como es sabido, posee la capacidad atómica de destruir el globo terráqueo varias veces seguidas. Es decir, no me interesa nada celebrar la Constitución de 1812 en Cádiz si esta fiesta sirve, de algún modo, para que todo siga igual, nada cambie y el planeta entero siga acercándose al abismo humanitario al que, estoy seguro de que nadie pensará que exagero, nos dirigimos a toda velocidad. Una celebración que se nos impone desde arriba y que busca, peligrosamente, que metamos la cabeza debajo del ala es, en sí misma, no democrática.

Reformar la Constitución Española de 1978, como se ha hecho recientemente, obedeciendo directrices económicas descaradamente antisociales y sin consultar la voluntad ciudadana, es un acontecimiento muy grave que invalida moral y políticamente esta conmemoración de La Pepa. Estos actos no son más que una desesperada y torpe cortina de humo gubernamental ante lo que el 15-M ha dicho tan claramente: ya no nos representáis.

Convendría recordar en estos momentos: “En la última década se calcula que [Grecia] ha gastado 50.000 millones de euros en Defensa… Grecia ha sido el quinto mayor comprador de armas en el mundo entre 2005 y 2009” (según L. Lucchini) y que “Los acuerdos encaminados para que Grecia compre submarinos alemanes y fragatas francesas podrían sumar desembolsos por más de 6.000 millones” [de dólares]. Y también, por otro lado, que el estado democrático de guerra permanente en el que vivimos, argumentando, con inmenso cinismo, que lo suyo es la defensa de los Derechos Humanos, podría arrasar ahora Irán acusando a este país de querer fabricar algún arma nuclear cuando EE.UU., Israel, Reino Unido y Francia, poseen cabezas atómicas a millares.

No me extraña que después del golpe militar de Franco contra la IIª República nunca más hayamos visto escrito en la Constitución lo que jamás debió borrarse de ella: “Art. 6.º España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional”. En suma, no quiero entretenerme ni en celebrar aquel texto legal de 1812 ni en aplaudir la humillante visita del embajador norteamericano en España, sr. Alan D. Solomont, que nos promete un plato de lentejas por dejarle colocar al pie de nuestras casas un descomunal y amenazante escudo antimisiles que, además, nos convierte en blanco militar prioritario para otras potencias. Lo que quiero es que todos expresemos, a través de movilizaciones pacíficas en la calle, nuestra exigencia de Paz y empleo digno, es decir, de democracia real ya. La conmemoración de 1812 quiere hacernos creer que la democracia no viene de las luchas sociales que han hecho posible conquista tras conquista (salud, empleo, vivienda…), sino que viene, como caída del cielo, de un texto jurídico a modo de incorruptibles Tablas de la Ley. Esta peregrina celebración de La Pepa justifica directamente, como un nuevo Plan Marshall para la Bahía de Cádiz, el escudo antimisiles y quiere imponernos ideológicamente a todos, de paso, el estado de guerra permanente a que nos someten la OTAN y el “Convenio entre el Reino de España y los Estados Unidos de América sobre cooperación para la Defensa”.

Pero la Paz, como la educación, la sanidad o el empleo, es un derecho al que ningún gaditano ni gaditana renunciará jamás. Las Bases de Rota, Morón y Gibraltar las vamos a desmantelar más pronto que tarde y los días 17 y 18 de marzo la Plataforma Ciudadanía 2012 ante el Bicentenario realizará en Cádiz distintos actos públicos por otro mundo mejor posible, frente a la reforma laboral y a favor de la Paz.

Por Cristóbal Orellana (http:// noviolencia62.blogspot.com/)