Ecologistas en Acción de La Palma cree que las consecuencias negativas del modelo turístico de golf se pone de manifiesto en el proyecto del campo de golf de La Pavona en Breña Alta.

La debilidad de los argumentos con que se pretende convencernos de que el golf es necesario para La Palma aduciendo, entre otros, que se trata de un modelo sostenible, respetuoso con el medio ambiente y que va a reportar un considerable beneficio económico a la sociedad palmera, se está poniendo en evidencia en el proyecto del campo de golf de La Pavona en Breña Alta, uno de los cuatro que se planea construir en la isla.

La ejecución de este campo de golf, que ocuparía una superficie de casi un millón de metros cuadrados en una zona de alto valor paisajístico y natural, donde cohabitan especies protegidas de flora y fauna con varias explotaciones ganaderas y agrícolas, no parece en modo alguno el modelo más acorde con los valores por los que se ha concedido a La Palma el título de Reserva de la Biosfera. En este sentido, el estudio de sostenibilidad contenido en el PGO de Breña Alta pasa de puntillas por las repercusiones ambientales, sociales y económicas del campo de golf de La Pavona, y no entra a valorar ni su impacto paisajístico con las afecciones a la flora y la fauna, ni la pérdida de suelo agrícola y ganadero, ni los efectos contaminantes sobre el entorno y sobre los acuíferos de la zona que tendrían los abonos químicos y pesticidas que en importantes cantidades son usados en este tipo de instalaciones.

Mal empieza la demostración del pretendido beneficio social para los habitantes de la zona cuando los propietarios de los terrenos de La Pavona están siendo sometidos a la extorsión de especuladores sin escrúpulos para que le vendan sus terrenos a precios ridículos bajo la falsa amenaza de la expropiación. El timo es evidente si consideramos que el precio que se está pagando por los terrenos es muy inferior al que se pagaría en caso de una hipotética expropiación. Pero hay que dejar bien claro que no existe mecanismo legal alguno que obligue a un propietario a vender suelo rústico o por el que pueda ser expropiado, salvo para realizar infraestructuras de carácter público, y el campo de golf es una promoción estrictamente privada.

En cuanto al agua requerida para el mantenimiento del campo de golf, mientras se intenta tranquilizar a la población diciendo que el consumo de las instalaciones sería relativamente bajo por tratarse de una zona bastante húmeda, ya se están generando tensiones en el mercado del agua porque los promotores del proyecto del golf quieren hacerse con buena parte de las acciones de las mismas galerías que suministran el agua de alta calidad utilizada para el consumo humano en la comarca de Las Breñas y Mazo.
Si hablamos de rentabilidad económica y repercusión social del turismo, el modelo de los campos de golf, se ha demostrado desfavorable en comparación con otras modalidades de turismo más acordes con las características de La Palma: Mientras que los campos de golf y las urbanizaciones y hoteles que los acompañan, tienen un consumo importante de territorio y de otros recursos naturales, afectan seriamente al paisaje y suponen grandes inversiones en infraestructuras y acondicionamiento, en modalidades de “turismo activo” como las rutas culturales, submarinismo, senderismo, cicloturismo, para los que La Palma posee unas condiciones excepcionales, no exigen apenas infraestructuras especiales, sino que su atractivo se basa precisamente en la existencia de redes de caminos y entornos naturales y culturales preservados al máximo.
Mientras los campos de golf y las zonas residenciales, comerciales y de esparcimiento que se crean en torno a ellos pretenden absorber el máximo del gasto del turista, con una oferta concentrada de servicios y de ocio, las actividades de senderismo, equitación, cicloturismo y otras antes mencionadas benefician a muchos más pequeños negocios, al dispersar a los usuarios y sus gastos por un territorio mucho más extenso.

Cuando se afirma que el golf atrae un “turismo de calidad”, en referencia a visitantes de alto poder adquisitivo, estamos ante una doble contradicción. Por un lado, ¿en qué beneficiaría al palmero un turista de alto poder adquisitivo si todo su dinero lo deja en el recinto del campo de golf? Y en segundo lugar, si se multiplican los campos de golf -nada menos que cuatro en La Palma- deberemos competir con la oferta de otros destinos turísticos que ya ofrecen lo mismo, será necesario bajar precios y el visitante medio será de menos poder adquisitivo. Es lo que ya está ocurriendo en otras zonas turísticas como Baleares, la Comunidad Valenciana o en Canarias, donde auque aumente el número de turista, sigue bajando los ingresos por turismo. La saturación hotelera y las graves alteraciones territoriales y paisajísticas en su territorio, ha llevado a grandes operadores turísticos como TUI, el principal operador alemán (que también opera en La Palma) a anunciar la cancelación de destinos.

Son, pues, muchas las razones – ya estamos viendo sus efectos en Breña Alta y Fuencaliente, por ejemplo – para considerar que el golf es un modelo innecesario e insostenible en una isla con un patrimonio humano, natural y cultural como el de La Palma, recursos que la hacen un lugar único y que constituyen su principal atractivo y su más valioso potencial de desarrollo económico y social.