Durante décadas el transporte aéreo ha permanecido al margen de la lucha contra el cambio climático, convirtiéndose en la excepción del principio «quien contamina paga». Pero ahora es el epicentro de la corriente de compromiso social en favor del clima. ¿Qué es «la vergüenza de volar» y por qué es importante?

Redacción. Revista Ecologista nº 103.

Flygskam —la vergüenza de volar—  es el nombre de un movimiento originado en Suecia que anima a la gente a dejar de viajar en avión para evitar las elevadas emisiones de CO2 asociadas a ese modo de transporte. Inicialmente impulsado por el atleta olímpico Bjorn Ferry, La vergüenza de volar ha alcanzado popularidad internacional gracias a la activista climática Greta Thunberg.

Un compromiso con impacto

En Suecia La vergüenza de volar no es un mero estado de opinión o una declaración de intenciones: está provocando caídas tangibles en el tráfico aéreo. El número de usuarios de los 10 aeropuertos gestionados por el operador público sueco de aeropuertos Swedavia registró en 2019 una disminución total del 4 % en comparación con el año previo (40 millones frente a 42 en 2018). En el caso de los vuelos domésticos, la caída ha sido del 9 % 1. Al mismo tiempo, el número de pasajeros registrado por el operador estatal de trenes SJ alcanzó la cifra record de 32 millones de pasajeros.

La vergüenza de volar se está convirtiendo en una actitud en expansión en otros países occidentales: en una encuesta realizada a más de 6.000 personas entre los meses de julio y agosto de 2019 por encargo del banco suizo UBS, entre viajeros que utilizan el transporte aéreo en Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania, uno de cada cinco personas encuestadas declaró haber recortado al menos un vuelo en el año anterior debido a causas climáticas 2.

Ilustración de Helena Bonastre. https://www.helenabonastre.com

Las respuestas de la industria: eficiencia y compensaciones

La Asociación Internacional del Transporte Aéreo, IATA, ha llegado a reconocer públicamente que La vergüenza de volar puede lastrar el futuro crecimiento de la aviación. De hecho, «la vergüenza de volar» fue uno de los temas tratados en la cumbre de la industria de la aviación celebrada en junio de 2019 en Seul. El jefe de la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, Alexandre de Juniac, declaró ante los principales responsables de las compañías aéreas que «si no se pone en entredicho, este sentimiento crecerá y se extenderá» 3.

Algunas compañías, como las líneas aéreas escandinavas SAS, han anunciado medidas para mejorar su comportamiento ambiental, incluyendo la sustitución de sus aviones más viejos por modelos más eficientes y el incremento del uso de biocombustibles.

Si las opciones de comportamiento y consumo que conllevan elevadas emisiones personales de gases de efecto invernadero empiezan a ser vistas como un signo de insolidaridad los estilos de vida más sostenibles podrían extenderse con rapidez

Sin embargo, lo cierto es que, en el pasado, el aumento de la eficiencia en el transporte aéreo no ha disminuido las emisiones globales del sector, sino su aumento, al hacer posible una reducción de los precios, poniendo los vuelos al alcance de más gente. En 2014 las emisiones globales de CO2 de la aviación se estimaban en 733 millones de toneladas. Cuatro años después, en 2018, eran 905. ¿El motivo? Más pasajeros y más mercancías transportadas.

Cuatro lecciones del Flygskam

Más allá del impacto que La vergüenza de volar pueda tener sobre la evolución de la industria aérea, el fenómeno aporta una serie de claves de gran interés desde una perspectiva ecosocial. Destacamos cuatro aspectos especialmente relevantes:

  • Asumiendo compromisos de alto coste

Hasta qué punto existe una relación coherente entre la sensibilidad ambiental de la gente y sus comportamientos es una cuestión que ha sido objeto de intensos análisis y debates durante décadas. Las teorías más reconocidas defendían que la sensibilidad hacia lo ambiental se concretaba en comportamientos responsables de ‘bajo coste’. Esto explicaría por qué es muy probable que personas preocupadas o sensibles separen el vidrio o el papel y lo depositen en los contenedores para su reciclaje (comportamiento considerado de bajo coste) y muy poco probable que renuncien a un viaje de ocio en avión (un comportamiento considerado de alto coste). El Flygskam parece poner en entredicho esta idea, respaldada hasta ahora por muchos investigadores del comportamiento humano.

  • El compromiso personal como acto social

Cuando se analizan las acciones ambientalmente responsables es frecuente diferenciar las acciones personales (que afectan fundamentalmente a nuestras opciones personales de vida o de consumo) y las acciones colectivas, a través de la cual tratamos de cambiar las políticas públicas, el comportamiento de las instituciones o las reglas de las comunidades. Ambos han sido considerados campos de acción diferentes, incluso opciones alternativas.

