Con el lema «Por el Agua, la Vega y el tren: No al PGOU de los especuladores» unos 2000 ciudadanos se manifestaban el 11 de julio contra la política urbanística del alcalde de Antequera, el cual se queda solo y aprueba el avance del PGOU con toda la oposición en contra y haciendo caso omiso al clamor del pueblo antequerano.

A pesar del tremendo calor y de la timidez de los antequeranos para salir a la calle a protestar, la manifestación contra el Plan General de Ordenación Urbana de Antequera se puede calificar como de exito rotundo, y podemos hablar de un hecho sin precedentes en la ciudad. Como muestra de la importancia de ésta, conviene recordar la más númerosa hasta el momento de este tipo: la organizada contra la guerra de Iraq, por el actual partido gobernante, con todo el apoyo de los medios locales y nacionales por aquel entonces, y que aún con eso, sólo logró reunir a unos 400 manifestantes.

La manifestación empezó con unas cuatrocientas personas en la plaza de Santiago e inicios de calle Carrera, y conforme iba haciendo su recorrido, fue aumentando de manera significatival en número y en intensidad (con un recorrido más largo, se habrían superado con creces los 3000 manifestantes), con ciudadanos que poco a poco ivan perdiendo su cortedad y se unían no solo a la manifestación sino también a las misivas que se iban gritando, como: «Millán atiende, Antequera no se vende», «Esto es lo que pasa con el turismo de Plata» o «Millán primor que no queremos golf».

Había pancartas defendiendo la Vega, la laguna de Herrera, contrarias al rocambolesco «aeropuerto de Antequera», defendiendo la estación de tren y un tren de cercanías, afectados por la impactante autopista de las Pedrizas, pidiendo un desarrollo sostenible, pero sobre todo, contrarias a la especulación. Entre los muchos ciudadanos y personas llegadas de los anejos de Bobadilla, Cartaojal, Vva de la Concepción, la Higuera…, también había residentes extranjeros integrados en las poblaciones locales del término municipal (nada que ver con el turismo de residencia, al que el este PGOU dedica gran parte de lo planeado) indignados al poder perder precisamente lo que venían buscando: paisaje, ambiente rural y cultura singulares; tranquilidad; calidad de vida; etc.

Este PGOU aprobado en el pleno municipal de Antequera, es el mismo Plan que se presentó en Abril del año pasado en el avance, y al igual que el «paripe» de Plan Estratégico, hace caso omiso a las numerosas sugerencias presentadas por los muchos colectivos en su momento y a las múltiples manifestaciones ciudadanas de distintos sectores como la cultura, educación, sanidad, etc. y la de muchos antequeranos de a pie, lo cual deja muy en entredicho la labor de este alcalde y su equipo de gobierno, que además tiene el descaro de decir que se ha hecho con consenso o de impedir el paso al interior del pleno municipal una vez concluida la manifestación.

Es por todo esto, por lo que se ha llegado a convocar esta manifestación, por el abuso de poder que manifiesta este ayuntamiento; por lo vergonzoso e injusto en cuanto a la forma en que se ha elaborado este Plan y por que la población quiere una Antequera sin nuevos núcleos urbanos; ni más campos de golf, sin ruidos ni contaminación de aeropuertos (según el alcalde estaría aprobado para antes del verano ¿por qué miente y no se le piden explicaciones? ¿qué busca con ello?), todos ellos sin demanda social e inncesarios; y que lo imprescindible y básico nunca se ponga en peligro como: el agua, la agricultura, la Vega, el paisaje, el medio rural y silvestre antequerano, la estación de tren en el casco urbano, o que la ciudad se expanda en su dirección natural y lo haga de manera ordenada ocupando sólo el territorio necesario, siempre al margen de tramas de corrupción, delincuencia organizada y especuladores.

Despues de esta gran muestra de madurez y rechazo popular, y del arrinconamiento político con toda la oposición en contra, el ayuntamiento de Antrequera se puede calificar como un barco a la deriba, sin timón ni timonel, totalmente descontrolado, y cada vez más a merced del viento de los grupos de presión inmobiliarios.