La carta que acaba de publicar el embajador norteamericano en España, sr. James Costos, sobre las relaciones militares entre España y Estados Unidos de América me parece un documento de enorme interés por varias razones (las antropológicas entre ellas). James Costos: «Siempre adelante. Juntos. Beneficios mutuos de nuestra relación en materia de defensa»:

http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/siempreadelante/2014/07/29/beneficios-mutuos-de-nuestra-relacion-en.html

Comienza la carta presentándonos a un sargento de artillería participando en la restauración del Convento de Santa Clara de Morón… tierna anécdota que desvela su concepción romántica de una España primitiva dedicada solamente a la religión y que el embajador norteamericano resalta como una forma «voluntaria» de ese artillero para «corresponder» a los españoles que son sus «anfitriones»… Pero todo el mundo sabe que ese sargento cobra por hacer eso, todo el mundo sabe que lo hace arteramente y por puro interés (usar las bases militares en suelo andaluz) y todo el mundo sabe que no somos sus «anfitriones» sino víctimas de una decisión del general Francisco Franco que, al margen de la población y para sostener su cruenta dictadura, permitió la instalación de las bases. Por lo que me parece muy mal que los militares extranjeros, para obtener un aval para sus guerras, manoseen los símbolos religiosos andaluces. No solamente me parece mal, sino que creo que esos trabajos de restauración de nuestro patrimonio lo podemos hacer aquí mucho mejor cobrando un sueldo digno. Si, de forma voluntaria, los militares norteamericanos han estado trabajando 2.000 horas -como señala el embajador en su carta- para la comunidad de Morón… entonces le han birlado a la comunidad de Morón 15 puestos de trabajo durante un mes.

Luego el embajador se ocupa largamente, ofreciendo una batería de débiles argumentos, de intentar demostrar que los supuestos beneficios del tratado bilateral España-USA son tan rentables para una parte como para la otra, o sea, que las bases no son una imposición norteamericana y que no representan un uso unilateral de nuestra tierra para matar en medio mundo satisfaciendo los intereses norteamericanos (petróleo, mercados, vías de comunicación…). James Costos quiere convencernos quizás de que tenemos la misma categoría y de que somos tan importantes como su poderoso país. Pero luego … toda la carta es una amenaza velada acerca de las consecuencias que padeceríamos si los supuestos beneficios que el embajador cita se esfumasen al romper [es lo que haremos más pronto que tarde] el tratado bilateral que Franco firmó con Eisenhower en 1953. El embajador quiere, de manera desesperada, que valoremos como si fueran de oro las migajas mohosas [y los peligros que no cita] que las bases y el escudo antimisiles nos 'aportan'.

Es muy obvio que solamente alguien que se cree muy por encima de nosotros -un empobrecido pueblo primitivo de extrañas creencias religiosas- puede adoptar esa actitud de conmiseración. Pero al embajador, que es muy consciente de la mala fama que aquí han tenido siempre los altivos yankis, no le desaniman nuestros castizos defectos y atrasos culturales; él quiere hacer un esfuerzo solidario, humanitario, antropológico, para soportarlos y que permanezcamos «siempre» juntos…

Entonces, James Costos quiere, de modo generoso, protegernos de los misiles balísticos, quiere que nuestros pesqueros faenen sin problemas en las aguas de Somalia, quiere que nos sintamos orgullosos de actuar contra la dictadura de Al Assad a través de Rota, que disfrutemos de la seguridad que da intervenir militarmente en toda África desde las bases y nos recuerda qué cosa tan buena es que el año pasado hiciéramos 45 ejercicios militares conjuntos.

Luego intenta excusarse de la pérdida de trabajo (continuos EREs) en las bases de Rota y Morón y aporta [sin ruborizarse por la contradicción] una serie de cifras no contrastadas y más que discutibles como 3.500 trabajos fijos generados por las bases. Es decir, aunque el territorio del estado español esté estratégicamente en manos de EE.UU. y se use para destruir países enteros, a nosotros nos conviene callar porque lo estamos pasando mal económicamente… El embajador nos los recuerda sin tapujos: no nos podéis echar de aquí porque os quedaríais sin las cuatro perrillas que os damos para que no os muráis de hambre.

Luego, al final de la carta, viene a explicar que él sabe que nos damos cuenta de que con las bases estamos colaborando en grandes empresas militares de la OTAN que afectan a la seguridad en el mundo… pero no señala ningún riesgo y no se ve a sí mismo, a la política atómica de su país, como el mayor peligro sobre la faz de la tierra.

Esta carta ha sido escrita en un momento de gran inestabilidad política y social en España. Es pues un mensaje del embajador norteamericano expresando, de fondo, su preocupación (y su poco fina advertencia) por las posibles consecuencias de una revisión del tratado bilateral como resultado indirecto de esa inestabilidad.

Pienso que lo que a James Costos le gusta menos de la cultura española es su intenso antimilitarismo y que no hemos olvidado que por culpa de las bases yankis hemos padecido el alargamiento de una dictadura sangrienta, la de Franco, fruto de una guerra. De modo que las bases militares de Andalucía hunden sus raíces en la sangre de nuestros muertos. En cuanto podamos, James Costos lo sabe muy bien, abandonaremos esa «amistad» con Estados Unidos y con sus enloquecidos intereses en el Mediterráneo. Cambiaremos lo que él dice que nos «conviene» por políticas de Paz, Desarme y Cooperación Internacional… sin proporcionar al gobierno de Israel licencia eterna para matar.

Por Cristóbal Orellana (http:// noviolencia62.blogspot.com.es)