Un mosquito originario del sureste asiático, Aedes albopictus, denominado vulgarmente «mosquito tigre» debido a las llamativas manchas y bandas blancas con las que se adorna, se está extendiendo por todo el mundo y está disparando las alarmas sanitarias en Europa. Amparado por el transporte de neumáticos usados que propicia el comercio internacional -las cubiertas encharcadas proveen un medio idóneo para su reproducción-, se ha instalado ya en numerosos países del continente, incluido España, y su área de distribución continúa en incesante expansión.

En realidad, este caso no es sino una muestra más de los problemas que causan las especies invasoras [ 1 ]. Es, también, un ejemplo de cómo la locura que nos hace de mover productos de un lado a otro del planeta sin el menor control y previsión, que nuestra sociedad moderna está propiciando con unos objetivos comerciales tan afanosos que nunca son capaces de mirar más allá del lucro inmediato, suele tener consecuencias -a veces sorprendentes, casi siempre imprevisibles- en múltiples ámbitos. Consecuencias ecológicas -desestabilizando los ecosistemas originales-, económicas -provocando graves plagas-, sanitarias -transmitiendo enfermedades a humanos o a los animales domésticos- e incluso, es el caso tratado, sociológicas.
Este pequeño insecto, cuyo hábitat natural son las selvas húmedas asiáticas, tiene un aspecto característico y una picadura dolorosa, que se inflama y persiste mucho más que las que provocan los mosquitos autóctonos ( Aedes albopictus es capaz de atravesar la ropa). A diferencia de aquéllos, el mosquito tigre tiene hábitos diurnos y es extraordinariamente agresivo con nuestra especie, tanto que puede atacar en pequeños grupos.

Una vez se ha introducido en una zona, es capaz de sacar adelante su progenie en cualquier superficie que contenga agua estancada, por pequeño que sea su tamaño. De esa manera, deposita sus huevos en el agua contenida en latas y recipientes domésticos abandonados, neumáticos, abrevaderos, charcas temporales, etc. En realidad, ni siquiera la falta de agua o el frío son obstáculos serios para esta especie, ya que los huevos resisten la desecación y son capaces de resistir varios meses aletargados (en estado de diapausa). Cada hembra pone entre 40 y 80 huevos. Estos insectos pueden completar una generación entre diez y veinte días si la temperatura es benévola.

Globalización biológica

Como ya se ha comentado, nos hallamos simple y llanamente ante un nuevo caso de invasión por una especie foránea. Desafortunadamente, estos casos son cada vez más frecuentes a causa del transporte humano, en esta ocasión involuntario, aunque no siempre sea así. Cada vez son más las especies animales y vegetales introducidas con fines cinegéticos, para su explotación en la industria peletera o en la alimentaria, con fines ornamentales o simplemente como mascotas, sin reparar en las consecuencias a menudo catastróficas que se producen en los ecosistemas autóctonos cuando se liberan o escapan y se aclimatan.

Los primeros individuos del pernicioso mosquito fueron localizados en el continente europeo en Albania, en 1979, procedentes de China. Actualmente se encuentra ya repartido por los Balcanes, Hungría, Italia, Alemania, Suiza, Bélgica, Francia y España [ 2 ] . En el resto del mundo también avanza con paso firme y rápido: se ha instalado en América del Norte (Texas, California, y hasta 26 estados de EE UU; México), todo Centroamérica, América del Sur (Colombia, Bolivia, Brasil, Argentina) y en Oriente Medio (Israel).

Curiosamente, este díptero apenas puede desplazarse por si solo más allá del centenar de metros (su vuelo tiene un radio de acción de 100 a 150 metros), y necesita de la ayuda humana para expandirse: en Europa, como ya se ha indicado, gracias al trasiego de neumáticos usados; en Estados Unidos, por la comercialización de una planta ornamental, llamada «bambú de la suerte» ( Dracaena sp.), que llegó de China en pequeños recipientes con agua.
En nuestro país se encontró por primera vez en San Cugat del Vallés, en agosto de 2004, habiéndose extendido por diversos municipios de la zona, incluida la capital catalana [ 3 ] . Las previsiones de los expertos (médicos, entomólogos, biólogos) no dejan lugar a la duda: en pocos años se extenderá por buena parte de la Península Ibérica.
Transmisor de enfermedades

Por el momento, bajo la más estricta lógica (extremo que ya se han encargado de difundir repetidamente las autoridades sanitarias en previsión de que se extienda la alarma social), este nuevo mosquito sólo será potencial transmisor de las mismas enfermedades que inoculan los mosquitos locales. Pero la simple mención de algunas de las enfermedades tropicales que transmite en sus lugares de origen: dengue, fiebre amarilla o encefalitis, pone los pelos de punta [ 4 ] . Y es que el mosquito tigre viene precedido por su leyenda, una leyenda negra donde las haya, aunque lo cierto es que el insecto es un mero transmisor (vector) y en Europa no hay casos registrados de enfermos con tales males, por lo que difícilmente puede transmitir esas enfermedades.

