Metales: los combustibles fósiles del siglo XXI

La transición hacia una sociedad neutra en carbono se está centrando en gran medida en soluciones tecnológicas e innovaciones tales como el cambio a gran escala a las energías renovables, la sustitución por vehículos eléctricos de 1.400 millones de coches de gasolina y diésel y la digitalización de nuestras sociedades y economías. Sin embargo, el modelo económico subyacente permanece prácticamente inamovible: extraer, consumir, desechar. Un modelo que favorece al Norte Global con un consumo incesante y excesivo y que persigue un eterno crecimiento económico a expensas de la naturaleza.

Las llamadas tecnologías e infraestructuras verdes conllevan un aspecto esencial que nos es familiar: todas requieren grandes cantidades de metales y minerales. Esto implica la apertura de más y más minas, exacerbando las consecuencias medioambientales y sociales del extractivismo. Los metales se han convertido así en el combustible fósil del siglo XXI.

Cada año la minería avanza hacia nuevas fronteras e invade más espacios naturales y comunidades de todo el mundo. En tierra firme, la exploración se adentra cada vez más en el subsuelo y devora las pocas zonas vírgenes que aún nos quedan. Como ejemplo, en lugar de servirnos como advertencia, el rápido deshielo del Ártico está alentando la minería polar, haciendo que lugares antes inalcanzables sean ahora considerados económicamente viables.

La bióloga marina Sylvia Earle, reconocida a nivel mundial, ha calificado la minería submarina como «la mayor apropiación de tierra de la historia de la humanidad» y, de hecho, los fondos marinos se han convertido en la última frontera para la minería en la Tierra. Ya se han reservado más de 1,3 millones de kilómetros cuadrados de fondos oceánicos para la exploración minera. A pesar de que los científicos están advirtiendo sobre la pérdida irreversible de biodiversidad a gran escala que esto supondría, algunos países y empresas tienen la intención de comenzar a minar en aguas internacionales a partir de 2023.

Ante este incesante impulso hacia la extracción, se nos plantean algunas preguntas existenciales. ¿Puede la humanidad permitirse la pérdida de grandes extensiones de naturaleza, tanto en tierra firme como en los fondos marinos, para alimentar una economía de «crecimiento verde» que solo beneficiará a unos pocos en el Norte Global? ¿Debemos seguir dando espacio a las economías extractivas en el siglo XXI? ¿Podemos imaginar una sociedad capaz de combatir el cambio climático y el colapso ecosistémico al mismo tiempo que deja atrás la extracción de recursos?

Objetivo de este informe: reconsiderar los metales y la minería

Informes recientes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) y de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, también por sus siglas en inglés) han alertado al mundo acerca del devastador impacto de la actividad humana sobre la naturaleza y el clima. La solución es difícil pero clara: un cambio transformador.

Este informe propone algunos itinerarios posibles para llevar a cabo este cambio transformador. Representa una visión científica, basada en evidencias, de un mundo en el que la minería terrestre ha quedado obsoleta y las profundidades marinas están protegidas frente a la invasión minera. Ofrece una alternativa al enfoque continuista aplicado en la mayoría de los escenarios globales planteados acerca de la futura demanda de metales (Banco Mundial2, Panel Internacional de los Recursos3, Agencia Internacional de la Energía4, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos5), que presuponen un crecimiento continuo del consumo y la producción expresado como Producto Interior Bruto (PIB).

Por lo general, estos escenarios de crecimiento predicen al menos una duplicación o cuadruplicación de la demanda de metales para 2050 o 2060. Romper con esta visión continuista y vislumbrar un futuro diferente es clave para elaborar políticas efectivas que puedan prevenir este esperado despliegue de la minería.

Este informe toma el año 2050 como punto de referencia. Este desplazamiento temporal permitirá al lector-participante adentrarse en la enorme transición hacia una sociedad mucho menos intensiva en recursos, equipada para hacer frente a los impactos del cambio climático, para revertir la pérdida de biodiversidad del siglo anterior y para liberarse de la extracción de recursos.

El informe está estructurado de la siguiente manera:

  • 2050: un mundo post-minería nos traslada a una visión alternativa del futuro;
  • 2020: el momento crítico de la minería explica algunas de las tendencias actuales, ayudando al lector a comprender el cambio que se avecina;
  • Semillas del cambio destaca los numerosos cambios y las nuevas formas de actuación ya presentes en 2020 y que permitieron que se produjera la transformación;
  • Una brújula para el futuro profundiza en el cambio de paradigma alejado de la minería de la década de 2020;
  • El taller «Imaginar un mundo sin minería» presenta un concepto de taller en el que se visualizan diversos itinerarios hacia un futuro sin minería, animando al lector a adoptar sus propias vías de actuación.

Empecemos pues por proyectarnos hacia el año 2050, un mundo en el que la minería se ha convertido en algo del pasado, y veamos cómo hemos llegado hasta aquí visitando las semillas del cambio que ya están brotando en 2020.