Para Ecologistas en Acción, el criterio principal utilizado para el diseño del Plan Estratégico de Infraestructuras y Transporte (PEIT), esto es, autovía y AVE para todos, no se sostiene desde un punto de vista ambiental, ni social, ni económico. Sólo es entendible desde una óptica populista, que falazmente asocia desarrollo y bienestar social con inversión en infraestructuras, una relación que muchos estudios ponen en cuestión.

Desde el punto de vista ambiental, las infraestructuras lineales como las autovías y el AVE son las más dañinas para el territorio, ocupando los terrenos más útiles para otros usos como la agricultura, y fragmentando fuertemente el territorio. Pero, además, el transporte por carretera y la alta velocidad ferroviaria son dos grandes despilfarradores de energía, por lo que contribuirán mucho a empeorar la situación con respecto a las emisiones de CO2. Es decir, en el PEIT se fomentan más, precisamente, aquellos medios que más contribuyen al cambio climático, en lugar de ponerles coto.

Desde un punto de vista económico, la mayor parte de las infraestructuras planteadas no tienen justificación ni racionalidad desde una estricta óptica económica y de transporte, sin entrar en otras consideraciones. Así, por ejemplo, la casi totalidad de las nuevas autovías previstas en el PEIT se construirán en itinerarios que no alcanzan los 5.000 vehículos por día, cuando los manuales de ingeniería del transporte señalan como razonable el desdoblamiento de una carretera a partir de los 10-15.000 vehículos día.

Pretender que gracias a que haya autovías en todas las capitales de provincia llegará el desarrollo a todas partes y se reequilibrará el territorio es una quimera que, desgraciadamente, la realidad desmiente. Efectivamente, son muchos los estudios que demuestran que no existe un vínculo automático entre la construcción de infraestructuras y el desarrollo económico -alguno de los más relevantes y conocidos es el realizado por SACTRA, un grupo de expertos que asesora al Gobierno británico en su política de infraestructuras-. Es más, estos estudios concluyen que cuando una infraestructura de alta capacidad une dos extremos, uno más desarrollado con otro con un menor desarrollo, el efecto que se produce es de succión de recursos por parte del extremo más rico, pudiendo tener pérdidas netas el de menor desarrollo.

En este mismo sentido, Ecologistas en Acción pide al ministerio de Fomento que divulgue el estudio socioeconómico que el anterior Ministerio de Fomento realizó sobre la línea de AVE Madrid-Sevilla durante 2001-2003, en el que se demuestra que el desarrollo generado por esta infraestructura se ha concentrado en Madrid y que incluso ha tenido efectos negativos en otros lugares del recorrido. Desgraciadamente, este estudio, al contradecir buena parte de la dialéctica del actual PEIT -y del anterior plan de infraestructuras del PP-, es muy probable que continúe bajo llave en un cajón ministerial.

El PEIT en sus términos actuales tampoco resiste un mínimo análisis en cuanto a la rentabilidad social de las inversiones. Baste decir que el presupuesto total, 248.892 millones de euros, equivale a 7.300 millones de pesetas diarios durante sus 15 años de vigencia. Esta cantidad permitiría, por ejemplo, construir un gran hospital cada dos días. Dado que los recursos públicos son escasos y que si se emplean en un ámbito no están disponibles para otro, no es demagógico plantearse: ¿qué es preferible, tardar una hora menos en un trayecto en tren (pagando tres veces más por el billete, que es la proporción que existe entre los trenes convencionales y el AVE) o esperar varios meses menos para una intervención quirúrgica?

Obviamente todos los españoles tenemos derecho a satisfacer adecuadamente nuestras necesidades de movilidad. Pero esto no quiere decir que tenga que ser con autovías y AVE para todos. Países con más población que nosotros y un mayor nivel de desarrollo así lo demuestran: por ejemplo, Reino Unido tiene 3.546 km de autovías y autopistas, frente a los 11.200 km que tenemos en España.

Unas carreteras seguras y bien mantenidas, con una dimensión adecuada a su demanda, un ferrocarril basado en una mejora sustancial de las líneas existentes, unos buenos servicios de transporte por carretera y ferrocarril… serían algunos de los aspectos que, para Ecologistas en Acción, debería haber asumido el PEIT. Sin embargo, este Plan ha optado por un desarrollo brutal de infraestructuras, disfrazado de equilibrio territorial, que sólo beneficiará a las grandes empresas constructoras y empeorará aún más la ya mala sostenibilidad ambiental, social y económica del transporte en España.