Estos planes son una herramienta básica para la sostenibilidad pesquera en un medio marino cada vez más degradado por la actividad humana.

Lydia Chaparro (Fundació ENT) y Lucía Martínez (Ecologistas en Acción). Revista Ecologista nº 89.

El 48% de las poblaciones de peces evaluadas en el Atlántico nororiental se encuentran sobreexplotadas. Esta cifra asciende al 93% en el Mediterráneo, un mar en el que se ha alcanzado un punto crítico y donde es previsible que la tendencia siga en declive. ¿Pero cómo se ha llegado a esta situación?

Este escenario ha sido alentado por políticas -tanto nacionales como internacionales- que han primado intereses económicos a corto plazo. De hecho, en 2008, la propia Comisión Europea avisaba que las políticas fallidas y la falta de voluntad política provocarían “una mala eficiencia económica, un alto impacto medioambiental, un alto consumo de combustible y una baja aportación de las pesquerías europeas a la cadena alimentaria”.

Como resultado de la mala gestión, incluso tras haber destinado millones de euros en subsidios públicos para equilibrar la capacidad pesquera a los recursos, la flota europea continúa sobredimensionada y su supervivencia continúa dependiendo en gran parte de los subsidios públicos.

Continua degradación pesquera

Más aún, la sobrecapacidad existente en algunas de las pesquerías, la continua degradación de los ecosistemas marinos, una estructura de costos que en algunos segmentos de la flota es especialmente sensible al precio de petróleo, sumado al bajo precio de primera venta y a la creciente competencia exterior, ha empequeñecido al sector por lo que parece inevitable que la flota continúe decreciendo.

El reto consiste en que esta transformación se realice con el mínimo impacto social posible, preparando al sector pesquero para integrar las futuras tendencias y en especial, protegiendo a la parte de la flota más sostenible, la pesca artesanal, un sector ampliamente afectado por la sobreexplotación pesquera y la degradación ambiental.

Ahora bien, desde 2014 está en vigor la Política Pesquera Común (PPC). Una reglamentación europea en la que Ecologistas en Acción y la Fundació ENT estuvieron muy implicadas desde sus inicios (mediante la coalición OCEAN2012) y que contiene algunos aspectos podrían poner fin a años de nefasta gestión, entre ellos, la obligación de restablecer y mantener las poblaciones por encima de unos niveles de biomasa; capaces de producir el Rendimiento Máximo Sostenible (RMS), a más tardar en 2020, para todas las poblaciones. En otras palabras, la política pesquera exige acabar con la sobrepesca en el menor tiempo posible.

Cumplimiento de los compromisos

El cumplimiento de esta normativa ayudaría a garantizar la recuperación de nuestros mares. Pero además, un estudio realizado por la New Economics Foundation demuestra que la recuperación de las poblaciones de peces europeas podría proporcionar hasta dos millones de toneladas extras de pescado (suficiente para satisfacer la demanda anual de la UE) y crear hasta 60.000 puestos de trabajo.

Así pues, si es bueno para los mares y para el sector pesquero ¿a qué esperan los responsables políticos a restablecer las poblaciones de peces? [1]

Sea como sea, una de las mejores vías para lograr esta recuperación es mediante el establecimiento de límites de pesca en línea con las recomendaciones científicas, seguido de la creación de planes plurianuales de gestión.

Los planes plurianuales de gestión pesquera

Los planes plurianuales son sistemas de gestión a largo plazo que tienen el propósito de reducir la toma de decisiones basada en intereses cortoplacistas y maximizar la probabilidad de prácticas pesqueras sostenibles. En ellos se establecen objetivos claros para la gestión de poblaciones concretas y, a su vez, actúan como un amplio paraguas en el que se pueden incluir medidas transversales basadas en el principio de precaución.

Ahora bien, el primen plan aprobado bajo el marco de la PPC -el plan plurianual del Báltico-, no ha sido suficientemente ambicioso, hecho que puede sentar un mal precedente para los futuros planes que se desarrollarán en Europa. De hecho, el compromiso alcanzado en el plan del Báltico, que afecta a especies clave como el bacalao, el espadín, el arenque y algunos peces planos, incluye límites de pesca superiores a los límites sostenibles, es decir, pone a algunas poblaciones de peces en riesgo de sobrepesca. Contradiciendo así el principal objetivo de la PPC.

Ésto se debido en gran parte a las presiones del Consejo, que tras prolongadas negociaciones y una constante presión política logró el compromiso con el Parlamento Europeo, que hasta el final se había mostrado firme en no sobrepasar los límites de pesca definidos en la PPC. El compromiso alcanzando contiene cierta flexibilidad, por lo que algunas poblaciones podrán ser explotadas por encima de los niveles sostenibles.

Tras su aprobación, será el turno del plan plurianual para las pesquerías demersales (especies que viven en el fondo marino) del Mar del Norte, el plan para la pesca demersal de las aguas occidentales de la UE (al oeste de Escocia e Irlanda), y otros, como el plan para las especies demersales en el Mediterráneo noroccidental. Este último, de gran trascendencia para las pesquerías del Golfo de León.

La sobrepesca de Europa

Así pues, si realmente queremos acabar con la sobrepesca en Europa, tanto el Parlamento Europeo, como la Comisión, y muy especialmente el Consejo, deben subir el listón en el establecimiento de los futuros planes de gestión y aplicar medidas que garanticen el cumplimiento íntegro de los objetivos de la PPC.

Objetivos que seguiremos muy cerca a través de la campaña Acabar con la sobrepesca en las aguas noroccidentales de Europa [2] en la que seguiremos colaborando activamente.

Aparte de estos planes plurianuales enmarcados dentro de la PPC, en los últimos años también se han ido desarrollando otros planes de gestión de gran trascendencia, no por su extensión geográfica sino por el proceso de colaboración y de participación que entrañan.

Este es el caso del Plan de Cogestión del sonso (lanzón) de Cataluña, cuyo comité está integrado por asociaciones de pescadores, administraciones públicas, centros de investigación y ONG, y donde las decisiones se aprueban por consenso. Este es uno de los primeros casos de éxito de cogestión pesquera en el Estado y Europa.

En los próximos años, no sólo por la obligación legal de restablecer las poblaciones de peces, sino por los nuevos sistemas de gobernanza, cada vez más participativos, es previsible que en el Estado español, y en especial a lo largo de la cuenca Mediterránea, se vayan desarrollando nuevos planes de cogestión con fin de garantizar una pesca viable y responsable.

Pero, aunque el impacto de la pesca sobre el medio es un factor importante, no es la única amenaza. La pérdida de hábitat, la contaminación, las prospecciones, el tráfico marítimo, la proliferación de especies invasoras o el aumento de la temperatura del agua, son algunos de los factores que afectan el estado de salud de nuestros mares.

Por todo esto, si no queremos que la pesca en nuestro litoral se convierta en una actividad anecdótica, es necesario que quienes tienen la responsabilidad política redoblen los esfuerzos para garantizar la recuperación de las poblaciones y de los hábitats marinos para amortiguar los efectos adversos de la actividad humana sobre los ecosistemas.

Notas

[1] Ver el artículo “Acabar con la sobrepesca”, Revista Ecologista nº 86