Genera graves problemas ecológicos, sociales y de salud.

Ignasi Dies i Moratilla, miembro de Justícia i Pau, y colaborador del CRIC. Revista El Ecologista nº 53.

Pocas cosas hay tan importantes e imprescindibles como comer. Pero tras este acto tan cotidiano, al menos para los que podemos comer y saciarnos a diario, se esconden muchas actividades que tienen una repercusión directa sobre la naturaleza y la salud y sobre el resto de los seres humanos: el modelo alimentario actual provoca grandes impactos medioambientales, afecta claramente nuestra salud y margina a millones de personas.

Un desastre ecológico

El equilibrio mantenido entre el hombre y la tierra durante miles de años con una práctica sostenible de la agricultura y la ganadería, ha sido quebrado por la industrialización salvaje de nuestro campo, que debe responder a un modelo alimentario del capricho y la opulencia. Así, en la agricultura han aparecido en escena los pesticidas (actualmente su consumo anual en el mundo ronda las 4.700 toneladas) y el uso de agua y fertilizantes es desmesurado. En la ganadería las condiciones de hacinamiento en que viven los animales provocan la aparición de enfermedades y estrés, que son combatidos mediante la aplicación preventiva y regular de antibióticos y tranquilizantes; sin olvidar que se fuerza su crecimiento por medio de hormonas.

La actual era industrial se caracteriza por el derroche de energía, y el modelo alimentario también participa de este fenómeno. Basta echar un vistazo a los productos del supermercado para ver la cantidad de kilómetros que han hecho para llegar a nuestros hogares. A modo de ejemplo, Reino Unido importa anualmente 60.000 toneladas de carne de pollo de los Países Bajos, y exporta 30.000 toneladas de la misma carne hacia este país [1]; o el periplo realizado por muchos de los terneros que viajan por nuestras carreteras: nacen en Francia, son engordados en España, se sacrifican en Italia y parte de su carne es consumida en Grecia.

Los acuerdos comerciales internacionales, que permiten a los países más ricos rapiñar los recursos fuera de sus fronteras con total impunidad, también contribuyen a este desastre ecológico. Así, las desproporcionadas redes de las flotas industriales que faenan en países del Sur, por ejemplo, podrían llegar a dar cabida a 15 aviones Boeing 747; y en Ecuador la cría intensiva de langostino ha provocado la pérdida de manglares en una superficie equivalente a 4 veces el delta del Ebro.

El modelo industrial agropecuario ha provocado también la pérdida de biodiversidad. En la actualidad el 95% de la alimentación humana proviene únicamente de 19 cultivos y de 8 especies animales. La mayor parte de la leche en la UE proviene de una sola raza bovina.

Finalmente, las problemáticas medioambientales asociadas al modelo alimentario actual están llegando a límites insospechados de la mano de los alimentos transgénicos, obtenidos a través de un proceso no natural que consiste en inserir genes de un pez en una zanahoria, por ejemplo, para hacerla más resistente al frío. Encontramos presencia transgénica hasta en la carne, ya que el pienso con el que se alimenta al ganado es en buena medida transgénico. Los estudios, muy a menudo pagados por las propias empresas del sector, defienden que son más productivos y nutritivos y que servirán para eliminar el hambre en el mundo… nada más lejos de la realidad [2]. Por desgracia el Estado español tiene el triste mérito de ser el único país europeo con cultivos transgénicos a gran escala. En este ámbito cabe destacar la meritoria labor en contra de estos cultivos de la Plataforma Transgènics Fora (PTF) en Catalunya [3].

Causa de desequilibrio social

Hace pocos meses el porcentaje de población obesa del planeta igualó al porcentaje de seres humanos desnutridos. Este es un claro y triste síntoma de que el modelo alimentario actual no ha resuelto el problema del hambre. ¿Por qué?

Organismos multilaterales poco democráticos y controlados por países ricos y multinacionales promueven el libre comercio agrícola provocando la apertura de los mercados de los países pobres. Éstos, atraídos por la necesidad de divisas para saldar su deuda externa, terminan sumidos en un panorama desolador: empresas en manos extranjeras, propiedad de la tierra reservada a una restringida oligarquía y una mano de obra campesina trabajando en condiciones de semiesclavitud [4].

De hecho se puede afirmar que la producción y abastecimiento de alimentos en el planeta están controlados por tan sólo 10 empresas transnacionales. Los volúmenes de venta anuales de Nestlé, Carrefour o Royal Ahold son mayores que el PIB de Perú o Nueva Zelanda, por ejemplo [5]. Sin ir más lejos, en nuestro país el 80% del mercado del azúcar está controlado por la empresa Ebro Puleva, en una situación de claro monopolio. La misma empresa controla el 40% del mercado del arroz.

