Autor: Trini Busqueta Franco (militante del CS La Maixanta) y Josep Manel Busqueta Franco (Seminari Economia Crítica TAIFA) [1].

En la actualidad, el desarrollo del capitalismo como sistema de producción, distribución y consumo hegemónico sobre la tierra asume la forma y el modo de la globalización. Ésta se definiría como el intento de expansión del capital en todos los ámbitos geográficos y de actividad humana, únicamente bajo las reglas del mercado y, por tanto, cada vez con menor regulación pública. A modo de descripción general cabe decir que este proceso está dominado por los grandes grupos industriales y financieros transnacionales a la búsqueda del máximo beneficio. Las reglas del juego políticas, económicas y sociales se definirán de acuerdo con los intereses de estos grandes grupos en el seno de instituciones como el BM (Banco Mundial), el FMI (Fondo Monetario Internacional), la OMC (Organización Mundial de Comercio) y también la UE,… fuera del control de la ciudadanía. A continuación describimos de forma muy resumida las principales características que definen el proceso de globalización capitalista.

La globalización supone la generalización de la transnacionalización productiva

Esto supone importantes cambios cualitativos en lo que se refiere a las sociedades del mundo entero: el proceso productivo se segmenta, algunas áreas de los países centrales pasan a controlar la parte del proceso productivo intensiva en tecnología así como todos aquellos aspectos relacionados con el sector servicios y con el conocimiento (terciario avanzado) mientras que los espacios periféricos pasarán a concentrar aquellas partes del proceso productivo altamente intensivas en mano de obra. Se utiliza la nueva estructura productiva para introducir mayor presión y competencia entre los trabajadores a nivel mundial; se internacionalizan y homogeneizan los modelos de consumo (entre aquellos con posibilidades de participar en esta esfera); las empresas transnacionales inciden de forma importante, dentro de los países susceptibles de recibir su inversión, sobre los contenidos en materia económica, social y cultural, etc.

La globalización supone el dominio del capital financiero

A pesar de la importancia de los grandes grupos transnacionales industriales en el control y dirección del proceso de globalización, en la actualidad es el capital financiero quien controla (o domina) el proceso. Enormes flujos de capital-dinero fluyen con extremada velocidad en el ámbito mundial, se caracterizan por: 1) su carácter privado: la magnitud de las transacciones financieras privadas hace muy difíciles los esfuerzos de control por parte de las instituciones públicas. Y 2) su desvinculación aparente de la economía real: actualmente, la burbuja financiera se constituye como un subsistema autónomo con una enorme capacidad de expansión y de extracción de beneficios que se concentra en operaciones de carácter especulativo, como por ejemplo, inversiones casi momentáneas en determinados países que ofrecen altas tasas de interés con un elevado riesgo. Cabe decir que esta desvinculación de la economía real es aparente dado que las altas tasas de beneficio obtenidas son en, última instancia, el resultado de brutales mecanismos de explotación sobre la fuerza de trabajo, los recursos naturales y todos aquellos bienes que hasta el momento se situaban fuera de la esfera mercantil.

La globalización supone concentración y jerarquización

La globalización no produce interdependencia sino dominio. Pueden homogeneizarse ciertos valores sociales como el modelo de consumo pero únicamente entre aquellas personas con capacidad de consumir, y ciertos elementos culturales, pero siempre se imponen los de los centros dominantes. La expansión del capital en el ámbito mundial se hace a diferentes niveles: se buscan mercados donde existe capacidad adquisitiva, sobretodo en los países centrales (concentrándose en los países de la OCDE [2] más del 70% de los mercados, producción, inversión y consumo) y reducción de costes en todas las esferas donde esto es posible haciendose muy evidente en los países periféricos (bajos salarios, recursos naturales baratos, legislaciones laborales y medioambientales favorables y/o prácticamente inexistentes, etc.). Los agentes y las estructuras decisores son cada vez menos y tienen cada vez mayor poder. Así por ejemplo, más del 80% de los flujos mundiales de carácter financiero provienen y van destinados al área de la Triada configurada por la UE-NAFTA-Japón y su área de influencia.

