Ante el debate sobre la aplicación del protocolo de contaminación por dióxido de nitrógeno en el municipio de Madrid, Ecologistas en Acción quiere dejar claro su apoyo a las actuaciones que se están tomando por parte del Ayuntamiento. Pero lo realmente necesario es adoptar medidas estructurales, que mejoren de forma cotidiana la mala calidad del aire madrileño. Las graves consecuencias sanitarias de la situación actual justifican de manera contundente estas actuaciones y hacen todavía más inmoral el fraude que han venido cometiendo la mayor parte de los fabricantes de vehículos diésel en relación a las emisiones de este contaminante.

Mucho se está hablando estos días sobre la aplicación del protocolo del Ayuntamiento de Madrid contra los episodios de alta contaminación por dióxido de nitrógeno. Desgraciadamente, el enfoque de muchos medios de comunicación está siendo el de las molestias que se causa a los automovilistas, antes que destacar aquello que Ecologistas en Acción considera preponderante: las afecciones a la salud de la población.

Es claro que unas restricciones como las que se plantean (sobre todo si se llega a aplicar la limitación de acceso al centro de Madrid del 50% de los automóviles en función de sus matrículas) causan importantes molestias a los conductores. Pero conviene recordar que los desplazamientos en coche suponen poco más de la cuarta parte del total (un 28%) de los desplazamientos diarios en la ciudad de Madrid, aunque provoquen una gran cantidad de afecciones, como las relacionadas con la mala calidad del aire. Efectivamente, la contaminación por dióxido de nitrógeno causa cada año 5.900 muertes prematuras en el Estado español, según las estimaciones más recientes de la Organización Mundial de la Salud.

Pero una cosa es tratar de limitar los picos de determinados contaminantes en momentos de alta concentración y otra distinta es reducir esta contaminación de forma generalizada durante todo el año. Esa es la estrategia realmente necesaria e importante desde el punto de la salud pública y para ello son ineludibles unas medidas estructurales y ambiciosas que reduzcan, con sistemas más que conocidos y aplicados en muchos lugares, el tráfico de vehículos, en especial de los más problemáticos, los diésel. Hablamos de limitaciones de velocidad permanentes, reducción de carriles en favor del transporte público y medios no motorizados, calmado de tráfico, áreas de exclusión para no residentes, etc.

En este sentido, conviene recordar el fraude generalizado de los fabricantes de vehículos diésel, en buena medida consentido por las autoridades europeas y españolas, que hace que la inmensa mayoría de los vehículos nuevos emitan entre 2 y 15 veces más dióxido de nitrógeno que lo que permite la normativa vigente. Con este tipo de actuaciones inmorales, de las que la industria automovilista ha sido responsable durante años, resulta imposible poner coto a la contaminación sin restringir el tránsito.