No paran de aparecer informaciones, con pretendido rigor científico o económico, para tratar de convencer a la opinión pública –y de paso tratar de influir en las administraciones- de las bondades del proyecto de Teleférico desde Granada a Sierra Nevada.

No hace mucho se hablaba de que el 87% de los granadinos “conocían el proyecto” y lo apoyaban. Aparte del disparate de pretender que una encuesta elaborada, aplicada y valorada por los propios interesados resulte fiable, es escandaloso para el sentido común aseverar que todos esos granadinos conocen el proyecto.

Como parece que las administraciones competentes, por una vez, están en su papel y mirando con lupa este macroproyecto, y parece que encontrándole los efectos negativos que a nivel medioambiental puede suponer, ahora nos atacan (artículo de opinión del día 10 de agosto de 2007) con las bondades económicas del proyecto.

Se nos dice que se van a invertir 40.475.000 euros, cuando el coste del proyecto es de 129.550.000 €. No se nos dice que la Sociedad Anónima Teleférico Sierra Nevada tiene un capital social de 600.000 € aportado por una docena de empresas de Granada y de distintos lugares del país.
Está claro que el capital se va a pedir a la banca y esperan pagarlo en 60 años, a base de una amortización fija anual de 6.883.802 €. Así los 129.550.000 € de inversión se convierten en 412.215.520 € cuando se devuelva con los intereses.

Pero hay un problema. Suponiendo que transportan a las 250.000 personas al año que estiman -que no se lo cree nadie- , al precio medio de 23,50 € (sin IVA) el billete, se ingresarían 5.875.000 €, con lo que no daría ni para pagar el recibo de la deuda. Eso sin descontar el 1.700.000 € anuales de gastos que esperan tener entre personal y mantenimiento.

Se nos dice que se van a crear 2.084 empleos, 840 de carácter temporal en la construcción del teleférico, y excepto en lo de la construcción que no se puede prever, podemos decir que las estimaciones de la empresa son de 21 personas de personal fijo de la Instalación, 4 personas como personal fijo de Administración y 1 Directivo. Quizá se pueda añadir media docena más en limpiezas y similares pero eso no está contemplado en los planes de la empresa.
La cuenta es bien sencilla, y no se nos olvide que estamos en la tierra del chavico, con los veintitantos euros que vale un solo billete, invertidos en gasolina, un coche lleno sube y baja varias veces a la Sierra.

Pero hay más. En la estación de esquí ya se cometió la gran barbaridad de construir el mayor aparcamiento cubierto del mundo en altura: 2.800 plazas, añadiéndose después otro en superficie con otras 1.000 plazas. Acaso alguien se va a creer, como nos aseguran los promotores del teleférico, que se va a restringir el tráfico a la estación.
Este proyecto se plantea, además, cuando estamos viendo el cambio climático venir, cuando ya los responsables de la estación están pidiendo más agua para los cañones ante la falta de nieve, cuando las perspectivas del deporte blanco son más sombrías que nunca, en fin, lo que se llama olfato empresarial.

Respecto a las suspicacias sobre la actuación de las autoridades ambientales hay que ser claro y así lo recoge el propio proyecto:
“los movimientos de tierras que han de realizarse para llevar a cabo la instalación de apoyos y estaciones de reenvío, así como la creación de nuevos accesos a estas zonas, afectarán de forma importante a ciertas áreas donde la pendiente es mayor. Asimismo, la construcción de la subestación eléctrica y del almacén de cabinas, ambos enterrados en el paraje de El Purche, implicará un gran movimiento de tierras … y por otro lado se encuentran las afecciones que producirá la apertura de los caminos de acceso sobre la red de drenaje secundaria”.

Y además se reconoce que “si bien se evita completamente la afección al Parque Nacional de Sierra Nevada, cabe destacar su inclusión dentro del ámbito superficial declarado LIC, ZEPA y Parque Natural de sierra Nevada”. O sea, que hay zonas que antes de que se pensara en este proyecto ya tenían un grado de protección ambiental que no lo permite.
Se considera así mismo inevitable el impacto paisajístico, debido a las 27 torres, alguna de hasta 70 metros de altura, los cables, los caminos de acceso y las estaciones intermedias. Eso sí, nos dan una alegría y dicen que cambiando “el color de las cabinas, que permite una ligera adaptación al entorno, disminuye el impacto originado por la circulación de las mismas de Severo a Moderado”

Respecto al temor de que las estaciones intermedias sean el germen de futuras urbanizaciones no nos lo quita el proyecto, que dice que: “inicialmente se prevee que únicamente puedan subir o bajar de las cabinas en la estación Inferior de Granada y en la Estación Superior de Pradollano”. Eso inicialmente, pero una vez en funcionamiento, pues ya veremos.

A estos problemas ambientales hay que añadir el daño a la flora y fauna, ya reseñados públicamente por expertos que también se oponen a este proyecto.

En suma nos encontramos con un proyecto con un enorme impacto ambiental, que no va a solucionar la masificación de la estación de esquí, que lo presenta una sociedad anónima que espera un préstamo más de 200 veces superior a su capital, que no se sabe quien lo va avalar y que los ingresos que espera recibir (con una previsión muy optimista) no llegan a cubrir el recibo del banco. Las cuentas del Gran Capitán eran más claras.