• Con el lema “El turismo sostenible como instrumento de desarrollo» el 27 de septiembre se celebra el Día Mundial del Turismo. Los actos oficiales tendrán lugar en la ciudad de Doha (Qatar).
  • A juicio de Ecologistas en Acción se está perdiendo la oportunidad de tratar los conflictos asociados al turismo masivo de un modo comprometido. Los eslóganes y las celebraciones triunfalistas contrastan con el debate social ya instalado sobre sus impactos medioambientales y culturales, así como su baja calidad como fuente de empleo.

1235 millones de turistas cruzaron fronteras internacionales en 2017. Para 2030 se espera que sean 1800. El sector turístico es el que más crece globalmente. Representa un 10 % del PIB mundial. Las directrices no vinculantes de la Organización Mundial del Turismo (OMT), que pretenden orientar el turismo como un vehículo de paz, diálogo, lucha contra el cambio climático, eficiencia energética, prosperidad, respeto a las culturas locales y conservación del patrimonio mundial, ponen en evidencia una radical falta de comprensión de la realidad y sus consecuencias o un desvergonzado cinismo. El lema «desarrollo y sostenibilidad» alude a conceptos contradictorios en sí mismos, ya que ni siquiera la sostenibilidad del desarrollo es posible en un entorno limitado. Por si fuera poco, el evento se celebrará en Qatar, donde las condiciones de trabajo son de semiesclavitud, se financian supuestamente corrientes extremistas que promueven el terrorismo internacional y la democracia está pospuesta sine die.

Las protestas contra la masificación por parte de turistas y anfitriones no son nuevas. Hace años que poblaciones receptoras de turistas abandonaron sus lugares de residencia por los precios abusivos que generó el sector y que transformó sus espacios públicos en parques temáticos, incorporando de un modo servil costumbres foráneas, ajenas a las tradiciones locales, banalizando el hecho mismo de viajar.

La globalización ha facilitado el conocimiento y el acceso a los destinos internacionales más publicitados. El turismo proporciona un beneficio sostenido a los receptores si se introduce como un sector económico complementario a los ya existentes. El problema es que si no se somete a unos límites sociales y ambientales genera procesos de especulación sobre el suelo, urbanización de tierras productivas y ecosistemas valiosos. Al mismo tiempo, debido a la estacionalidad y precariedad laboral que caracteriza al sector, la población se vuelve vulnerable.

El turismo masivo es fundamentalmente el resultado de la búsqueda de beneficios por parte de las grandes corporaciones del transporte, el ocio y la hostelería, que a menudo nada tienen que ver con las poblaciones autóctonas. Los anfitriones en ocasiones se ven abocados a depender del turismo por falta de interés de administraciones o inversores hacia otros sectores más sostenibles, con mayor valor añadido y con empleos de más calidad. Las soluciones a la masificación y a la dependencia del monocultivo turístico deberían empezar por controlar los flujos, antes de que sea demasiado tarde, y ofrecer inversión en sectores menos vulnerables.

La confluencia masiva y simultánea sobre un mismo destino amenaza su propia existencia y devalúa la experiencia misma. Hay una capacidad de carga relacionada con cada espacio, y respetarla, así como a quienes habitan y hacen significativo dichos espacios, debe ser parte necesaria de la experiencia. La OMT expone la ética que debería acompañar al viajero: ‘Viaja, disfruta y respeta’. ¿Es esta la única ética que podemos esperar, la que se refiere a los viajeros? ¿No hay responsabilidades éticas para los inversores, los empresarios turísticos y los gobiernos?

Ecologistas en Acción remarca que las necesidades de la población anfitriona no se resuelven en acuerdos entre ministros y lobistas. Es necesario que las comunidades locales sean protagonistas de su desarrollo humano y de la sostenibilidad económica y ambiental.

La sostenibilidad del desarrollo en relación al turismo exige la reflexión y conciencia social –tanto en el ámbito local como en el global– sobre la necesidad de establecer límites y condiciones a esta actividad, evitar su monocultivo y promover en paralelo otros sectores de actividad y fuentes de empleo, de menor riesgo y mayor calidad.

Ecologistas en Acción considera imprescindible, antes de que sea demasiado tarde, un debate serio que atienda a la lógica de las necesidades y no a la avaricia o a una política tutelada por poderosos sectores económicos.