La deforestación de laderas con elevadas pendientes y la posterior implantación de cultivos con una deficiente cobertura del suelo implican un agravamiento de los daños producidos por las tormentas.



Así, la ausencia de un sustrato herbáceo y arbustivo que amortigüe la fuerza con la que el agua llega al suelo y que absorba y retenga este agua, hace que la lluvia arrastre tierra y rocas, originando procesos erosivos y, en ocasiones, provocando graves daños en las poblaciones.
En olivares situados en una misma zona, resultan muy afectados por las tormentas los que se cultivan con un sistema de laboreo del suelo, presentando grandes pérdidas de suelo, lo que empobrece el sustrato sobre el que se asientan estos cultivos. Los olivares cultivados bajo el método de no laboreo resisten mucho mejor el impacto de la lluvia, reteniendo mejor el suelo y librándose de la erosión.

En los olivares situados junto a los núcleos de población deberían de tenerse en cuenta estos datos para minimizar los efectos de las tormentas que, como la ocurrida durante el pasado sábado en la Aldea de La Concepción, ha originado importantes daños en viviendas e infraestructuras, poniendo en peligro la vida de los vecinos. Además los daños en los olivares no sólo se traducen en la pérdida de cosecha, sino que las toneladas de tierra arrastradas por la lluvia significan una pérdida irreparable para estos cultivos, que verán así su calidad edáfica mermada en un futuro.

Administraciones y agricultores deberían de reflexionar y llevar a cabo técnicas de cultivo más sostenibles y adecuadas a la orografía que presenta nuestra comarca.