Un ecosistema forestal mediterráneo amenazado.

Miguel Ángel Esteve Selma [1], Isabel Hernández García y Jesús Miñano Martínez, Departamento de Ecología e Hidrología, Universidad de Murcia. Revista El Ecologista nº 72.

Los pocos enclaves de sabina mora que quedan en España han sufrido durante años el impacto de la minería, para luego encontrarse con la presión urbanística, el sobrepastoreo y los incendios forestales. El efecto combinado de estos factores hace que las poblaciones de esta especie tengan un menor crecimiento del que les correspondería potencialmente. Además, ahora empiezan a cobrar importancia los cambios ambientales ligados al cambio climático.

Tetraclinis articulata, conocido localmente como sabina mora o ciprés de Cartagena, es un árbol que alcanza normalmente entre los 6 y 10 metros de altura aunque puede llegar a los 20 metros y 1 metro de diámetro. Bajo los efectos del pastoreo excesivo, las talas o el fuego, suele tener un aspecto arbustivo. Es una especie protegida clave en la organización del habitat 9570 considerado como prioritario por la Directiva Habitats. Sus limitadas exigencias hídricas y su termofilia le permiten colonizar ecosistemas semiáridos térmicos, aunque en el centro de su distribución, en el norte de África, su amplitud ecológica es mayor.

En la actualidad Tetraclinis articulata está representada en un área reducida, englobando esencialmente Marruecos y los restantes países de la ribera sur del Mediterráneo. Los bosques de esta especie, muy explotados desde la antigüedad por su proximidad a la costa y por la calidad de su madera, cubren todavía unas 800.000 hectáreas en el norte de África. Se estima que esta superficie supone un 32% de su área potencial.

En Europa sólo cuenta con dos poblaciones naturales, una en Malta, muy exigua lo que no ha impedido que sea uno de sus símbolos nacionales, y la otra en la Sierra de Cartagena y La Unión, en la costa murciana. En esta zona, la sabina mora se localiza en cuatro poblaciones principales. La más importante está en Peña del Águila y Monte de las Cenizas, que junto a Calblanque constituyen un Parque Regional desde 1992. En esta localidad se encuentran más del 80% de los ejemplares de sabina mora.

Secuencia histórica de amenazas

Hoy existen unos 8.500 ejemplares en las Sierras de Cartagena-La Unión, cubriendo cerca de 600 hectáreas, un 26% de su distribución potencial neta de unas 2.300 hectáreas, pero hace cien años se encontraba en el límite de su extinción, pues solo se censaron ocho Tetraclinis en 1904, aunque es muy probable que hubiera algunos más. La población se mantuvo en números muy bajos hasta los años sesenta. A partir de ese momento las tasas reproductivas aumentaron rápidamente hasta los años noventa, entrando entonces en una fase de crecimiento neto más limitado.

Estos periodos se asocian al protagonismo diferencial de las distintas amenazas o presiones. Las amenazas históricas de la tala directa o la destrucción del hábitat por la minería, permanecieron activas hasta mediados del siglo XX y, aunque la minería a cielo abierto se prolongó hasta finales de los años ochenta, la pérdida por esta causa de hasta un 20% del total de su hábitat potencial se había culminado en años anteriores.

En las últimas décadas, las talas y la minería han perdido protagonismo, aunque no están totalmente anuladas, y han sido sustituidas por la presión urbanística y de infraestructuras, el sobrepastoreo y los incendios forestales. Efectivamente, la presión de usos artificiales ha consumido o comprometido algo más del 15% de su área potencial. En estos momentos se está debatiendo sobre el posible desarrollo urbanístico del entorno de la bahía de Portmán, un corredor natural donde se encuentran algunas de las manchas de Tetraclinis más estratégicas en relación con la conexión entre las principales poblaciones de esta especie. La propuesta de un Puerto Comercial en el paraje protegido (LIC y ZEPA) del Gorguel supondrá la puesta en riesgo de la población local de sabina mora y la degradación de un centenar de hectáreas de su área potencial.

El pastoreo ha existido desde siempre en la zona pero en intensidad muy variable. No obstante, en los últimos veinte años sus efectos en la supervivencia de Tetraclinis han sido muy graves. En el paraje de El Sabinar, donde se dan unas formaciones de sabina mora muy interesantes por resultar dominantes frente al pino carrasco (Pinus halepensis), la presión ganadera no solo ha eliminado el reclutamiento de nuevos Tetraclinis, como suele ocurrir con el sobrepastoreo, sino que ha provocado directa e indirectamente, por debilitamiento extremo, la muerte de un 30% de los ejemplares adultos en solo veinte años, pasando de 303 a 230 ejemplares. Y todo ello a pesar de que dicha población de El Sabinar está protegida desde 1992, aunque desgraciadamente sin Plan de Ordenación o de Gestión aprobado, pese a estar ultimado desde hace más de trece años.

Pero, quizás la presión degradativa más importante, que se ha incrementado hasta niveles intolerables en los últimos veinte años, la constituyen los incendios forestales. Todos ellos de origen antrópico, algunos por negligencia y la mayoría intencionados. La coincidencia de los principales fuegos con las fechas de protección de los espacios naturales de la zona y el inicio de la reactivación económico-urbanística de Portmán por la regeneración de su bahía, hoy día colmatada de sedimentos mineros, parecen sugerir una relación causal. No obstante, nada se ha podido demostrar como ocurre en tantos otros lugares.

