Y al mismo tiempo emplaza a todos los demás municipios andaluces a seguir su ejemplo. Los dos argumentos que justifican esta declaración son irreprochables:
La llamada fiesta taurina representa un despilfarro descomunal de dinero público entregado generosamente para sufragar toda la parafernalia taurófila, recursos que deberían ir destinados a gasto social que atenúe la precariedad y la exclusión social por la que tanta gente está pasando.
Además, desde el punto de vista ético es un disparate aberrante realizar un espectáculo con la tortura y agonía de los animales, y que todavía pretendan declararlo bien de interés cultural.
Los municipios andaluces darían una magnífica lección si dejaran de apoyar este aquelarre salvaje, educaran a sus ciudadanos en el respeto a los animales y pasaran definitivamente página a un periodo de nuestra historia que nos abochorna, el de hacer exhibición impúdica de la crueldad y el maltrato animal.