Sin embargo, el Flygskam muestra las imprecisas barreras que, en una sociedad mediática y con poderosas redes sociales, se plantean entre lo personal y lo social. En este movimiento, el compromiso de renunciar a volar –que en principio debe ser ejercido de forma personal– ha sido, en gran medida, un acto político.

  • Los cambios personales también pueden provocar cambios colectivos

En los últimos años se ha hecho popular el término «gestión de la demanda» para hacer referencia a las estrategias que pretenden modelar los comportamientos personales en el ámbito del consumo de bienes o servicios. Un número creciente de gestores públicos y privados trabaja para orientar las elecciones de los consumidores en función de objetivos diversos; algunos socialmente justificables, como ajustar la «demanda» a la disponibilidad de determinados recursos naturales; otros ligados a intereses privados, como la creación de infraestructuras para condicionar los flujos de visitantes hacia determinados negocios.

Sin embargo, un interesante efecto del Flygskam es que, a pesar de surgir desde un compromiso personal, ya está provocando cambios en la oferta de transporte público. En el mes de enero se han conocido los planes del gestor sueco de infraestructuras ferroviarias –Trafikverket– para poner en marcha un servicio de trenes nocturnos (coches-cama) que facilitaría la llegada por tren a grandes capitales europeas: saliendo de Malmö después de cenar, los nuevos servicios permitirían llegar a Amsterdam hacia las 9:28 h., a París hacia las 10:05 h. o a Munich hacia las 11:08 h. El servicio podría estar operativo en 2022 o 2023 y responde a un plan de expansión de los trenes nocturnos propuesto por el gobierno sueco para proporcionar una alternativa a los vuelos de corto radio 4.

  • El poderoso influjo de las normas sociales

El nombre con el que se ha bautizado al movimiento, La vergüenza de volar, sugiere otra clave interesante para leer el fenómeno. La vergüenza es quizá, la más social de nuestras emociones; muy asociada a la existencia de normas sociales que nos sirven de referencia sobre lo que es (socialmente) aceptable y lo que no. Las normas sociales han sido identificadas tradicionalmente con la tradición y el mantenimiento del status quo. Pero su papel puede ser bien distinto en una sociedad en rápido proceso de sensibilización sobre la crisis climática.

Si las opciones de comportamiento y consumo que conllevan elevadas emisiones personales de gases de efecto invernadero empiezan a ser vista más como un signo de insolidaridad, o incluso de indecencia, en vez de ser registradas como un símbolo de estatus o de pertenencia a un grupo influyente, los estilos de vida más sostenibles podrían extenderse con mayor rapidez.

Volar en España: el caso del puente aéreo Madrid-Barcelona

Las fuertes críticas sufridas hace unas semanas por el Real Madrid por elegir el avión para trasladarse de Madrid a Salamanca (ciudades conectadas por tren en un viaje de 90 minutos ) para jugar un partido de futbol, son un indicio de que la sensibilidad frente a los impactos del transporte aéreo está llegando también a la sociedad española.

Sin duda, el caso del puente aéreo Madrid-Barcelona es el mejor ejemplo del sinsentido energético y climático que supone el uso del avión en los trayectos cortos. De acuerdo con el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE), desplazarse en avión entre las dos ciudades se traduce en unas emisiones de unos 192 gramos de CO2 por pasajero y kilómetro. En comparación, en el AVE esas emisiones serían de 23 gramos, poco más del 10 % 5. Sin embargo, a día de hoy, el puente aéreo Madrid-Barcelona es utilizado por unos 2,5 millones de personas al año, sin contabilizar los datos de viajeros en tránsito.

Con una oferta de unos 29 trenes diarios y unos tiempos de recorrido que oscilan entre las dos horas y media y las tres horas, la supervivencia del puente aéreo sólo es comprensible por la inexistente fiscalidad sobre los combustibles aéreos y las agresivas políticas de precios de las compañías aéreas.

Al calor del Flyskam y de los crecientes problemas de calidad del aire, el debate sobre el puente aéreo se va abriendo paso, impulsado por la alcaldesa de Barcelona, que ha propuesto recientemente su eliminación.

¿Por qué dejamos de volar?

¿Cuál es la visión de aquellos que deciden dejar de volar? ¿Qué razonamientos o qué sentimientos apoyan su decisión? En el verano de 2019, las investigadoras Maria Wolrath Söderberg y Nina Wormbs realizaron una encuesta en Suecia que fue completada por 673 personas que habían dejado de volar o reducido de forma drástica sus vuelos. Este trabajo nos proporciona interesantes claves sobre las razones, motivaciones y factores que alimentan este movimiento. Según las autoras 6: «Conocimiento y comprensión fueron las razones más mencionadas para explicar el cambio de comportamiento. Una comprensión que no se da por una mera acumulación de conocimiento, sino conectada al descubrimiento de la urgencia del problema».