De estudios históricos se desprende una afección de Tetraclinis por incendios forestales de un 0,13% para antes de 1990 mientras que para 2010 la estima era de más del 20% de ejemplares afectados. Esto supone un incremento en un factor 150, una subida excepcionalmente elevada. Efectivamente, la ola de incendios en el hábitat idóneo para Tetraclinis se inició en septiembre de 1992, en aparente respuesta a la protección de Peña del Águila como Parque Regional conjuntamente con Cenizas y Calblanque. Más de ocho incendios se han ido sucediendo en la Sierra de Cartagena desde entonces, y en al menos cinco de ellos ardieron ejemplares de sabina mora a pesar de su escasez. En el incendio más reciente de finales de agosto de 2011, han sido afectados unos de 2.800 individuos de sabina mora, lo que supone un 34,1% de la población total de Murcia, de los cuales en torno a la mitad ya se habían quemado hacía menos de veinte años.

La quema de la biomasa aérea en T. articulata supone directamente una mortalidad reducida, pues su cepa o lignotuber permite un rebrote casi garantizado. Únicamente mueren en torno al 1% de los ejemplares, aunque la mortalidad de los brinzales puede estar subestimada. Por el contrario, algunos ejemplares de gran tamaño afectados por fuegos menos intensos pueden rebrotar de rama lo que facilita una recuperación más rápida. Pero el efecto más grave de los incendios en Tetraclinis es, sin lugar a dudas, la paralización de su actividad reproductiva durante un largo periodo, que puede superar los 10 años para llegar a los niveles previos al fuego.

Efectos de las presiones en la demografía

El efecto directo de todas estas presiones en la dinámica poblacional de Tetraclinis es muy importante. Su tasa de crecimiento debería ser al menos el 7% anual en la mayoría de las localidades y de hasta un 12% anual de media en las mejores poblaciones. Esto supondría la duplicación de efectivos cada 10 años de forma general y cada 6 en las localidades óptimas. Hoy día estas tasas están reducidas a más de la mitad por el efecto conjunto de todas las presiones antrópicas, a las que también hay que incorporar la competencia con el pino carrasco. Es decir, Tetraclinis se está recuperando pero a una velocidad mucho más lenta de la que le permitiría la ausencia de perturbaciones antrópicas.

La población de El Sabinar, por presión ganadera excesiva, que debería crecer a un 7% está en tasas negativas de -2%. Algo similar ocurre con la exigua población de Calblanque, la más reducida. El núcleo principal de la especie, en Cenizas-Peña del Águila, tiene la mitad aproximada de su población afectada recurrentemente por los incendios forestales, con lo que sus tasas hipotéticas de un 9% o más de media, con tiempos de duplicación de unos 7 u 8 años, se han reducido a un 4,5%. Otras localidades menores con un crecimiento potencial de un 7% están en un 2% por acción combinada de fuego y pastoreo.

Y, por último, el cambio climático

La distribución de T. articulata parece estar gobernada, sobre todo, por las precipitaciones de invierno y el número de días de helada. Otros factores como la precipitación media anual, o ciertas variables topográficas, litológicas y la cobertura de pino carrasco matizan ese control climático básico. Por tanto, es de esperar que el área de distribución de la sabina mora responderá significativamente a las alteraciones previstas con el cambio climático bajo distintos escenarios de concentraciones de dióxido de carbono: B2 con un incremento moderado de las emisiones y A2 con emisiones más intensas. Bajo el escenario B2 el área de distribución potencial se multiplicará por 6, mientras que bajo el A2 dicha área se reducirá drásticamente. En cualquier caso, las previsiones son que en una primera fase Tetraclinis se beneficiará del cambio climático y podrá expandirse teóricamente (la baja capacidad de dispersión y la fragmentación del hábitat no facilitarán las cosas) y en una segunda, en condiciones de mayor concentración de CO2, este proceso se tornará negativo para la especie. Observando algunas repoblaciones históricas de Tetraclinis, fuera de su área de distribución actual, parece que existen evidencias de que estamos en esa primera fase.

El desplazamiento esperado en la idoneidad del hábitat de Tetraclinis tanto en altitud como en latitud supondrá un cambio de su área de distribución regional, pues dejará de ser solo una especie costera para poder colonizar (potencialmente) otras localidades del interior como ocurre en el Norte de África. Estos cambios alterarán sustancialmente la contribución de los espacios protegidos actuales al mantenimiento de dicho hábitat de Tetraclinis [2]. Es preciso que las redes actuales de espacios protegidos se adapten a este nuevo escenario ecológico que supone el cambio climático.

Notas

[1] Miembro de Ecologistas en Acción

[2] M. A. Esteve-Selma, J. Martínez-Fernández, I. Hernández, J. P. Montávez, J. J. López, J. F. Calvo, F. Robledano (2010). “Effects of climatic change on the distribution and conservation of Mediterranean forests: the case of Tetraclinis articulata in the Iberian Peninsula”. Biodiversity Conservation, 19:3809-3825.