El año que acaba ha estado marcado por la crisis sanitaria consecuencia de la covid-19, que nos ha mostrado otra cara de la profunda crisis ecosocial en la que nos encontramos y que se suma a la emergencia climática que, aunque parezca que se ha olvidado, no ha desaparecido. En esta situación se han evidenciado, de manera dramática, los efectos de los recortes sociales, especialmente los sanitarios; y la fragilidad de nuestra forma de habitar el planeta, que (entre otras cuestiones) precariza e invisibiliza los cuidados que sostienen la vida y que, en estos meses, se han mostrado como indispensables.

En la ciudad de Burgos, pasado un año de la entrada en vigor de la ordenanza de movilidad, sigue sin responderse a las demandas ciclistas y vemos lo cortas que se han quedado las medidas anunciadas de calmado del tráfico, especialmente, en el tránsito a la llamada “nueva normalidad”. En conclusión, puede decirse que el coche sigue siendo el rey de la movilidad urbana y que, al menos en este campo, la nueva movilidad, se parece mucho a la antigua; aunque aplaudimos la reducción de la velocidad a 30 km/h en muchas calles de la ciudad.

Así, aunque las restricciones a la movilidad impuestas por la pandemia han reducido la contaminación del aire, si no se aplican medidas permanentes, especialmente destinadas a reducir el uso del automóvil privado, ésta seguirá siendo un grave problema de salud pública. Con este fin, Ecologistas en Acción ha iniciado una campaña de medición de calidad del aire de la que conoceremos sus resultados a principios del año que viene.

Este año, Ecologistas en Acción no entregó los premios Atila correspondientes a Burgos. Pero, sin duda, Ciudadanos como impulsor del proyecto Burgos Río y el PSOE, al aceptarlo, tienen grandes posibilidades de haberse hecho con él. Otros buenos candidatos hubieran sido el Servicio de Medio Ambiente del Ayuntamiento de Burgos por autorizar el uso de glifosato en la ciudad, cuando ya parecía que su uso estaba descartado. A su favor, dar marcha atrás y, esperamos que está vez, con intención de no recaer. Lo apuntaremos en la lista de deseos para 2021.

Como también apuntamos que la futura ordenanza de zonas verdes y arboladas sirva para proteger la naturaleza urbana, que tanto ha sufrido estos últimos años. En estos tiempos, en los que estar al aire libre y los paseos se han configurado como una de las actividades más recomendadas, resulta patente la necesidad de contar con espacios verdes y agradables para disfrutar de una mejor calidad de vida. También, que dejar brotar algunas “malas hierbas” hace bonito y da color a nuestras calles.

A nivel provincial nos quedamos con la buena noticia de que no se modificará el trazado de la vía verde a su paso por la finca Sante en Oña. Pero lamentamos la proliferación de proyectos de ganadería industrial, que nada aportan al mundo rural y siguen perpetuando un modelo agroalimentario dañino.

Hubiéramos deseado para 2020 que la realidad hubiera impuesto la urgencia de apoyar medidas ambiciosas de cambio, en lo ambiental, pero también en lo social. En ese momento de lucidez que nos brindó el inicio de la pandemia y confinamiento parecíamos entender nuestro lugar en el mundo, y las iniciativas surgidas fueron buena muestra de ello. Por eso, en 2021 es nuestro propósito seguir reivindicando ese otro mundo posible, que cada vez es más prioritario alcanzar para que nadie se quede atrás. Esperamos también poder retomar actividades de calle y concienciación que en 2020 han quedado relegadas, para no arriesgar la salud colectiva.