España es el tercer país europeo que consume más pescado, unos 42 kg por persona y año, el doble que la media europea, justo detrás de Portugal que se sitúa en primera posición con 56 kg y Lituania con 43 kg. Debido a este consumo elevado, aproximadamente tres de cada cinco pescados consumidos en el Estado español provienen de aguas extranjeras. Si solo pudiéramos abastecernos con el pescado que la flota española captura en aguas europeas, al ritmo de consumo actual nos quedaríamos sin pescado a principios de mayo, concretamente el día 10.

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Fish dependence 2016

Hace 7 años que la organización New Economics Foundation (NEF) calcula los niveles de “pescado dependencia” de la Unión Europea y de cada uno de sus Estados miembros. Los países que producen tanto o más de lo que consumen son autosuficientes, los que consumen más de lo que producen son pescado dependientes, es decir, dependen de pescado de otras zonas del planeta para mantener sus niveles de consumo.

Los niveles de pescado dependencia de la UE han aumentado en las últimas tres décadas. Aniol Esteban, Director de Programas de la NEF, indica que hace treinta años Europa podía autoabastecerse con pescado de sus propias aguas hasta septiembre u octubre, mientras que ahora solo llega a principios de julio. Y añade, “conforme se ha ido reduciendo la productividad de los caladeros europeos, las flotas europeas han ido a pescar cada vez más en aguas más lejanas y más profundas, a su vez, las importaciones de pescado de otros países han aumentado, afectando no solo a la sostenibilidad de los recursos pesqueros globales, sino causando impactos sociales y económicos sobre países que necesitan estos recursos mucho más que la UE”.

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Tabla Día de Dependencia de Pescado

Pero según Esteban, hay motivos de optimismo. Durante los últimos años algunas poblaciones de peces en el Atlántico de la Unión Europea han dejado de empeorar. Parte de ello es porque algunos caladeros han comenzado a recuperarse al seguir los ministros de Pesca algunas recomendaciones científicas y porque el consumo de pescado no ha subido tanto como se esperaba.

Para Lydia Chaparro, consultora ambiental en la Fundació ENT, señala que si bien es cierto que en los últimos años se había registrado un descenso de las poblaciones de peces sobreexplotadas en el Atlántico nororiental, los datos en 2015 indican un empeoramiento de la situación. Según la Comisión Europea, actualmente el 48% de las poblaciones de peces evaluadas en el Atlántico se encuentran sobreexplotadas, cifra que asciende al 93% en el Mediterráneo, un mar donde se ha alcanzado un punto crítico y donde es previsible que la tendencia siga en declive si no se toman las medidas correctas.

En ambos casos la situación es grave, puesto que va en la dirección opuesta a la Política pesquera común que exige acabar con la sobreexplotación pesquera en 2015, y a más tardar en 2020. De hecho, el cumplimiento de esta legislación ayudaría sin duda alguna a garantizar la recuperación de nuestros mares. Concretamente, otro estudio realizado por la NEF basado en modelos bio-económicos estima que la recuperación de las poblaciones de peces europeas a niveles sostenibles podría proporcionar hasta 2 millones de toneladas extras de pescado (suficiente para satisfacer la demanda anual de la UE) y crear hasta 64.000 puestos de trabajo.

Una de las vías para revertir esta situación es mediante el establecimiento de planes de gestión plurianuales y de límites de pesca sostenibles en línea con las recomendaciones científicas, tal y como indica la propia Política pesquera común. Ahora bien, según Chaparro, “en el Consejo de Ministros de Pesca de la Unión Europea que tiene lugar cada año en diciembre, muchos Ministros tienen como tradición pujar al alza los límites de pesca, omitiendo frecuentemente las recomendaciones científicas”.

De hecho, una investigación realizada por la organización The Pew Charitable Trusts indica que en el último Consejo de Ministros de Pesca que tuvo lugar el diciembre pasado, casi la mitad de los límites de pesca en el Atlántico nororiental fueron establecidos por encima de las recomendaciones científicas y que éstos superaron de media el consejo científico en un 88%. Para Chaparro “esta praxis debería tener los días contados, puesto que recuperar las poblaciones de peces a niveles sostenibles no solo permitiría disminuir la dependencia de pescado exterior y garantizar un futuro más viable para las comunidades de pescadores, sino que como ciudadanas y ciudadanos podríamos ejercer nuestro derecho de consumir pescado de proximidad y de calidad. Algo que, actualmente, es francamente difícil”.

Por su lado, Celia Álvarez Doncel, Técnico de mercados de pesca sostenible de WWF España declaró: “España y la UE debemos mejorar la gestión de nuestras pesquerías, sobre todo en el Mediterráneo; actualmente la mitad viene de países en desarrollo. Por ello, autoridades, industria y consumidores tenemos una gran responsabilidad sobre la sostenibilidad y condiciones laborales en las pesquerías que suministran nuestro mercado internacionalmente. A través del proyecto de sensibilización FishForward WWF recomienda que en la compra se compruebe el etiquetado, informarse sobre la sostenibilidad de cada opción y optar – si hay disponibilidad – por productos certificados por ejemplo por el MSC.”

A este respecto, Lucía Martínez, responsable de pesca de Ecologista en Acción añade que: “Los datos difundidos por el informe de NEF deberían hacernos reflexionar sobre los motivos por los que la productividad de nuestros caladeros nacionales se ha reducido tanto en los últimos años. Los océanos tienen una capacidad de producción limitada que se ha visto afectada por el cambio climático, la menor la disponibilidad de nutrientes y, en gran medida, por la aplicación de una gestión pesquera insuficiente que no ha logrado la protección de los recursos marinos vivos. La reformada PPC obliga a los Estados miembro a regular sus pesquerías para acabar con la sobrepesca. Si logramos la correcta implementación del reglamento, además de cumplir con nuestros deberes legislativos, podremos reducir la brecha que existe entre la productividad de nuestros mares y los niveles de consumo de los productos de mar”.