Por otro lado nuestro país no ha sido ajeno a la proliferación de grandes superficies de alimentación. Actualmente el 51% de los alimentos es comercializado por 4 empresas: Carrefour, Mercadona, Eroski y Auchan-Alcampo. En definitiva, se puede afirmar que unas pocas personas deciden el surtido de unos 5.000 comercios, que representan casi un 40% de la superficie comercial española. La existencia de pocos distribuidores y muchos productores provoca una situación de asimetría en el sector, bajada de salarios y una precarización de los puestos de trabajo [6].

Por si el problema no fuera suficientemente grave, en Europa se aplica la muy discutible política agraria comunitaria (PAC). Fue diseñada en 1958 para asegurar una producción de alimentos suficiente en Europa y actualmente supone cerca del 50% del presupuesto anual de la UE. Mediante la PAC se subvenciona a grandes empresas y explotaciones, las cuales exportan sus excedentes hacia países pobres muy por debajo del precio de coste mediante millonarios subsidios a las exportaciones (el llamado dumping). En el Estado español el 80% de las subvenciones de la PAC van a parar a los grandes terratenientes (duquesa de Alba, hermanos Mora Figueroa Domecq, etc.) [7].

Poco aconsejable para nuestra salud

Últimamente los escándalos alimentarios están a la orden del día: vacas locas, gripe aviar, aceite de orujo, clembuterol, etc. La misma Organización Mundial de la Salud reconoce que tras un gran número de cánceres, alergias y enfermedades degenerativas están los productos químicos utilizados, muchas veces sin control, durante el recorrido que hacen los alimentos hasta llegar a nuestros platos.

Estamos acostumbrados, por ejemplo, a manejar los productos de la huerta sin insectos y esto es debido a las dosis extra de pesticida que se aplican a las cosechas de manera preventiva justo antes de recogerlas. Estos productos químicos se bioacumulan en los tejidos de los animales, provocando que encontremos hasta 14 veces más sustancias de este tipo en carnes que en hortalizas o frutas.

Además, el poco saludable modelo alimentario actual utiliza indiscriminadamente unos 3.800 aditivos, la pervivencia de los cuales está salvaguardada por los intereses comerciales de grandes corporaciones multinacionales. Por ejemplo, Nestlé envía más representantes a las reuniones del Codex Alimentarius de la ONU (creado para garantizar la seguridad alimentaria), con carácter de asesores de las diferentes delegaciones nacionales, que muchos países. Paralelamente, estas mismas multinacionales alimentarias no dejan de machacarnos con su falso marketing alimentario para cuidar nuestra salud: son los alimentos funcionales, con fibra, vitamina C, calcio, omega 3, etc. de una dudosa calidad nutritiva. A modo de ejemplo se podría apuntar que, a pesar de que Danone pregone las bondades de sus yogures, estudios de la UE no aseguran que ciertos lactobacillus con propiedades beneficiosas lleguen vivos a nuestros intestinos [8].

¿Qué podemos hacer?
Los gobiernos

En un siglo que ha comenzado bajo los auspicios de la globalización, tenemos que exigir a nuestros gobernantes un control político que permita unas reglas globales y locales de comercio justas, acompañadas de una defensa del medio ambiente y de la calidad alimentaria. Para ello los políticos que nos representan deberían:

- Rehacer la PAC, aboliendo todas las modalidades de dumping hacia países pobres.

- Reconvertir paulatinamente toda la agricultura y ganadería a ecológica (como hará Dinamarca), por ejemplo dedicando las controvertidas subvenciones de la PAC a este fin [9].

- En un estadio intermedio hacia la producción ecológica, grabar con impuestos los plaguicidas, fertilizantes sintéticos y las granjas industriales.

- Promover las explotaciones, la industria y el comercio alimentario local.

- Aplicar una nueva cultura del agua.

- Prohibir el transporte de animales vivos a largas distancias.

- Declarar los municipios libres de transgénicos [10].

Los ciudadanos y ciudadanas

Es obvio que la actitud de los gobiernos es importante, pero hemos de ser conscientes de que nuestra actitud vital, a través de un consumo crítico y responsable, es un instrumento poderosísimo para cambiar las cosas. Para ello debemos informarnos adecuadamente, con la ayuda de herramientas como la revista Opcions [11]. Y paralelamente, siguiendo la máxima de Mahatma Ghandi, hemos de vivir sencillamente para que otros sencillamente puedan vivir [12]. También podemos participar en numerosas campañas de boicot nacional o internacional [13].

