• La recuperación por parte de la Junta de Andalucía del viejo proyecto de autovía por el trazado Norte de Doñana es un atentado ecológico que puede significar el colapso definitivo del espacio protegido. Se trata de la peor de las noticias que se le podía dar a Doñana en su 50 cumpleaños.
  • El gobierno de la Junta de PP, Ciudadanos y Vox, definen a las claras con esta propuesta cuáles son sus prioridades: el electoralismo populista de la macroobra pública con dinero público para interés de unos pocos, por encima de la conservación de un espacio natural como Doñana.

La apuesta por un turismo masivo de sol y playa con la creación de Matalascañas como Centro de Interés Turístico Nacional en los años 60; la transformación de parte de la marisma para su puesta en cultivo de los años 70-80, con la consecuente alteración y anulación de los aportes hídricos al resto de la marisma no transformada; el promover y permitir los cambios de usos forestales a agrícolas en la zona de la corona norte y oeste para el boom de los frutos rojos, permitiendo la perforación de más de mil pozos ilegales que siguen abiertos en la actualidad; y episodios de catástrofe anunciada como el vertido tóxico de Boliden desde las Minas de Aznalcóllar.

Todos estos hechos han ido cercenado la capacidad de Doñana como reserva de biodiversidad, produciendo un deterioro progresivo.

Doñana lo último que precisa es que le coloquen un corsé de hormigón y asfalto que acabe estrangulando su ya precaria situación.

Y todo por 15 minutos, que sería el supuesto ahorro de tiempo si se llevara a cabo esa autovía en comparación con la opción de enlace por la vía SE-40 que parece que se daba ya por buena.

Desde Ecologistas en Acción de Andalucía se espera que sea sólo uno de esos globos sonda de verano que se lanzan para cubrir el expediente de propuestas electorales tan absurdas como inviables, a las que se llevará el viento con el “nosotros lo intentamos, pero no nos dejaron”. Evidentemente, desde el movimiento ecologista no se va a permitir, y se tiene la certeza de que lo que ya en su día rechazó la Unión Europea, se volverá a rechazar, más aún cuando las alternativas de comunicación Huelva-Cádiz han aumentado. La comunicación podría haber mejorado a un a mayor ritmo del deseado si hubiese habido una apuesta decidida por el tren, tanto de mercancías como de pasajeros. La apuesta por el ferrocarril sería un adelanto frente al ineludible cambio del modelo actual de movilidad, basado en el coche privado e insostenible a corto plazo.

Destrozar pinares y dehesas en Almonte e Hinojos; atravesar espacios especialmente sensibles como el Guadiamar; cruzar las 35.000 hectáreas de arrozal alterando muros, tomas de riego, caños de desagüe, hasta llegar a atravesar el río Guadalquivir (¿cómo?), pocos kilómetros más abajo del cruce que está aprobado para la SE-40. Todo esto supone una macronecedad más, de incalculable coste ambiental y con un coste económico injustificado; se pretende volver a socializar los costes y a privatizar los beneficios en mano de las constructoras.

Doñana lo que necesita es todo lo contrario, una apuesta clara porque su conservación se convierta en el principal baluarte de bienestar social, invirtiendo en recuperar la naturalidad perdida, el régimen natural de aguas que le da la vida y los niveles del acuífero que le permiten mantenerla, y acabar con las amenazas derivadas del turismo desaforado o de nuevos proyectos mineros que ya han demostrado su capacidad letal. Doñana no tiene que cerrase, sino abrirse hacia el exterior por medio de corredores ecológicos que la interconecten con otros espacios naturales de la periferia.

Desde Ecologistas en Acción se dice no a más infraestructuras inútiles y se pide recuperar las directrices de la olvidada comisión de expertos que ya en el año 92 vaticinaba los graves impactos que las políticas desarrollistas tendrían para Doñana, y apuntaban las estrategias para cambiar el rumbo. 25 años después sólo se puede constatar que se sigue en esas políticas… y a peor.