Si es verdad que en Europa el riesgo de contagio al ser humano de las mentadas enfermedades es mínimo, no habiéndose registrado ningún caso hasta el momento, no lo es menos que también transmite enfermedades víricas a los animales, ya que el hombre no es su único huésped. Y es que este mosquito está tan adaptado para sobrevivir en cualquier medio, que no sólo pica a los mamíferos, sino que también lo hace a las aves, reptiles e incluso a los anfibios.

Cambios en el comportamiento de las personas

Estudios sociológicos y antropológicos efectuados en Italia, donde se lleva más años sufriendo el problema (se detectó por vez primera en 1991, en Pádova, y en 2004 ya se había extendido por todo el país), revelan que en algunas zonas han llegado a cambiar los hábitos de la gente. Las personas han suprimido ciertas actividades al aire libre: no es agradable recibir, en pocos minutos, numerosas picaduras dolorosas -se dice que similares a las que producen los tábanos- en pleno día. Las zonas periurbanas y urbanas son ideales para su instalación, y concretamente en Roma y su entorno se halla el contingente que más preocupa y afecta en el país transalpino.

Dichos estudios también indican que el mosquito tigre encuentra un ecosistema idóneo en las urbanizaciones, ya que dispone de abundancia de jardines y el insecto aprovecha cualquier recipiente con agua abandonado a su suerte, para reproducirse, por no hablar del paraíso que supone para este mosquito cualquier estanque o fuente ornamental [5]. Un simple cenicero o juguete, cualquier cubo, jarrón o plato de maceta sobre los que caiga agua de lluvia o de riego, ofrecen una oportunidad que no desaprovecha esta molesta especie invasora. Una especie que se está convirtiendo en paradigma de lo que ya se viene denominando Globalización biológica .

Notas:

[ 1 ] Especies invasoras. El Ecologista 33, (noviembre-2002), pp. 58-63.

[ 2 ] David Segarra : «Llega el mosquito tigre», El País, 18 de septiembre de 2005 (página 36).

[ 3 ] Asentado especialmente en la zona del Baix Llobregat. A fecha de hoy, se ha registrado en los municipios de San Cugat, Cerdanyola, Rubí, Molins de Rei, Ripollet, Terrassa, Sant Quirze del Vallés, Barberá del Vallés y, en la capital catalana, en el barrio de Can Baró, en el barcelonés distrito de Horta-Guinardó.

[ 4 ] El peligro es hipotético -o como gustan denominar algunos expertos, «teórico»-, pero no deja de estar presente como tal. De hecho, se han censado hasta 23 enfermedades distintas de las cuales el mosquito tigre es vector, y se sospecha que pueda serlo de algunas más (6); en las zonas tropicales aloja otros tantos virus patógenos de los grupos flavivirus, bunyavirus y alfavirus, además de dos filarias: Dirofilaria immitis y D. repens, unos gusanos parásitos -nematodos- que viven en el tejido conjuntivo y los vasos sanguíneos del organismo humano. Para argumentar las opiniones que se alejan del alarmismo se manejan comparaciones con otros casos que se podrían considerar similares. Y si bien es cierto que en España son frecuentes los mosquitos Anopheles maculipennis y otras especies del género, que son vectores de la malaria, y sin embargo no comportan peligro alguno en este sentido (esta enfermedad fue erradicada en nuestro país hace tiempo), no se debe olvidar que, durante los siglos XVIII y XIX, ya sufrimos varias epidemias de graves consecuencias, de dengue y fiebre amarilla, transmitidas por otro mosquito, Aedes aegypti (hoy día extinguido en la Península Ibérica), que llegó en barcos desde el Caribe.

[ 5 ] Se recomienda cubrir con mosquiteras los estanques y depósitos de agua, evitar la que se acumula en las instalaciones de drenaje y vaciar regularmente cualquier tipo de recipiente que acopie el líquido elemento; también es conveniente tapar los huecos de los árboles que puedan almacenarla. Por el contrario, está totalmente desaconsejado el tratamiento con plaguicidas, que no resuelven el problema y crean otros añadidos, a menudo más graves que los que pretenden solucionar.

* Artículo de José Ignacio López-Colón publicado en El Ecologista nº 46, Invierno 2005.