Según las previsiones disponibles, el riesgo de inundaciones seguirá aumentando en el futuro, particularmente en países como España, debido a un doble efecto del cambio global: por un lado el cambio climático incrementará la frecuencia de los episodios de lluvias intensas y avenidas repentinas, aumentando el peligro de inundaciones. Por otro, el cambio de usos del suelo incrementará la exposición de bienes y personas a las inundaciones, con los consiguientes daños económicos y pérdida de vidas humanas. Frente a este previsible aumento del riesgo, no se están aplicando medidas serias de adaptación, como respetar las zonas inundables y devolver su espacio a los ríos, sino falsas soluciones de infraestructura, como presas, encauzamientos, diques, escolleras, dragados

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[Informe] Los efectos del cambio climático sobre el riesgo de inundaciones en España

Estas son las principales conclusiones de un informe de Ecologistas en Acción presentado hoy en París. Pese a que las incertidumbres de las proyecciones de cambio climático en relación con las inundaciones son elevadas, se estima que el número de días de grandes precipitaciones podría aumentar y que el cambio global puede intensificar el ciclo hidrológico, aumentando la frecuencia de las inundaciones en muchas partes de Europa. Las avenidas repentinas provocadas por precipitaciones intensas serán probablemente más frecuentes en toda Europa, especialmente en el sur del continente donde se sitúa la Península Ibérica, donde estas avenidas repentinas podrían incrementarse un 70% al final de siglo.

La Administración española no ha puesto en marcha verdaderas estrategias de adaptación frente al aumento de los riesgos por inundaciones. Las infraestructuras como presas, encauzamientos, diques, escolleras, motas y dragados no solucionan el problema y con frecuencia lo empeoran, al generar una falsa sensación de seguridad que alienta una mayor ocupación de las zonas inundables. En definitiva, muchas veces contribuyen a incrementar el riesgo. Además, estas obras de infraestructura ocasionan un gran impacto ambiental y tienen un elevado coste económico, lo que se une a su escasa eficacia a la hora de eliminar los riesgos, como demuestran los estudios disponibles acerca de un continuo aumento en los daños económicos por inundaciones, pese al aumento de estas medidas estructurales.

Las crecidas fluviales son imprescindibles para el buen estado ecológico de los ríos y aportan de forma gratuita importantes servicios a la sociedad, como mantener la fertilización natural de las tierras de cultivo. No se trata por tanto de impedir las crecidas, sino de evitar sus efectos negativos a través de dos grandes medidas: respetar las zonas inundables aplicando medidas de ordenación del territorio y devolver el espacio a los ríos a través de la gestión del territorio fluvial. Dejar libres de construcciones e instalaciones todas aquellas zonas susceptibles de recibir avenidas constituye la medida más racional, sensata y sostenible de reducción del riesgo a medio y largo plazo. Gestionar adecuadamente el territorio fluvial implica recuperar meandros y bosques de ribera que disipan la energía de las crecidas, eliminar diques y motas para facilitar desbordamientos suaves que impidan episodios graves de inundación y adaptar los usos a la inundabilidad para reducir la exposición al riesgo de personas y bienes económicos.