La globalización como expansión total del capital

Además de la expansión geográfica del capital, una visión adecuada del proceso de globalización supone considerarlo como expansión del capital en todos los ámbitos de la actividad humana: globalización en profundidad además de la globalización en extensión. En su lucha por el beneficio en condiciones de máxima competencia, el capital busca expandirse, no sólo territorialmente, sino penetrar en todos aquellos aspectos de la vida que hasta ahora habían escapado de su dominio (Acumulación por desposesión) [3]. De este modo se convierten en mercancía cada vez mayor cantidad de bienes comunes, recursos naturales y aspectos de la vida cotidiana: mercantilizacion del ocio, así como la mercantilización de las relaciones personales y del conocimiento. El campo de la industria de la biotecnología, con los organismos genéticamente modificados (OGM) al frente, la industria aeroespacial (junto a la industria de las telecomunicaciones) o las altas tecnologías (robotización de la vida) se presentan como una fuente de expansión notable en la búsqueda de beneficios para el capitalismo global. Por otra parte, el actual discurso de la crisis del estado del bienestar y de la privatización de la mayoría de las empresas públicas, así como de los servicios públicos (la sanidad, el agua, la educación, las pensiones, etc.), responde al intento del capital privado de ocupar todas aquellas parcelas de la vida y la sociedad que le pueden ser rentables.

Globalización y regionalización

Actualmente, en la dinámica del capitalismo conviven dos procesos aparentemente contradictorios. Por una parte, nos encontramos con la expansión total del capital que representa la globalización y, por otra, existen diversos procesos de conformación de diferentes bloques regionales en torno a las grandes potencias de la economía mundial. Los más destacados son la Unión Económica y Monetaria en Europa, el Tratado de Libre Comercio en América del norte, el Mercosur en América del Sur y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático liderada por China. Así pues, de alguna forma, la regionalización supone establecer unas nuevas fronteras, tratos especiales, regulaciones económico-jurídicas y normas, cuando la globalización pretende detruir todo tipo de control y preferencias (M. Etxezarreta, 2001). [4] La explicación de la simultaniedad de estos dos procesos cabe encontrarla como la respuesta, en los años 80 [5], a los importantes problemas que causa el libre comercio a los países centrales, y como respuesta a las crisis generadas por el propio modelo capitalista (problemas de abastecimiento con recursos naturales, desempleo estructural, crisis energética, problemas ambientales, exclusión de capas sociales enteras, violencia urbana, descontento social, etc.). Estos países ponen en marcha mecanismos de protección de mercados en sus áreas regioneles (protección «hacia dentro») combinados con un planteamiento de expansión «hacia el exterior», con la finalidad de reestructurar la economía en el ámbito regional para poder ser más competitivos en los mercados mundiales. Las grandes empresas de los países ricos van experimentando la necesidad de disponer de espacios económicos cada vez mayores en los que se aseguren que pueden invertir, con los que pueden comerciar en buenas condiciones y en los que tienen preferencia sobre los capitales y los productos de las empresas de los otros bloques económicos y del resto del mundo. De esta forma, disponen de un espacio privilegiado en el que fortalecerse para luchar con más competitividad y mayor fuerza frente a los otros espacios. La regionalización refuerza la competencia de las empresas (y capitales de cada bloque para ser más eficientes en la globalización; de modo que no son dinámicas contradictorias sino complementarias. Ambas buscan la expansión de los capitales en el mundo entero (M. Etxezarreta, 2001), el crecimiento económico “ilimitado” y la acumulación de riqueza y de poder. La ampliación de la UE a diez nuevos países en el 2004, la creación de una Zona de Libre Comercio en el Mediteraneo y las negociaciones entre la UE y otros bloques económicos (Mercosur, APEC, Rusia, etc.) se entiende sólo en este contexto.