Algunas claves
Para cuidar nuestro planeta:
- Consumir productos frescos, de temporada y de producción local.
- Asociarnos para elegir nosotros mismos lo que queremos consumir a través de cooperativas de consumo responsable [14].
- Consumir productos biológicos siempre que sea posible [15].
- Optar por los envases de vidrio, papel o cartón, desechando plásticos, porexpan y aluminio.
- Evitar comprar agua embotellada. Es preferible instalar un aparato de purificación de agua en el hogar.
- Rechazar los transgénicos [16].
- Seleccionar bien el pescado que consumimos [17].

Para acabar con los desequilibrios sociales:

- Apostar por el pequeño comercio, de trato más humano y personal.

- Evitar las grandes cadenas comerciales y sus marcas blancas, que son un primer paso hacia la deslocalización.

- Evitar comprar en festivos. Si hace falta, encargar la compra durante la semana.

- No tirar comida: ¡también se puede “reciclar”!

- Apostar por el comercio justo, evitando el que ya han comenzado a lanzar grandes cadenas como estrategia de marketing [18].

- Comer menos carne por motivos de sostenibilidad [19] y salud [20].

Para mejorar nuestra salud:

- Leer bien las etiquetas: “sin colorantes ni conservantes” no quiere decir “sin aditivos”.

- Recuperar el valor cultural de las comidas y de nuestra dieta mediterránea.

- Alejarse de los fast food [21].

- Huir de los alimentos funcionales.

- Evitar chucherías, refrescos azucarados y repostería industrial.

[1] WORLD WATCH INSTITUTE La situación del mundo 2004. Tema central: La sociedad de consumo. Ed. Icària y FUHEM. Barcelona, 2004.

[2] Estudios de la FAO demuestran que actualmente hay alimentos en el planeta para alimentar a un 110% de la población mundial. www.fao.org.

[4] Los organismos protagonistas de este caramelo envenenado son la OMC, el Banco Mundial y el FMI, principalmente.

[5] Campaña No te Comas el Mundo. Veterinarios sin Fronteras y otras entidades. www.notecomaselmundo.org.

[6] Revista Opcions. Centre de Recerca i Informació en Consum. www.opcions.org.

[7] INTERMÓN-OXFAM Goliat contra David. Quién gana y quién pierde con la PAC en España y en los países pobres. Marzo de 2005. www.comercioconjusticia.org.

[8] Proyecto Protech de estudio de los prebióticos y probióticos. http://virtual.vtt.fi/virtual/proeuhealth.

[9] Estudios de la FAO afirman que los sistemas ecológicos pueden hasta triplicar la productividad de los sistemas tradicionales en países pobres. www.fao.org.

[11] Editada por el Centre de Recerca i Informació en Consum (en castellano y en catalán) www.opcions.org.

[12] En este sentido son aconsejables las desenfadadas y prácticas indicaciones de la página web de EdPAC, Educación para la Acción Crítica (www.edpac.org), que nos ayudarán a la hora de defender nuestras opciones de consumo en conversaciones de sobremesa o en el bar con los amigos.

[13] Las motivaciones de las campañas suelen ser muy diversas. Valgan como ejemplo el exitoso boicot a Nestlé por propaganda desleal de leche maternizada en países del Sur (www.ibfan.org) o el boicot a productos alimenticios de países que apoyan las guerras preventivas (www.boicotpreventiu.org).

[14] En Catalunya las cooperativas se coordinan a través de Ecoconsum. www.ecoconsum.org. Se pueden encontrar entidades análogas en el resto de comunidades.

[15] Se puede encontrar una completa relación de puntos de venta de alimentos ecológicos y cooperativas en el número 6 de la revista Opcions, accesible en www.opcions.org.

[16] Guía roja y verde de alimentos transgénicos. www.greenpeace.es.

[17] Consultar la Guía de consumo responsable de pescado. www.greenpeace.es. También es aconsejable visionar el documental La pesadilla de Darwin, de Hubert Sauper (2004).

[18] Más información en www.xarxaconsum.net.

[19] En términos generales, la nutrición basada en la carne requiere 20 veces más tierra y 14 veces más agua que una dieta basada en vegetales.

[20] En una dieta saludable se necesitan menos de 75 gramos diarios de carne.

[21] Consultar el boletín El sector de la comida rápida del Observatorio de Corporaciones Transnacionales de IDEAS. www.ideas.coop. Aconsejable también visionar el documental Super size me, de Morgan Spurlock (2004).