“Redecora tu vida”, dice la publicidad de Ikea. Antes, cuando uno quería dar un giro a su vida pensaba y repensaba cómo hacerlo, se apoyaba en los amigos, la familia, los vecinos… ahora todo eso sobra, Ikea nos brinda una alternativa mucho más fácil, si las cosas no van bien redecora tu casa y así cambiarás tu vida.

Con este eslogan esta empresa multinacional sueca, que se creó hace seis décadas, consigue vender mucho más que muebles, vende un estilo de vida, una forma de ver el mundo, una forma de actuar.

En una sociedad en la que apenas hay tiempo para otra cosa que no sea trabajar y ver la tele, la
insatisfacción y la infelicidad de muchas personas se hace cada día más evidente. Los publicistas de Ikea han decidido aprovechar este hecho, ideando unas campañas publicitarias que consiguen manipular los sentimientos del consumidor, reconduciendo esa insatisfacción vital hacia una única dirección, el consumo. De este modo la multinacional Ikea va expandiendo su mensaje, que cala a la perfección en unos cerebros que buscan soluciones fáciles ante problemas complejos.

Ya son veintinueve los países del mundo en los que Ikea tiene tiendas, y en los que, por tanto, promueve un estilo de vida basado en un consumo sin sentido, en un consumo irracional que tira de nuestros sentimientos más profundos para animarnos a consumir.

Esta es quizás la parte más cruel del engaño de Ikea, porque la felicidad no viene enganchada a los bienes de consumo, ni uno soluciona sus problemas o insatisfacciones cambiando de muebles. Pero la cosa no queda ahí, en su página web hay un apartado titulado “¿Por qué nos importa tanto el medio ambiente?”, y donde se dice literalmente “También en nuestras tiendas desarrollamos una política de gestión medioambiental muy exigente, basada en la norma de las tres “r” (reciclar, reducir y reutilizar)”.

Resulta curioso ver cómo esta multinacional consigue mantener una imagen de respeto por el medio ambiente, a pesar de que es un ejemplo perfecto de deslocalización de la producción, con todos los costes energéticos, y por tanto ambientales que esto lleva asociado. Una empresa que sitúa sus tiendas a las afueras de las ciudades, lo que obliga a un determinado modelo de transporte, el coche, uno de los principales agentes causantes del cambio climático. Y es, además, un ejemplo característico de empresa que vende productos de muy corta duración, de usar y tirar, ya que la mala calidad de los muebles (debida a los materiales que usan para producirlos), y que son de temporada (se pasan de moda), hace que haya que redecorar (por lo tanto tirar, generar residuos, volver a producir, comprar) cada poco tiempo.

Pero no sólo se han esforzado en mejorar su imagen ecológica, en su página web también se puede leer la “Responsabilidad social de Ikea”, donde cuenta, sin dar muchos detalles, que “participa en proyectos de desarrollo en países menos favorecidos, especialmente en el ámbito de la infancia”. Es curiosa la forma que tiene de entender la responsabilidad social esta empresa, que tiene muchas denuncias por explotación laboral.

Y mientras tanto, los consumidores pensamos que nos sale barato consumir en Ikea, aunque al salir de una de sus tiendas te des cuenta que has comprado mucho más de lo que pensabas antes de entrar (quizás, entre otras cosas, porque hay que recorrerla entera para llegar a la salida), aunque tu pagas tu transporte en coche y el trabajo de montar el mueble también lo pone cada uno. Aún así, seguimos empeñados en que resulta barato, y nos engañamos pensando que es el “móntatelo tu mismo” lo que abarata los precios, cuando en realidad son los recortes en las condiciones laborales y ambientales los que rebajan el precio del producto.

En una sociedad en la que somos tremendamente conservadores para algunas cosas, no cambiamos de trabajo aunque las condiciones sean pésimas y nos endeudamos en préstamos a 50 años para comprar un piso del que no pensamos movernos, queda poco espacio para la rebeldía. Y, por si acaso, los dueños de la empresa multinacional Ikea no dudan en utilizar estrategias publicitarias y comerciales que reconducen los sentimientos de necesidad de cambio hacia el consumo, mientras nosotros, como espectadores pasivos, dejamos que nos redecoren nuestras vidas según la moda.

María González
Ecologistas en Acción