Una tecnología anticuada y peligrosa.

Leticia Baselga, Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 50.

Es conocida la grave toxicidad que provoca la liberación de mercurio al medio ambiente. Sin embargo, más del 90% del cloro-sosa que se produce en España se obtiene utilizando un proceso industrial, el de celdas de mercurio, que supone el vertido de grandes cantidades de este peligroso metal pesado. Y eso a pesar de que existen tecnologías más limpias y baratas.

Los niveles de mercurio en el mundo son tan alarmantes que tanto las Naciones Unidas [1] como la Unión Europea [2] reconocen que urge tomar medidas a escala nacional e internacional que protejan la salud humana y los ecosistemas. Es fundamental reducir al máximo las emisiones al aire, los vertidos a aguas y suelos y la oferta y demanda de mercurio, así como buscar un sistema de almacenar el que existe en circulación de modo permanente y seguro. En Europa, el mayor consumidor de mercurio es el sector de la industria del cloro.

El proceso de celdas de mercurio

La industria clorocáustica utiliza el mercurio como cátodo para conducir la corriente eléctrica que provoca la reacción química que descompone el cloruro sódico (sal o salmuera). Este proceso industrial produce gas cloro y sosa cáustica, productos indispensables para potabilizar el agua o fabricar papel, jabón, detergentes y plásticos. Actualmente existen tres tecnologías distintas para descomponer el cloruro sódico, siendo la tecnología de membrana la más limpia y barata. Pero los fabricantes siguen utilizando las celdas de mercurio, en un proceso anticuado y contaminante que se inventó a finales del siglo XIX. El mercurio no se gasta en este proceso electrolítico y sólo es necesario reponer el que se pierde. Pero ¿cuánto se pierde?

Con varias toneladas de una sustancia tan peligrosa como el mercurio en sus instalaciones, lo normal sería que los fabricantes controlaran sus emisiones o vertidos muy de cerca. Sin embargo, enormes cantidades de mercurio desaparecen todos los años. De hecho, las plantas compran mucho más mercurio del que se supone que pierden, y no dan explicaciones sobre dichas pérdidas [3]. Simplemente figuran en sus informes como “diferencia en el balance” [4].

El mercurio y sus derivados son extremadamente tóxicos para los humanos, en especial para el sistema nervioso infantil en desarrollo. También son dañinos para los ecosistemas y la vida salvaje. El metabolismo microbiano del mercurio depositado puede formar metilmercurio, que tiene la capacidad de acumularse en organismos (bioacumulación) y de concentrarse en las cadenas tróficas (bioamplificación), especialmente en la cadena alimentaria acuática. Algunos peces de consumo corriente, como el atún o el pez espada, contienen cantidades de mercurio que pueden suponer un riesgo para la salud de los consumidores. El metilmercurio traspasa fácilmente la barrera placentaria y la barrera sanguínea del cerebro. Esto lo hace especialmente peligroso para las mujeres embarazadas y en edad fértil, que pueden acumularlo en su organismo y traspasárselo a sus hijos durante el embarazo o la lactancia.

Inmisiones de mercurio de la industria del cloro sosa

La campaña internacional Mercurio Cero [5] se inicia en 2004. Su objetivo es reducir los niveles de mercurio en el medio ambiente y su oferta y demanda de cualquier fuente controlable. En el proyecto participan ONG europeas, norteamericanas y de India, Brasil, Sudáfrica y China. En el verano de 2006, la campaña se ha centrado en medir las inmisiones de mercurio de la industria del cloro sosa en Italia, República Checa y España.

En Europa, el sector industrial del cloro es el principal usuario de mercurio y actualmente maneja o almacena unas 15.000 toneladas de este metal pesado. La industria del cloro está contemplada por la Directiva IPPC [6] que requiere que, para obtener sus licencias, las instalaciones demuestren que utilizan las Mejores Técnicas Disponibles (MTD). El proceso de cátodo de mercurio no se considera MTD en el sector industrial del cloro. La Directiva IPPC establece que las instalaciones existentes, es decir, las que entraron en funcionamiento antes del 30 de octubre de 1999, deberían operar de acuerdo con la Directiva para el 30 de octubre de 2007.

En este momento hay nueve plantas de cloro sosa en España de las que ocho utilizan tecnología de celdas de mercurio. La producción española de cloro en 2004 fue de 647.000 toneladas, el 91,5% con celdas de mercurio. Dentro de la campaña Mercurio Cero 2006, Ecologistas en Acción, con la colaboración del Centro de Estudios de Almadén de la Universidad de Castilla-La Mancha, estuvo midiendo el mercurio en el aire alrededor de las plantas clorocáusticas Química del Cinca, en Monzón (Huesca), Aragonesas, recientemente adquirida por Ercros, en Huelva, y Solvay en Torrelavega (Cantabria) [7].