Podemos destacar dos momentos clave en el proyecto de creación de la Unión Europea que marcan, claramente, la orientación neoliberal del proyecto y la franca apuesta por la globalización capitalista como sistema económico imperante:

El Mercado Único (MU) [6]

En la década de los 80 surgió en los sectores dominantes del capital europeo (por ejemplo en el seno de la ERT) la necesidad de dar un nuevo paso en la integración europea, impulsando la creación de un espacio económico homogéneo, que ampliara los mercados, eliminara los obstáculos al libre comercio, permitiera la libertad absoluta de los movimientos del capital y suprimiera las regulaciones e intervenciones de los Estados en sus respectivas economías. En ningún momento se concibió el Acta Única (1986) [7] como un proyecto político para construir un espacio socialmente avanzado en el área de la CE, pues los objetivos perseguidos y la concepción neoliberal en que descansó concedían prioridad a los asuntos estrictamente económicos e iban en contradicción con el impulso y homogeneización de los derechos sociales [8]. Además, dentro de los objetivos económicos declarados (la libre circulación de las mercancías, los servicios, el capital y las personas) no todos tuvieron igual preferencia, recibiendo atención especial los que promovían un MU para las mercancías y algunos servicios y establecían un espacio en el que la libertad de los movimientos de los capitales fuese total. En lo que se refiere a la facilitación de la libre circulación de la personas dentro de la CE, ni fueron muchas las directivas dedicadas al tema ni se puso gran empeño en desarrollarlas. La movilidad de la mano de obra nunca pasó de ser un objetivo secundario en la construcción europea, aunque, eso sí, se desarrollarían políticas muy eficaces para controlar la entrada de los emigrantes y refugiados de países extra-comunitarios. [9]

El Acta Única, desde el punto de vista económico, significó un nuevo paso en la internacionalización de las economías y los procesos productivos, acrecentando el comercio intracomunitario y acelerando las fusiones y absorciones de empresas. Gracias al MU se consolidó a nivel europeo una verdadera concentración de la actividad productiva dominante en la denominada Golden Banana (F. Durán, 2001) [10]
, a su vez este proceso de concentración industrial, supuso el cierre de numerosas unidades productivas en las áreas periféricas generándose el subsiguiente problema del paro. Desde el punto de vista político, representó una pérdida de autonomía de los Estados para definir y ejecutar sus políticas económicas. Socialmente, implicó un reforzamiento de un modelo dominado por las concepciones neoliberales, con un predominio del mercado y el debilitamiento de la intervención del Sector Público en las áreas social, cultural y económica. El MU promovió un espacio en el que la desregulación económica y social eran fundamentales para garantizar y afrontar la competencia. De este modo, la política de austeridad y el avance de la ideología neoliberal y el desmantelamiento del «Estado del Bienestar» encontraron en el MU una nueva justificación, reforzando la posición sostenida por los gobiernos de que estas políticas venían impuestas por un marco internacional al que no se podían sustraer los países sin riesgo de quedar desenganchados del tren de la integración europea.

