Han pasado mas de cuatro meses desde que terminara la exposición dedicada a Caravaggio en el Palacio Real de Madrid, donde figuraban las esculturas de Neptuno y las dos Cibeles que fueron expoliadas de su pedestal y fuente original en el Jardín de la Isla, ocupando su lugar sendas reproducciones de material sintético.
Como ya advirtió este grupo ecologista en su día, teníamos la firme convicción y la mantenemos en la actualidad, que dichas esculturas las podemos dar por desaparecidas de nuestro Jardín, por tanto de la ciudad.

Jamás volverán, porque tienen prevista nueva ubicación, confiemos al menos, en el nuevo museo de Colecciones Reales de Madrid. Dicho esto, nada nos gustaría más, que sentir el placer de equivocarnos y volver a presenciar las esculturas en su sitio, donde siempre estuvieron, soportando durante siglos múltiples vicisitudes, incluidos expolios de otras piezas en la misma fuente.

En su proceso final, el documento del Plan de Gestión del Paisaje de Aranjuez debiera establecer, las limitaciones o prohibición de conductas y actuaciones en todo el ámbito de la Declaración; cuyo borrador a falta de nuevas aportaciones, no pasa de ser un protocolo de buenas intenciones, para tratar de sumar e implicar a instituciones y organismos presentes en la ciudad, pero sin abordar compromisos reales desde el punto de vista de su conservación, por tanto muy alejado de la defensa de todo el patrimonio cultural externo, declarado Patrimonio de la Humanidad, que debe ser el objetivo fundamental del documento.

A día de hoy, la principal ofensa con la que se enfrenta nuestra gestión del paisaje; resulta ser el cambiazo de esculturas históricas originales realizadas en material noble, por groseras reproducciones en material plástico.

Los Jardines de Aranjuez, representan un museo al aire libre donde se conjugan y armonizan dos paisajes culturales, uno de especial relevancia como el botánico formado por su flora y otro con similares atributos como el artístico, formado por sus fuentes y juegos de agua. Ambos se necesitan mutuamente, adulterando la composición primitiva original y única del segundo, o simulando estructuras vegetales de papel o sintéticas (todo llegara) con el primero, habremos convertido nuestro principal valor del Paisaje Cultural de Aranjuez, en ramplona mercancía al capricho de unos pocos y singulares gestores de Patrimonio Nacional y estamentos superiores; pero del que todos los ciudadanos de este Real Sitio, unos mas que otros en función de sus atribuciones municipales, somos cómplices subsidiarios de la deshonra que se avecina, por no haber estado a la altura del reto histórico del siglo XXI.

La Delegada de Patrimonio Nacional de Aranjuez dijo recientemente, que las citadas esculturas se encontraban almacenadas en depósitos del organismo, dispuestas para un futuro viaje a tierras italianas, pero en su pagina informativa oficial “Obras en préstamo”, que abarca todo 2017 y parte del 2018, nada cita al respecto, por lo que debemos suponer, que no esta actualizada la información, desconocemos de quien.

Las piezas y esculturas de bronce, se han conservado en perfecto estado durante siglos, tan solo necesitando periódicamente, tareas de restauración de su patina (pintura de acabado); la prueba esta en su carácter expositivo actual.

La campana de bronce restituida y colocada recientemente por Patrimonio Nacional a la intemperie, en lo alto de la Iglesia de San Pascual, debería haberse instalado en el interior del templo, atendiendo al ideario conservacionista del organismo citado, practicando la doctrina impuesta para las piezas de bronce ubicadas en las fuentes de los Jardines, o tal vez, en honor a su excelente criterio, hayan colocado una campana de material sintético ¿se podría comprobar?

Ecologistas en Acción de Aranjuez hace un llamamiento, a todas las organizaciones políticas y sociales para que actúen en defensa de nuestro pueblo y su Patrimonio, mostrando con firmeza su oposición a cualquier movimiento o detalle en su contra, así como, solicitar la restitución a su lugar original, de todas las piezas trasladadas y reubicadas en el interior de diversas estancias, en base a milongas, sin motivo creíble, ni justificación certificada.