Un desafío para terminar el año: buscar noticias positivas ocurridas a lo
largo de los últimos meses. No se trata de obviar la pérdida de derechos
y la desprotección de la naturaleza, sino de encontrar razones para seguir
luchando contra esos retrocesos. El reto es recordar y recordarnos que la
crisis económica caminó en 2012 al paso de una crisis ambiental a la que
debemos plantar cara proponiendo alternativas. Y unas cosas buenas
conducen a otras: Garoña, energías renovables, Algarrobico, bicicletas,
Marina de Cope, mercado social, fracking no, refinería tampoco… palabras
que dan fuerzas y ganas de seguir.

Una de las últimas buenas nuevas es que Garoña se cierra. La central
nuclear burgalesa, anticuada y hermana gemela de Fukushima, cesó su
actividad antes de lo previsto. Un cierre en el que los grupos
ecologistas, en su empeño por recordar los peligros de la central, han
tenido mucho que decir.

También han dicho mucho frente a la amenaza de la fractura hidraúlica o
fracking, la técnica de extracción de gases no convencionales con alto
riesgo de contaminación. La unión de muchos colectivos ha logrado que
municipios y comunidades autónomas, como Cantabria, Aragón y La Rioja,
hayan dicho ya no al fracking.

Y las renovables avanzan. A pesar de los enormes obstáculos del Gobierno
central, estas fuentes limpias produjeron en 2012 más que ninguna otra.
Son la energía del mañana, con capacidad para generar empleo.

Se han logrado victorias en la defensa del patrimonio natural de toda la
población. La refinería Balboa no se levantará en Extremadura. Finalmente
Marina de Cope no se vende, las playas vírgenes del litoral murciano
podrán ser salvadas del pelotazo urbanístico con la reciente decisión del
Tribunal Constitucional. Y además se han emitido sentencias que confirman
de nuevo que la construcción del hotel Algarrobico es ilegal y va camino
de la demolición para recuperar la playa almeriense.

Se recuperan también las calles para organizarse frente a medidas
injustas, contra soluciones que premian a aquellos que desencadenaron la
crisis y castigan a los que más la sufren. Muchas organizaciones,
colectivos y personas de diferentes generaciones se han unido y logrado
éxitos, como la paralización de desahucios.

Crecen las alternativas, a ritmo lento pero convencido. Las bicicletas son
para las ciudades, como lo demuestra el creciente número de personas que
se animan a pedalear en las grandes urbes. Los grupos de consumo se
afianzan, para fomentar una relación directa y más local entre lo que se
cultiva y lo que se come.

Y el mercado social es una realidad a la que se unen proveedores,
cooperativas y consumidores para tejer una red que respeta el
medioambiente y los derechos laborales; que no se deja llevar por la
especulación y crea monedas sociales hechas para las personas y no para
los grandes mercados.

Parece mentira, pero en los últimos doce meses hubo aún más noticias
positivas, como las que se recogen en el último número de la revista El
Ecologista. Pequeños y grandes triunfos para mantener nuestra dignidad y
la de nuestro entorno a lo largo y ancho de 2013.