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Un huerto de protesta ante la sede de Monsanto-España

Una treintena de personas de distintos colectivos: grupos de consumo, agricultores ecológicos, Bajo el Asfalto está la Huerta (BAH!) y miembros de Ecologistas en Acción se han reunido esta mañana ante las oficinas de Monsanto en Madrid para denunciar la tecnología Terminator y la utilización de cultivos transgénicos en la agricultura.

Agentes de seguridad han impedido su acceso al edificio, permaneciendo en la entrada con pancartas de “Terminar con Terminator: por una agricultura campesina libre de transgénicos”, “Fuera transgénicos de la agricultura”, “Sin huerta no hay vida ni comida”, mientras repartían información a las personas que pasaban. El acto ha terminado con la siembra simbólica de un huerto de cultivos ecológicos, reivindicando una agricultura libre de transgénicos y en protesta por el desarrollo de técnicas de manipulación genética para crear semillas estériles.

En los últimos diez años Monsanto se ha convertido en la compañía con mayor volumen de ventas de semillas a nivel mundial y controla el 90% del mercado de semillas transgénicas. Su negocio agroquímico se ha beneficiado enormemente de la venta de variedades transgénicas, en su mayor parte resistentes a los herbicidas comercializados por la compañía. Monsanto ha registrado más de 600 patentes biotecnológicas que le conceden un amplio monopolio sobre las semillas manipuladas genéticamente, obligando a los agricultores a comprar semilla todos los años y desarrollando una agresiva política para asegurarse que los agricultores respetan sus “derechos de patente”. En Estados Unidos obliga a los compradores de semilla a firmar una licencia que les compromete a “No suministrar semilla que contenga tecnologías patentadas por Monsanto a ninguna persona ni entidad para su cultivo. No guardar semilla de la cosecha para siembra ni suministrar a nadie semilla producida a partir de la variedad (patentada) para siembra…“ . Quienes no respetan sus derechos de patente se exponen a una demanda ante los tribunales y a terminar pagando cuantiosas sumas, que han llevado a más de un agricultor a la ruina. Monsanto ha llegado incluso a demandar judicialmente a agricultores que no habían sembrado sus variedades patentadas: en este caso el único delito del agricultor había sido guardar y cultivar semilla de su propia cosecha contaminada por soja transgénica de campos vecinos.

En los países del Sur, sin embargo, donde la tradición de guardar simiente para siembra sigue muy arraigada, Monsanto está teniendo grandes dificultades para cobrar royalties por sus semillas patentadas. En Argentina y en Brasil, los países con mayor superficie de transgénicos después de Estados Unidos, los agricultores se niegan a aceptar la tasa tecnológica que Monsanto quiere imponer por la resiembra de su variedades de soja transgénica resistente a herbicidas.

La creación de semillas estériles mediante la tecnología Terminator constituye una forma cómoda y eficaz para evitar este tipo de problemas e incrementar el negocio de las grandes compañías biotecnológicas, que ya controlan cerca de la mitad del comercio mundial de semillas. Si bien Monsanto se comprometió en 1999 a no utilizar la tecnología Terminator -y recientemente ha aclarado a la campaña Terminar con Terminator que sus últimas declaraciones, que podían interpretarse como un cambio de política, no querían decir lo que parecían decir- , no parece haber renunciado al desarrollo de tecnologías de este tipo en el futuro, y presiona en el Convenio de Diversidad Biológica para la aceptación de una evaluación “caso por caso” que minaría la moratoria defendida por los países del Sur.

Con su denuncia ante la sede de Monsanto los colectivos convocantes se han sumado a las protestas contra Terminator que se están desarrollando en todo el mundo, reclamando:
- Que se mantenga la moratoria sobre Terminator.
- Que se prohíba la comercialización de transgénicos y se aplique el principio de precaución.
- Que se promueva una agricultura que respete el derecho de los pueblos y personas a una alimentación sana y justa, al mismo tiempo que preserva la biodiversidad agrícola y la autonomía campesina.