La Unión Económica y Monetaria: el Euro

La Unión Económica y Monetaria (UEM) fue el núcleo de los acuerdos de Maastricht. El objetivo declarado fue convertir el Euro en una moneda única para toda la Comunidad y el Banco Central Europeo (BCE) en el órgano que la emita como máxima autoridad monetaria con el mandato explícito de controlar la inflación . El Tratado también estableció las condiciones de «estabilidad interna» y de «equilibrios financieros que debían cumplir los Estados miembros para formar parte del grupo de países que accederían al nacimiento del Euro en la tercera fase (los célebres criterios de convergencia). Maastricht representó un salto cualitativo en el intento de configurar a escala supranacional un sistema económico y social basado en los postulados del capitalismo neoliberal: un mercado libre sin trabas, la expansión del capital europeo con mayores Inversiones Extranjeras Directas en el mundo entero, un Sector Público encorsetado en el marco de la política económica neoliberal, la deslocalización de la industria en zonas con mano de obra y recursos naturales barratas y funcionando con una moneda única cuyo manejo será independiente de las decisiones de los gobiernos. La supranacionalidad del sistema que se pretende construir no es inocua desde el punto de vista de su carácter neoliberal: al responder a un compromiso de los Estados miembros, ninguno de ellos podrá romper las reglas de funcionamiento, lo que proporciona una coartada para eludir las presiones a favor de una intervención de social. En una misma dirección, el poder de la autoridad monetaria en la Europa del capital de Maastricht, en manos del Banco Central Europeo (BCE), no surge de ninguna instancia elegida democráticamente ni está sometido a ningún control por parte de órganos democráticos y sus decisiones, al tener que ser aceptadas por los Estados miembros, reducen la responsabilidad de los gobiernos, limitan las alternativas económicas y diluyen la confrontación ideológica entre las opciones políticas.

Con la entrada en vigor, de forma física, del euro en enero de 2002 se consolida la UEM como el macroespacio para hacer negocios anhelado por el capital [11]. Con la política económica en manos del BCE y bajo las restricciones que supone el pacto de estabilidad la lógica neoliberal recrudece la presión sobre los costes laborales. Con el establecimiento del tipo de cambio fijo ya no es posible apelar a la devaluación de la moneda como mecanismo para ganar «competitividad». A partir de este momento el incremento de la explotación y la precariedad laboral, según la lógica dominante, se convierten en los elementos que deben dotar a la economía de mayor «competitividad». Por otro lado, a consecuencia de la desregulación financiera se empieza a producir a nivel de la UEM una creciente desintermediación bancaria, lo que supone a la práctica, que las grandes empresas europeas vean incrementada su capacidad de emitir y que se acepte su dinero financiero, cosa que supone la ampliación de su capacidad de compra de todo tipo de activos a nivel mundial. De este modo la moneda única se convierte en una poderosa arma para ampliar el dominio del capital (europeo) a escala mundial. Este nuevo marco posibilitó, por ejemplo, la compra por parte de Repsol de la petrolera argentina YPF a través de una importante emisión de bonos denominados en euros (R. Fernández Durán, 2003)

Sin duda el proceso de construcción europea se convierte en la plataforma idonea para los proyectos de las empresas transnacionales (ETN). Estas empresas, y los lobbies que conforman, marcan el ritmo del proceso de creación de la Europa globalizada y el rumbo que debe tomar este proceso de regionalización para que responda a sus intereses. En la actualidad más de 200 multinacionales tienen oficinas de asuntos públicos europeos en Bruselas. Cabe destacar, como ejemplo, la presión poderosa y constante que viene imponiendo la ERT (Mesa Redonda Europea de Industriales). Desde principios de los 80, la ERT ha jugado el papel de escribir la agenda de la UE, reclamando desregulación, liberalización y otras medidas que aumenten la competitividad internacional de la industria europea dejando claramente patente que el proceso de construcción europeo, de acuerdo con la lògica que imprime el capitalismo global, responde deforma preclara a los interesses de los grandes grupos econòmicos. El Mercado Único (MU), las Redes Transeuropeas de infrasestructura de transporte y energia (TEN), la moneda única, la apertura hacia el este, etc., responden a las propuestas lanzadas desde este poderoso lobby que cuenta con una relación privilegiada con los diferentes organos de decisión comunitarios, sobretodo con la Comisión. [12]. Codo a codo con la ERT, la UNICE (la Unión de Confederaciones de Industriales y Empresarios de Europa), la voz oficial desde 1958 de la industria en la UE, ha ejercido las presiones necesarias, en la misma dirección que la ERT, para conseguir dirigir el proceso de construcción europeo hacia sus objetivos. Desde 1994 su mensaje es claro: si los gobiernos se concentrasen en crear un clima favorable para las empresas, Europa disfrutaría de mayores tasas de crecimiento econòmico, empleo y bienestar social, así como niveles de vida más altos.

