Paula Tordesillas, coordinadora de la campaña Salva el suelo. Revista Ecologista nº 92.

El suelo es el hábitat donde todos los seres vivos nos desarrollamos. Podríamos decir que del suelo venimos y al suelo regresaremos. Por ello Ecologistas en Acción desarrolla la campaña Salva el suelo que por su transversalidad, afecta a la agroecología, el urbanismo, extracción de recursos, medio natural, residuos, agua, cambio climático y al ecofeminismo porque las mujeres son las protectoras del mantenimiento de la vida.

El suelo es importante porque en él tienen lugar los ciclos biogeoquímicos más importantes para la vida. Nos alimentamos indirectamente de él, debido a las relaciones alimentarias de la cadena trófica. Sin embargo, el cierre del ciclo de la materia, del carbono, se ha perdido en lugares como tanatorios, vertederos e incineradoras. Estas soluciones político-económicas proveen a la atmósfera de ingentes cantidades de CO2, en lugar de ponerlas en el suelo como sumidero de carbono. Se gasta dinero en enseñar a la población a separar bien los envases para reciclar, pero apenas se invierte en recuperar la fracción orgánica mediante compostaje.

Cuando las plantas y animales mueren y se degradan en el suelo, ese carbono pasa a mantenerse allí. Si gestionamos de forma adecuada los suelos, aumentando su fertilidad y biodiversidad, retendrían el carbono y no lo emitirían a la atmósfera. Además, mejorar la fertilidad, implica producir mejores alimentos y más sanos, beneficia la estructura y el hábitat para muchos microorganismos. Evitar liberar esas reservas subterráneas es esencial para cumplir el objetivos acordado por los países en la Cumbre del Clima de París de mantener el calentamiento global por debajo de los 2 ºC.

Por ello, la Iniciativa Ciudadana Europea (ICE) people4soil (salva el suelo) solicita a la Unión Europea cuantificar correctamente y reducir las emisiones de Gases de efecto invernadero (GEI) procedentes de agricultura y silvicultura.

Emisiones negativas

El acuerdo de París no propone un tope en las emisiones [1], contempla seguir emitiendo, si después se recaptura el CO2 emitido en exceso. Pero, ¿cómo se recaptura este gas? A través del biocarbón (biometano o hidrógeno) o las tecnologías de bioenergía con captura y almacenamiento de carbono, BECCS [2]. Esta técnica propone cultivar biomasa para después quemarla en grandes centrales térmicas que, en lugar de dejar escapar el CO2 a la atmósfera, lo contendría en grandes almacenes soterrados. Proponen tecnologías de separación del CO2 para posteriormente reutilizar el hidrógeno o separar el oxígeno de este… Técnicas que no están probadas, son costosas y fomentan el acaparamiento de tierras. En resumen, proponen emitir más CO2.

Una de las reflexiones en el avance de la campaña Salva el suelo, es que la población no suele encontrar la relación directa entre la salud y los suelos. Por otro lado, es un tema poco atractivo, no llega y no se aprecia como una oportunidad para combatir el cambio climático.

Ya sean zonas rurales o urbanas, nos hemos convertido en unos ignorantes del cuidado de la tierra. No hay tiempo y preferimos vivir en la ignorancia antes que saber cómo se producen y elaboran esos alimentos envueltos en plásticos, papel y metales. Compramos en grandes supermercados en la ciudad o en pequeñas tiendas del pueblo, donde podemos encontrar los mismos alimentos globalizados. La gran parte se produce en masa, en hectáreas regadas por abonos químicos, herbicidas e insecticidas. Grandes extensiones de invernaderos y campos infértiles. Mares de plásticos. Almería o Marruecos, ¡qué más da! En Europa nos quedamos sin suelos fértiles. Comemos frutas y verduras sin madurar en el campo y sin sabor, pero con un calibre determinado y un buen encerado con parafina para que sean perfectas. Tomates en invierno, quinoa ecológica de Perú, alimentos kilométricos, pero con el sello “eco”.

¿Cuánta diversidad cultivamos?

En los supermercados y tiendas sólo se suministran frutas y verduras de determinadas variedades impuestas en el mercado agroalimentario. Los recursos fitogenéticos están confiscados en grandes bancos de germoplasma que velan por la pervivencia de estas semillas. Las técnicas empleadas para reproducirlas suelen ser in vitro, lo que supone que muchas de estas semillas puedan perderse en el laboratorio. Gracias a las redes de semillas, podemos conseguir mantener variedades tradicionales que se esfumarían en el tiempo y a las que les debemos sabor, diferencias de textura, olor, recetas ancestrales y cultura. Las semillas tradicionales han sido seleccionadas por el campesinado durante miles de años para adaptarse a diferentes suelos y climatología a lo largo del mundo. Sin embargo se encuentran en manos de unos pocos. Tenemos un ejemplo en el banco de semillas noruego Global Svalbard donde la Fundación Bill Gates invierte miles de millones junto con Fundación Rockefeller, Monsanto Corporation o Syngenta Foundation.

Salva el suelo con tu firma, pero además, consume productos ecológicos locales y de temporada; apoya la producción agroecológica. Necesitamos alianzas campo-ciudad a través de los circuitos cortos de comercialización empoderados por la ciudadanía, además del apoyo de políticas públicas e iniciativas que fomenten la agroecología, como por ejemplo la red de Municipios Agroecológicos Terrae [3]. Por último, puedes plantearte mantener tu propia huerta o participar en algún proyecto de huertas comunitarias sin usar pesticidas. Evita las comidas procesadas e infórmate del origen de lo que comes, descartando lo más lejano. Apoya la campaña Salva el suelo [4].

Notas

[2] Combining Bio-Energy and Carbon Capture and Storage(BECCS): https://www.iea.org/media/workshops/2013/beccs/Best_BECCS_Brazil.pdf

[4] Firmar para salvar el suelo: https://www.ecologistasenaccion.org/people4soil