Las investigadoras también destacan: Las personas entrevistadas también subrayaron la importancia del sentimiento de culpa y su ambición de ser coherentes. Quieren hacer «lo correcto» porque ven la crisis climática como una cuestión moral y un tema de justicia. Una idea de justicia, no sólo en relación con los demás sino también con las generaciones futuras: «¿Por qué mis gustos deberían contribuir a arruinar el futuro de otros?».

La investigación también reveló la importancia del contexto social, que se identifica como un factor de peso en la decisión de dejar de volar o reducir el número de vuelos. Las personas entrevistadas:

  • Se declararon inspiradas por personas que han demostrado conocimiento, que han dado ejemplo o liderado el cambio.
  • Consideran a los niños su referencia, pero también sus jueces.
  • Consideran vital el apoyo por parte de familia y amigos.
  • Señalan que la existencia de alternativas al avión, como viajar en tren, también hace más fácil mantener el cambio.

No volar como decisión institucional

El movimiento La vergüenza de volar ha sido popularizado gracias a Greta Thunberg.

Como respuesta a la creciente conciencia acerca de los impactos de la aviación sobre el clima planetario, un conjunto de instituciones minoritario, pero creciente, empieza a establecer normas que limitan los vuelos de sus miembros o, en caso de distancias cortas, los descartan por completo.

Las instituciones académicas están resultando especialmente activas en este sentido. La creciente internacionalización de la investigación y de la educación superior ha disparado los viajes por parte del personal de las universidades y un número creciente de ellas ha empezado a adoptar políticas que priman el transporte en bus o tren y restringen el transporte aéreo. Un ejemplo es la Universidad de Gante (Bélgica). Esta Universidad, que estima que en torno al 15 % de sus emisiones se deben al transporte aéreo, ha establecido que los viajes deberán hacerse siempre en autobús o tren para destinos situados a menos de 6 horas de viaje y preferiblemente en tren para viajes de hasta 8 horas.

Las alternativas a los vuelos también empiezan a abrirse paso en la organización de eventos. Por ejemplo, la Sociedad para la Antropología Cultural, una sección de la Asociación Antropológica Americana, ya ha hecho públicas sus opciones para quienes no deseen volar a su próximo encuentro anual 7.

Políticas públicas y transporte aéreo

Desde la perspectiva de las políticas públicas, sin embargo, el retraso es patente: la ausencia de una fiscalidad para la aviación similar a la que se aplica a otros medios de transporte resulta una anomalía cada vez más difícil de justificar. Esta laguna se traduce en unos precios de los vuelos incomprensiblemente bajos en comparación con otros medios de transporte, como el tren o el autobús, que sí pagan impuestos a los carburantes. De hecho, el componente precios probablemente limitará el efecto potencial del Flygskam en países con menor poder adquisitivo.

Sin embargo, a pesar de los debates recientes sobre la cuestión en algunos estados miembros de la Unión Europea, las resistencias al fin de la exención fiscal para el transporte aéreo son enormes.

La implantación de una política fiscal que grave en mayor medida a los medios de transporte más contaminantes resulta inaplazable e imprescindible para avanzar en la descarbonización. En todo caso, queda el debate sobre si la insostenibilidad del transporte aéreo debe resolverse mediante un mero encarecimiento de los precios: ¿volar para quien pueda pagarlo?

¿Otras vergüenzas?

Como hemos visto, la creciente conciencia de la emergencia climática está abriendo nuevos caminos que conducen desde la conciencia a la acción responsable. En este sentido cabe preguntarse: ¿se popularizarán nuevas «vergüenzas»?, ¿vergüenza a una dieta carnívora?, ¿vergüenza al consumo de plástico?, ¿vergüenza al usar y tirar?… ¿Veremos surgir una generación de personas conscientes, dotadas de una vergüenza planetaria de raíces éticas, comprometidas con la casa común y las generaciones futuras?

  1. Reuters, 10/01/2020. Tommy Lund. Sweden’s air travel drops in year when flight-shaming took off.
  2. BBC News 02/10/2019. «Flight shame» could halve growth in air traffic.
  3. Reuters 03/06/2019. Airlines scramble to overcome polluter stigma as «flight shame» movement grows.
  4. The Independent 17/01/2020. New sleeper train from Sweden will get passengers to London by morning.
  5. IDAE. Emisiones de CO2 por modos de transporte motorizado
  6. Wolrath Söderberg, M. & Wormbs, N. (2019). Grounded Beyond flygskam.
  7. Reimagining the Annual Meeting for an Era of Radical Climate Change