El acuerdo histórico más vacío del mundo

La cumbre de París se cerraba tras el golpe de martillo del presidente Fabius anunciando que por primera vez se había alcanzado un acuerdo de Naciones Unidas sin la oposición de ninguno de los 195 Estados.

Empecemos reconociendo efectivamente que este acuerdo es el primero que alcanza tanto consenso y por ello podría verse como un punto determinante en la historia de las negociaciones políticas. Pero la pregunta que sigue es en qué se han puesto de acuerdo, porque aparte de reconocer que tenemos un problema, no se han incluido ninguno de los elementos importantes para solucionarlo. El acuerdo se ha producido a costa de cruzar muchas de las líneas rojas que en ningún momento deberían haberse cruzado; aceptar la ausencia de objetivos concretos de reducción y financiación, absolver al culpable y excluir conceptos como la justicia social o los combustibles fósiles, que ni siquiera son mencionados en el texto como si la cosa no fuera con ellos y despejar el camino para continuar por el rumbo que nos ha traído a la actual situación de colapso climático.

Estos elementos hacen que este acuerdo tenga todos los visos de convertirse en papel mojado. Era una necesidad apremiante imbuirse de la urgencia climática y una oportunidad histórica para internacionalizar miles de demandas, luchas y verdaderas soluciones que nos hubieran puesto en la senda de un mundo sin carbono.

Que la carta de los Derechos Humanos no goce de un consenso internacional no oscurece su importancia. El sentido común nos indica que aunque países dictatoriales no aprueben derechos como la libertad de expresión, de creencia, o de igualdad es imprescindible tener un marco legislativo que blinde estos derechos para toda la humanidad y ofrezca amparo ante las violaciones de los mismos. Esa fue la razón de crear esta Declaración Universal y el sentido del marco de Naciones Unidas. La protección de los derechos de generaciones presentes y futuras de no padecer las consecuencias del cambio climático debería haber sido la máxima del acuerdo, mediante la reducción de las emisiones y estipulando mecanismos punitivos a aquel que no se sumase al acuerdo.

En el acuerdo de París desaparece la inclusión los Derechos Humanos en el articulado; en aras de ese “consenso” a nadie le ha temblado el pulso al permitir que se cierre en falso un acuerdo que de momento nos condena a un calentamiento global muy peligroso por encima de los 3ºC, sin que se hayan previsto mecanismos realmente efectivos capaces de contener el aumento de temperatura dentro de los márgenes de seguridad que indica la ciencia.

Así, la de París ha sido una cumbre más de la procrastinación, donde las decisiones tomadas suponen el retraso de las medidas necesarias que desoyen la urgencia en la que ya estamos inmersos y implican la huida hacia adelante de un sistema que genera como daños colaterales el deterioro social y ambiental. Mientras, cada nuevo permiso de extracción, cada nueva central, cada deslocalización industrial o gran infraestructura que acometamos hoy nos condena a más cambio climático mañana. La humanidad seguirá acercándose cada día al borde de un precipicio incierto.

Somos muchos más quienes frente a los intereses de las industrias contaminantes hemos dicho basta. No esperaremos los tan prometidos ciclos de revisión, primero porque llegan tarde y segundo porque no tenemos ninguna confianza en que sean adecuados. Por todo ello seguiremos en la calle evitando que haya pozos de fracking, cerrando las centrales de carbón y nucleares, y apostando por un cambio de modelo mediante el impulso de las energías renovables y la creación de redes de cooperación y de consumo locales y sostenibles. Estamos convencidos de que será la ciudadanía la que estará a la altura frente a la falta de ambición de los políticos.

Tenemos que adueñarnos de nuestro futuro, ya que aunque el reto sea enorme no podemos caer en la desesperación, tenemos soluciones y voluntad de transformación. Solo a través de la acción conseguiremos un cambio de modelo más justo solidario y sostenible.

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