Organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial juegan un papel en la deuda ecológica de nuestra sociedad con otras culturas, incluso aunque éstos se crearon con el fin de facilitar el comercio internacional y reducir la pobreza. Ambos nacieron en Breton Woods (Estados Unidos) en 1944. Desde entonces, y especialmente a partir de los años ochenta, se les ha criticado de tener un mayor interés en favorecer los intereses corporativos que los de los países menos desarrollados.

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Africa Hondia, Martin Mantxo

Tanto el FMI como el BM han financiado proyectos que suponen grandes impactos ambientales. Éstos son un claro ejemplo de deuda ecológica: proyectos que se hacen en países no desarrollados industrialmente y que se llevan a cabo aprovechándose de la necesidad y dependencia económica de esos países, sin tener en cuenta normativas ambientales que se aplican en su país de origen.

Pese a no estar todos los proyectos directamente ligados con nuestra sociedad, podemos deducir que este comportamiento del FMI y BM tiene una repercusión favorable en nuestro estilo de vida, y aún más, por supuesto, en la de aquellos que ocupan una posición de interés en el sistema económico y productivo y en esas multinacionales involucradas.