En la Unión Europea, el mercurio dental es la segunda fuente de contaminación por mercurio después de la industria del cloro sosa. Las amalgamas dentales consumen unas 90 toneladas anuales de mercurio y acaban en el agua, a través de las aguas residuales de las clínicas y los residuos urbanos, el aire, a través de las cremaciones, las emisiones de las clínicas dentales y la incineración de residuos, y el suelo, a través de los vertederos y los entierros.
La comunidad científica y numerosos estudios de la UE, la ONU y la OMS coinciden en que, una vez liberado, el mercurio puede convertirse en metilmercurio, una sustancia que produce graves daños cerebrales y problemas neurológicos, especialmente en niñas y niños, mujeres en edad fértil, embarazadas o en periodo de lactancia.
Hace tiempo que existen alternativas eficaces y asequibles para los empastes de amalgama, que son altamente costosos si se tienen en cuenta los daños ambientales y de salud que provocan. En varios países su uso ha sido prácticamente eliminado: un 0 % en Suecia, 3 % en Finlandia, 5 % en Dinamarca y menos de un 10 % en Holanda. Además, en Alemania y Reino Unido se advierte de que hay que desaconsejarlos en niños y mujeres embarazadas.
La contaminación ambiental provocada por el mercurio dental y sus consecuencias es significativa y evitable. Es urgente eliminar el mercurio odontológico.