Los restos humanos son placentas o miembros amputados en los hospitales, que son trasladados al cementerio para su inhumación en bidones y bolsas sellados y se almacenan en una fosa común hasta que ésta se llena y se cubre con tierra, explicó el responsable de San Lázaro, Javier Ahumada.

Junto a ellos hay cerca de un centenar de ataúdes cuyos cadáveres se han extraído, además de lápidas rotas con inscripciones de las personas fallecidas y numerosas coronas de flores secas con cintas y recordatorios de los seres queridos de quienes un día fallecieron.

Estos desechos se almacenan en el solar una media de dos meses antes de ser triturados y quemados, y proceden de tumbas de las que se han extraído los cuerpos una vez que finaliza el plazo de concesión de enterramiento, indicó Ahumada, responsable de Canaricem, empresa privada que gestiona el cementerio de San Lázaro.

Todos los cuerpos permanecen enterrados un mínimo de cinco años, tal como establece la ley, pero una vez concluye ese tiempo, los familiares pueden optar entre renovar la concesión de la tumba o que los restos óseos pasen a una fosa común.

Ben Magec-Ecologistas en Acción se propone reclamar una investigación sobre estos hechos que han alarmado a la opinión pública de la capital grancanaria.