El resultado de las mediciones realizadas (ver tabla) puso de manifiesto que las tres plantas emiten mercurio a la atmósfera en cantidades muy superiores a las recomendadas por los organismos norteamericanos EPA y ATSDR [8], aunque la legislación española no establece ningún límite legal para estas emisiones.

Valores de mercurio medidos en el aire (ng/m3)

En Monzón se llegaron a medir 19.650 ng/m3, a orillas del río Cinca, cerca de viviendas habitadas, de un polideportivo, de un colegio y de una zona que se proyecta urbanizar.

La industria del cloro lleva años retrasando la fecha de su reconversión a tecnologías sin mercurio con diferentes excusas. El acuerdo voluntario que ha suscrito en enero de 2006 no contempla la eliminación total de la tecnología de celdas de mercurio hasta 2020, a pesar de que si se aplicara estrictamente la Directiva IPPC, no debería otorgarse ningún permiso de actividad después del 30 de octubre de 2007.

Ante esta situación, Ecologistas en Acción exige a la industria clorocáustica que se reconvierta a procesos de producción limpios y deje de contaminar con mercurio, y a las administraciones autonómicas que no concedan permisos de actividad a estas plantas.

Huelva: empresa Aragonesas/Ercros
Según los datos del EPER [9] la fábrica de Aragonesas de Huelva emite anualmente más de 85 kg de mercurio a la atmósfera. Estas emisiones, junto con vertidos directos al agua de mercurio, plomo y otros contaminantes como Dicloroetano, agravan la situación de riesgo para el medio ambiente y para los propios trabajadores de la empresa, en un entorno ya seriamente contaminado por los impactos del conjunto de las industrias del Polo Químico de Huelva.

Por ello Ecologistas en Acción de Huelva propondrá que la Autorización Ambiental Integrada de esta fábrica obligue a reducir a cero sus emisiones de mercurio, utilizando para su sistema productivo las mejores técnicas disponibles en el sector.

Torrelavega (Cantabria): empresa Solvay
La planta de Solvay está a orillas del río Saja, en pleno centro de Torrelavega, rodeada de viviendas y colegios. Dos emisarios conducen los residuos hasta la Bahía de Suances y vierten directamente al mar.

Los niveles de mercurio en aire medidos en los alrededores de la planta de Solvay en Torrelavega superaron en ocasiones los 500 ng/m3, el doble del límite recomendado por varios organismos oficiales norteamericanos [8].

Solvay debe obtener la Autorización Ambiental Integrada antes de octubre de 2007 para seguir produciendo. El acuerdo voluntario firmado por la empresa que contempla el cese de las emisiones de mercurio en el año 2020 es totalmente insuficiente.

Monzón (Huesca): empresa Química del Cinca
En Monzón, la empresa Química del Cinca lleva décadas utilizando mercurio en su proceso de producción de cloro. Así en el río Cinca los peces contienen cantidades de mercurio que suponen un riesgo para la salud de los consumidores y que afectan a todo el ecosistema, hasta el punto que los ayuntamientos de los pueblos aguas abajo aconsejan no consumir los peces capturados en el río. Estas concentraciones en peces han sufrido un aumento desde el año 2001.

Los niveles de mercurio en aire medidos en la planta de Química del Cinca en Monzón han alcanzado picos de casi 20.000 ng/m3, multiplicando por 2 órdenes de magnitud los límites tolerables. Es llamativa la dejadez y el mal estado de esta planta altoaragonesa, visible en los tanques oxidados y en la nula protección de las instalaciones de electrólisis.

[1] Global Mercury Impact Assessment (2003)

[2] En enero de 2005, la UE publicó la Estrategia Comunitaria del Mercurio http://europa.eu.int/comm/environment/chemicals/mercury/index.htm

[3] En EEUU, en 1996 había 101 toneladas de diferencia entre el mercurio comprado por las plantas de cloro sosa y el mercurio que declararon verter o emitir. Es posible que una parte de ese mercurio se almacenara, pero la industria ni informa ni aporta documentos. John L. Sznopek & Thomas G. Goonan, U.S. Geological Survey, “The Materials Flow of Mercury in the Economies of the United States and the World,” (2000)

[4] OSPAR Commission 2004: Mercury Losses from the Chlor-Alkali Industry in 2002.

[6] Prevención y Control Integrados de la Contaminación (1996/61/EC)

[8] EPA: Environmental Protection Agency (Agencia de protección medioambiental) y STSDR: Agency for Toxic Substances and Disease Registry (Agencia para sustancias tóxicas y registro sanitario). EPA recomienda un máximo de 300ng/m3 frente a los y 200ng/m3 que recomienda la ATSDR.

[9] Registro Europeo de Emisiones y Fuentes Contaminantes.