El 2019 marcó los 10 años desde que la Unión Europea comenzó a promover el uso de energías renovables en el transporte a través de la Directiva de Energías Renovables (DER) de 2009. Los criterios de sostenibilidad aplicados no han tenido en cuenta las emisiones del biocombustible en todo el ciclo de vida. La DER ha favorecido, principalmente, el uso de fuentes de energía más barata e insostenible para el transporte.

En la última década Europa ha tenido un aumento en el consumo de biodiésel a base de la importación de materias primas como el aceite de palma. El consumo de aceite vegetal para la producción de biodiésel aumentó en un 48 % en la última década, mientras que el consumo de estos aceites para alimentos se ha mantenido bastante estable (un aumento del 4,5 % en el mismo período). En 2009 el 24 % de la importación de aceite de palma se utilizó para producir biodiésel y en 2019, más de la mitad (53 %) se destinó para el depósito de los coches europeos.

Debido a sus impactos climáticos y ambientales, los biocombustibles basados en cultivos alimentarios y forrajes están limitados en la política europea. Esta restricción afectará especialmente al biodiésel de palma, que ha sido catalogado como insostenible y se eliminará gradualmente para el año 2030. Pero la UE y sus Estados miembros podrían ser más ambiciosos en la implementación de DER II y en las próximas revisiones de la normativa y detener el apoyo público a todos los biocombustibles agroalimentarios a partir de 2021.