Visitas escolares a la Base de Helicópteros de Almagro, a exhibiciones de antidisturbios de la Policía Nacional, juras de bandera, o la participación en la inauguración de monumentos bélicos se han normalizado, sin discusión, en el sistema educativo. Hechos que pueden colisionar con tratados y convenios internacionales que regulan la protección de menores, de los que el Estado español es signatario.

Si alguien pensaba que ya se había dicho todo en torno a este asunto estaba equivocado. Lo último es la elaboración de un curioso “calendario solidario” formado por 12 instantáneas que recogen una feliz jornada de convivencia entre niños con capacidades diferentes de una ludoteca de Tomelloso y personal uniformado adscrito a la Base de Helicópteros de Almagro. El calendario fue presentado el pasado 21 de noviembre en un centro de barrio, en un acto que contó con la asistencia de la directora de la ludoteca, de miembros del equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Tomelloso, de concejales de la oposición y de militares de alta graduación.

Esta relación controvertida de menores con el Ejército – cuyos cometidos más importantes estriban en la defensa de los intereses geoestratégicos de estados y multinacionales, y en la resolución violenta de los conflictos, que detrae del presupuesto nacional partidas que podrían tener mejor uso para el conjunto de la sociedad y del planeta – trata de rescatar y reincorporar en la opinión pública modelos autoritarios que actúen, como factores de cohesión, en una sociedad atrabiliaria, con crisis de valores y referentes morales, y en un mundo al borde del colapso.

Una estrategia del Ministerio de Defensa cuyo objetivo declarado – y de hecho ha conseguido con el concurso de gobiernos de diferente signo y de los medios de comunicación – es imponer su agenda en la educación pública, apoyándose en la celebración de jornadas de puertas abiertas, en campañas de información para acceder a las FAS, y en ferias y eventos anuales del ámbito educativo.

La presencia del Ejército en actividades escolares o extraescolares es un atentado en toda regla a la dignidad de los menores. El Estado ha de velar por una educación pública y de calidad que garantice no sólo la adquisición de conocimientos y habilidades para desenvolverse en el día de mañana, sino también en formar personas conscientes, críticas, con capacidad de desarrollar valores de empatía y solidaridad con el resto de seres humanos.

La guerra no es ningún cuento, tampoco un juego. Hay violencia indiscriminada, muerte, feminicidio, desplazamientos forzosos y masivos de población, arruina la economía, devasta el medio ambiente. Los niños son quienes más sufren por las secuelas que dejan, afectando a su desarrollo. Dudamos seriamente de que se explique en las aulas la verdad de las guerras.

Ecologistas en Acción de Ciudad Real hace un llamamiento a la comunidad educativa y a los poderes públicos a que frenen el intrusismo de las FAS y de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado en el sistema educativo y que, en su lugar, promuevan programas y planes de estudio que contemplen el respeto, comprensión y defensa de la diversidad, una educación afectivo-sexual libre y responsable, la prevención y resolución pacífica de los conflictos, la cultura de la paz, el feminismo, el amor y protección a los animales, o la sostenibilidad.