A modo de conclusión

No es posible hablar del proceso de globalización capitalista sin tomar en consideración el importante papel que en éste juega la Construcción Europea. Desde sus orígenes, pero sobretodo a partir del Acta Única, la UE se convierte en uno de los buques insignia del proceso de Globalización. A nivel interno la estrategia neoliberal (abanderada por la ortodoxia monetarista del BCE y por el pacto de estabilidad) se convierte en el programa de política económica que debe dotar de estabilidad al proyecto, por tanto las políticas de precarización laboral (desregulación), privatizaciones, destrucción del estado del bienestar, etc., se convertirán en norma con independencia de sea cual sea la opción política que ostente el poder en cada estado, región, ciudad o pueblo. En el marco institucional europeo no existe más estrategia productiva que la definida por los grandes grupos transnacionales. El papel de Sector Público y de los presupuestos públicos, a instancia de los órganos de poder comunitarios, va a consistir en proporcionar las políticas adecuadas para facilitar el buen funcionamiento de estas empresas (corrupción, bajos impuestos, subvenciones, suelo urbanizable barrato, pactos sociales con los sindicatos, reformas laborales, excepciones en materia ambiental, etc.). De este modo, además de la política económica, social e industrial, todo lo referente a los proyectos de infraestructuras se definirá de acuerdo a la lógica de dotar de mayor fluidez las operaciones capitalistas a escala europea.

A nivel externo la UE se convierte en un actor indispensable para los intereses capitalistas en el momento de asegurar las reglas de juego idóneas para su expansión (tanto en la OMC como en el resto de instituciones y orgános multilaterales). No es, por lo tanto, posible plantear la UE como un proyecto que pueda servir para moderar o dotar de “rostro humano” el proceso de Globalización. Sostenemos lo contrario. Así oponerse al proceso de globalización capitalista supone tener bien presente que, en nuestro ámbito concreto, la cara visible de este proceso lo representa el proyecto de construcción de la Europa del Capital. Por la importancia de este proceso en la lógica actual del Capitalismo global, desenmascar su naturaleza y sus objetivos así como ser capaces de erosionar su legitimidad, supone una tarea ineludible para todas aquellas personas que se oponen al modelo dominante para el siglo XXI.

Notas

[1] Este artículo forma parte de un número especial conjunto de las revistas Ecologista, Libre Pensamiento y La Lletra A, dedicado a difundir una reflexión crítica sobre la UE y las resistencias al “proyecto europeo”, de cara al próximo referéndum sobre la Constitución Europea

[2] Organización de Cooperación y Desarrollo Económico

[3] Concepto desarrollado por D. Harvey (2003)

[4] Miren Etxezarreta, La globalización capitalista. 2001.

[5] En el caso europeo el proceso de integración se había iniciado durante la dècada de los 50. Concretamente el 1957 con la firma del Tratado de Roma.

[6] Mucha de la información está sacada de Pedro Montes, El proceso de integración europea.

[7] Ver también el artículo de Ramón Fernández Durán en esta revista sobre el proceso histórico de la UE.

[8] Ver también el artículo de Anne Gray sobre las políticas sociales de la UE.

[9] Ver también el artículo de Clara Guilló Girard sobre las políticas de migración.

[10] Esta expresión se refiere a la región que discurre desde el sudeste británico hasta el norte de Italia, pasando por el norte de Francia, Bélgica, Holanda y el sur de Alemania. Es en estos territorios donde se concentra la población, la activada económica y la riqueza de la UE (R. Fernández Durán, 1996)

[11] Ver también el artículo sobre el euro y el dólar en esta revista.

[12] Corporate Europe Observatory, 2002. más información: http://www.corporateeurope.org; ver también el artículo de Belén Balanya en esta revista.